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Agregar o no a tus compañeros de trabajo en redes: “Mi jefa me pidió explicaciones tras ver que había salido de fiesta”

RedesCompañeros

Paula del Toro

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“¿Quieres proporcionar acceso a TikTok a tu lista de contactos? Se usará para mejorar tu experiencia”, pregunta esta famosa red social cuando se accede a la lista de seguidores de un perfil propio. En una época en la que las redes sociales juegan un papel importante para el conjunto de la sociedad, hasta el punto de que son pocos los espacios y personas que se mantienen al margen de estas plataformas, puede ser difícil desconectar del entorno en muchos aspectos. Es una evidencia que las redes han marcado un antes y un después en la forma de comunicarse y relacionarse con los amigos, con la familia, con la pareja y hasta con los compañeros de trabajo. Pero ¿son siempre estas conexiones como se esperan? ¿Es fácil poner límites respecto a con quién compartir determinada información de la vida personal?

“Entré en el feed de Instagram como cada tarde para ver qué habían hecho mis amigos durante la mañana. De repente descubrí un apartado que decía: 'Descubre personas', algo que no había visto nunca o no me había parado a mirar con detalle. Para mi sorpresa, aparecieron los perfiles de muchas personas y contactos relacionados con mi trabajo que no me interesaba que viesen el contenido que yo subía, por simple privacidad de mi tiempo libre. A pesar de que, creo, en ningún momento he dado permiso a esta red social para vincular los contactos de mi agenda, allí estaban”, cuenta Ana, comercial de 28 años, que decidió cambiar la configuración de su perfil de público a privado en ese momento.

Resulta inevitable toparse con ciertas personas que no nos esperamos si pasamos un rato mirando las redes sociales, y es que los mecanismos y algoritmos de estas están creados para conectarte con todas las personas posibles. Por ejemplo, en Instagram es necesario indicar el número de teléfono al iniciar sesión para verificar que quien está entrando es realmente la persona propietaria de esa cuenta, algo que permite a la aplicación recomendar seguidores de entre sus contactos. En otras redes sociales como TikTok es mucho más fácil: si una persona sube un vídeo público, automáticamente saldrá en la opción 'Para ti' de todos los usuarios de su agenda, a pesar de que no se sigan ni hayan entrado nunca en su perfil. Aunque, en la mayoría de casos, todo va en cuestión del conocimiento sobre las condiciones de privacidad de cada plataforma y de los límites que se quiera poner al propio contenido.

“Me considero una persona muy seria y profesional en mi lugar de trabajo, pero cuando salgo soy como una cabra loca y me encanta bailar. A veces hago trends de TikTok, pero no sabía muy bien cómo funcionaba… hasta el día que conocí que todos mis compañeros estaban viendo los bailes que hacía porque uno me dijo '¡Qué rápido te has aprendido el baile de esta canción!'. Me quería morir de la vergüenza”, relata otro trabajador que no quiere dar a conocer su identidad.

Hay personas que prefieren tener las redes sociales privadas porque quieren que su contenido solo lo vea la gente más cercana a ellas y otras que tienen perfiles de carácter profesional y lo promocionan en LinkedIn. Pero también existen aquellos usuarios que deciden añadir o aceptar a todo el mundo de su entorno, incluso a sus compañeros de trabajo, cuando realmente no tienen una relación de amistad con ellos. Esta decisión, a priori, no tiene por qué tener consecuencias en la preservación de la intimidad, ya que con esa conexión la persona da pie a compartir sus vivencias fuera del trabajo de manera natural. Incluso puede ayudar a que las relaciones laborales mejoren.

Cuando veía noticias, posts o cualquier bobada sobre casos de explotación laboral o las relaciones en el trabajo, lo resubía a mi perfil. Esto creo que ha ayudado a que [mis jefas] vean cómo pienso

Daniel (pseudónimo), 24 años trabaja en una agencia de comunicación

Es el caso de Daniel (pseudónimo), gallego de 24 años y trabajador desde hace dos en una agencia de comunicación. “Tengo a dos de mis jefas en Instagram desde que entré a la empresa. Nuestra relación a nivel laboral ha tenido muchos momentos malos, incluso he sentido que he sufrido acoso laboral durante un largo tiempo. Muchas veces me hacían echar horas de más o me pedían hacer cosas imposibles. Cuando yo me negaba y ponía límites, me preguntaban: '¿es que tienes algo más que hacer fuera de aquí?”, cuenta. “Yo nunca he dado explicaciones sobre lo que hacía en mi tiempo libre –prosigue– pero tampoco se lo he escondido nunca porque subo historias a Instagram y ellas lo ven. De hecho, yo les he dado el derecho a que lo vean sin ningún problema”.

