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Cien años de la huelga general en la que 5.000 cacereños pidieron una jornada de 8 horas para los mineros

Homenaje al minero en Aldea Moret, Cáceres

Jesús Conde

Fue una gran manifestación que contagió a la ciudad de Cáceres de entusiasmo y rebeldía pocos días después del final de la I Guerra Mundial. Más de 5.000 personas marcharon en una gigantesca columna la tarde del sábado 30 de noviembre de 1918 para reclamar una jornada de ocho horas para los mineros de Aldea Moret y otras mejoras laborales.

A las tres y media de la tarde una marabunta de gente copó el centro en solidaridad con la protesta convocada por los obreros, y a la que se sumó la corporación municipal. Un tercio de los habitantes de la ciudad se echó a las calles de Cáceres, que por entonces contaba con poco más de 18.000 habitantes.

Era la respuesta ciudadana a los paros iniciados cinco días antes por unos 600 mineros y obreros de las fábricas de ácido sulfúrico y superfosfatos ante la falta de respuesta de la empresa.

Defendían acabar con el destajo, mejores condiciones higiénicas o el empleo de ascensores para los trabajadores. Se sumaba una subida salarial, el pago de las horas extra y el derecho a tener agua potable en las galerías.

Una protesta pacífica

Las crónicas de la época narran que la protesta se desarrolló bajo un ambiente pacífico, hasta el punto que la Guardia Civil se retiró del poblado minero de Aldea Moret. Cuentan que fue una “grandiosa manifestación” frente a la pasividad y la “intransigencia” de la patronal.

El diario ‘El Noticiero’ da fe del fervor popular que llenaba la ciudad con el cierre de todos los locales comerciales. Relata cómo la gente se agolpaba en las bocacalles contiguas para contemplar el paso de la columna hacia la sede de la Cámara de Comercio, en la Plaza Mayor, donde se disolvió la protesta.

Un apoyo masivo

El historiador José Hinojosa, miembro del Grupo de Estudios sobre la Historia Contemporánea de Extremadura, explica que lograron el apoyo masivo de la ciudadanía y el apoyo del bloque del Centro Obrero (UGT), la mayoría de la prensa local y de las formaciones políticas, a excepción de los conservadores. Fue un momento de inflexión, en el que se consagraba la llegada de los movimientos obreros a la provincia y que abrió un tiempo nuevo, según expone.

Hinojosa ofreció esta semana una conferencia con motivo del centenario de la gran huelga dentro de los actos convocados por la Asociación Minas Aldea Moret, acompañado del secretario de salud laboral de SOMA UGT Asturias, Avelino Gutiérrez.

Allí expusieron el éxito rotundo de la protesta, pese a que no lograron su objetivo y la mina echó el cierre de manera temporal. Dos años más tarde la Sociedad General de Industria y Comercio, con sede en Bilbao, reanudaría de nuevo la explotación con la incorporación de 300 obreros. Eso sí, la actividad se retomó con las ocho horas que habían reclamado y con otras reivindicaciones por las que habían estado luchando en 1918.

El cierre de la mina y la protesta

Los acontecimientos coinciden con el final de la Gran Guerra, cuando la empresa echa el cierre ante el ambiente de huelga y bajo el pretexto de la inundación de los pozos por el agua. También alegó que no podían hacer competencia a los precios de los minerales llegados desde Marruecos y Argelia, entonces colonias francesas. La respuesta de los mineros fue contundente, al ofrecerles vaciar los pozos para ponerse a continuación en huelga.

El ambiente estaba marcado por la gran crisis de 1917 y el auge de los movimientos obreros. A nivel internacional latía el Trienio Bolchevique y el desembarco progresivo de las ideologías socialistas y anarquistas. 

Fue una huelga auspiciada por los movimientos obreros que se repetían en centros mineros de Riotinto o Asturias. Jugaban en un contexto muy favorable como demostraban los ejemplos de Puertollano o Peñarolla, donde las protestas estaban dando sus resultados. Estaban ganando.