Para Daniel, Instagram ha sido una vía por la que poder expresar sus quejas respecto a la actitud de sus superiores de manera indirecta: “Cuando veía noticias, posts o cualquier bobada sobre casos de explotación laboral o las relaciones en el trabajo, lo resubía a mi perfil. Esto creo que ha ayudado a que vean cómo pienso, y en mi opinión ha funcionado para que nuestra relación laboral y personal haya mejorado en los últimos meses”.

Pero también puede ocurrir todo lo contrario, y que aceptar la 'amistad' de los compañeros y jefes en esas plataformas donde los usuarios a menudo suben dónde están, con quién, a qué hora e incluso lo que están comiendo o bebiendo, salga mal. Puede incluso derivar en un foco de exposición que sirva como vía o excusa (ilegítima) a los responsables o empresarios en el control de sus empleados.

Una joven de Madrid a la que llamaremos Laura (pseudónimo), ya que no quiere dar su nombre por miedo a represalias, trabaja cada fin de semana desde hace cuatro años en una tienda de cosméticos y relata a este medio cómo en los últimos meses su intimidad se ha visto perjudicada: “Hace unos meses cambiamos de jefa de tienda por una baja. El ambiente de trabajo con la nueva superiora comenzó siendo de diez: nos traía café, se preocupaba por nuestras necesidades e incluso algún día decidimos quedar fuera de horario laboral para tomar algo con otras compañeras. Nos llevamos tan bien que decidimos compartir perfiles de Instagram y seguirnos. ¡En qué hora! Desde ese momento empezó a preguntarme mucho más por mi vida personal, hasta el punto de tenerme controlada”, cuenta con cierto reparo.

Hace unos meses cambiamos de jefa de tienda por una baja (...) Nos llevamos tan bien que decidimos compartir perfiles de Instagram y seguirnos. ¡En qué hora! Entonces empezó a preguntarme mucho más por mi vida personal, hasta el punto de tenerme controlada

Laura (pseudónimo) trabajadora en una tienda de cosmética

“Esta mujer, a la que ya tengo bloqueada, veía todo lo que subía e incluso me llegó a pedir explicaciones de lo que hacía o dejaba de hacer en mi tiempo libre… Un jueves salí a tomar una copa por el cumpleaños de un amigo, con el que subí una foto como modo de felicitación. Al día siguiente, con cara de pocos amigos, me dijo: '¿Qué hacías bebiendo un jueves? Sabiendo perfectamente que tenías que entrar pronto y que tienes que tener buena cara para los clientes, me parece poco profesional'. Me puse a llorar delante de todo el mundo, creo que nunca había sentido tanta impotencia”, concluye esta trabajadora.

María José Serrano, directora de la Escuela Profesional de Relaciones Laborales de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y profesora titular de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social en la misma, reacciona con asombro al conocer estos casos y señala que la superiora de Laura “cometió una ilegalidad”. “Los poderes del empresario o de los superiores se limitan a las acciones que hacen los trabajadores en el ámbito estrictamente laboral, no pueden decirle lo que hacer fuera porque es ilegal. Hay excepciones en determinadas empresas como partidos políticos, equipos de fútbol o las confesiones religiosas en las que la limitación de actos que puedan perjudicar a la empresa fuera de ella están acordados por razones lógicas, pero son casos muy concretos”, sostiene la profesional.

Los poderes del empresario o de los superiores se limitan a las acciones que hacen los trabajadores en el ámbito estrictamente laboral, no pueden decirle lo que hacer fuera porque es ilegal

María José Serrano directora de la Escuela Profesional de Relaciones Laborales de la UCM

Desde septiembre de 2021 en España está reglada la obligación de las empresas de establecer mecanismos de tutela frente a todas las formas de violencia y acoso en el mundo del trabajo –incluidas desde una vertiente digital–, tal y como se determina conforme al Convenio sobre la violencia y el acoso, 2019 (núm. 190) de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Concretamente, en el artículo 3 de este escrito se puede leer: “El presente Convenio se aplica a la violencia y el acoso en el mundo del trabajo que ocurren durante el trabajo, en relación con el trabajo o como resultado del mismo en el marco de las comunicaciones que estén relacionadas con el trabajo, incluidas las realizadas por medio de tecnologías de la información y de la comunicación”, regla que se aplica a todos los trabajadores, con independencia de su cargo o modalidad.

Serrano valora que “las redes sociales están jugando un papel muy importante en las relaciones entre miembros de una misma empresa” y que, como consecuencia, “estamos ante un choque entre el derecho a la intimidad y facultades de los empresarios y los compañeros”. La profesional piensa que, aunque estos actos están regulados y existan sentencias a nivel nacional y europeo, “en muchas ocasiones no se denuncian”. El caso de Laura fue una clara intromisión en la vida personal, según esta profesional de las relaciones laborales, pero hay otros casos en los que no está tan claro si se puede tratar o no de un caso de acoso laboral. Serrano recomienda “conocer cómo funciona la privacidad de las redes sociales y tener claro a quién le damos el derecho a ver lo que se comparte”.

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