Condiciones laborales

Las crónicas y la documentación a la que ha tenido acceso José Hinojosa muestran que los obreros reclamaban mejoras ya desde 1916 frente a la negativa constante de la empresa.

Sus salarios no subían a medida que sí lo hacían los productos básicos. En junio de 1914 cobraban 2 pesetas al día, por seis días a la semana y nueve horas diarias. En marzo de 1917 cobraban 3,5 pesetas, lo mismo que costaba un kilo de carne de ternera. Hay que tener en cuenta que eran padres de familias numerosas y que la mujer permanecía en casa, encargada del cuidado del hogar.

La huelga de Cáceres no llega a buen puerto por la negativa de la patronal a negociar y una suma de coincidencias que jugaron en su contra. El mismo mes de noviembre había dimitido el gobierno de concentración nacional de Antonio Maura, al que sustituye un gobierno provisional de tan sólo un mes. “Esto hizo que no tuvieran un interlocutor en el momento de sus protestas. A eso se suma que el ministro de Gobernación era asesor, abogado y accionista de la empresa”, apunta el experto.

Líderes obreros

Detrás de este movimiento están dos nombres de relevancia para la historia de la ciudad: Antonio Canales, que más tarde fue alcalde en la II República; y Pablo Valiente, que llegó a ser a diputado en las Cortes. Por aquellos entonces ya eran concejales y llevaron la problemática de los mineros al Consistorio. “Una vez que los obreros se van al paro los ediles del Frente Obrero planean un plan de obras para poder dar empleo a todos estos obreros que se van a ir a la calle ante un paro inexistente”.

Cáceres no castigará a los instigadores de la huelga fallida, los respalda y consagra con el triunfo posterior de la candidatura obrera. En febrero de 1920 hay unas elecciones municipales parciales con la victoria de la candidatura de la Casa del Pueblo, compuesta por los sindicatos, la federación local obrera y la agrupación socialista. 

La UGT y el PSOE se instalan de una manera definitiva en Cáceres, hasta el punto de que arrasarán en elecciones tras el final de la dictadura de Primo de Rivera, en las municipales de 1931 con la República.

El extremeño, “de carácter afable y tranquilo”

La llegada de las ideologías obreras a la provincia fue lenta. Desembarcaron de manera más tardía que en otras zonas. “De hecho el sindicato minero se constituye en marzo del año de la huelga cacereña”.

A modo ilustrativo el historiador apunta a las crónicas de un ingeniero jefe del Ministerio de Fomento, que señalaba en sus escritos en 1911 al carácter afable y sumiso de los cacereños por aquellos entonces.

Cuenta cómo, a pesar de que en ese año se ya se estaban produciendo huelgas en casi todos los centros mineros de España, “no se alteró nada su vida pacífica y laboriosa. Un carácter pacífico y trabajador de los obreros extremeños y su idiosincrasia por la que tienen poco y se contentan con ello”.

Otra de sus crónicas, de 1914, señala que “no hay injerencia externa que venga a perturbar su vida pacífica, con un desconocimiento absoluto de las evoluciones sociales”. “Los obreros de esta provincia leen muy poco y no son por temperamento propensos a lo que pueda perturbar su manera de ser (…) Sin embargo no hay que negar que van a haciendo mella las ideologías de otras provincias”.

Las conciencias comienzan a agitarse a partir de 1916, cuando los movimientos obreros se hacen fuertes en todo el país y comienza a llegar la propaganda y los líderes de otras zonas con sus reivindicaciones.

Ya se conoce lo que está pasando en Asturias con octavillas del Frente Obrero que lo narran. “Hay un mitin en diciembre 1917 en el que interviene Canales, pero también un anciano cantero, que mueve las masas instando a los mineros jóvenes a luchar por sus familias y a favor de las mejoras de todos y la revolución obrera”. Intervinieron albañiles venidos de Madrid, además de los mineros asturianos.

Tras la llegada de la República comenzará un nuevo ciclo con la victoria de la candidatura republicano-socialista en las elecciones municipales de 1931.

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