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Estos son los riesgos de beber demasiada agua

Chica bebiendo agua

Cristian Vázquez

14 de junio de 2022 22:37 h

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A menudo se habla de los riesgos de la deshidratación. La falta del agua suficiente para el correcto funcionamiento del organismo es un problema frecuente en épocas de mucho calor. Sobre todo en quienes hacen deporte, en adultos mayores, niños y en personas con ciertas enfermedades.

Por eso -y también a causa de mitos como el que afirma que se deben beber dos litros de agua por día, ya desmontados pero que aun así mantienen su vigencia-, su consumo en grandes cantidades, sobre todo ahora que el verano ya está casi entre nosotros, está visto como un hábito saludable.

Existe, sin embargo, otro riesgo, del que se habla mucho menos: el de excederse con el agua. Tomar tanta que el organismo no alcance a procesarla y eliminarla y que esto termine generando problemas para la salud. Pero, ¿cuánta agua hay que beber para que esto suceda?

Sobrehidratación y sensación de saciedad

En realidad, así como no hay una cantidad mínima que valga para todas las personas, tampoco hay una máxima. La cantidad adecuada depende de varios factores como el peso corporal, las actividades que se realice y el clima de la región donde se viva.

Pero si la ingesta de agua es excesiva, el cuerpo no llegará a eliminarla en la misma medida. Se producirá una sobrehidratación con riesgo de que ocurra una hiperhidratación, cuyos síntomas iniciales son leves -distracción y letargo- pero pueden agravarse y dar lugar a vómitos, confusión, convulsiones e, incluso, a poner en riesgo la vida.

Desde luego, la sobrehidratación es mucho menos frecuente que la deshidratación. Para evitar que tomemos demasiada agua, el cuerpo posee un mecanismo de defensa que consiste en lo opuesto a la sed: la sensación de saciedad.

Un estudio realizado por científicos de la Universidad de Monash, en Australia, y publicado en 2016, comparó las respuestas cerebrales de dos grupos de individuos: por un lado, personas que acababan de practicar deporte; por el otro, sujetos que poco antes habían consumido mucha agua.

Las pruebas con resonancia magnética determinaron que, en el segundo grupo, había una gran actividad en la zona prefrontal del cerebro: a estas personas, tragar el líquido les costaba mucho más que a las del que había realizado ejercicio físico.

“Todos estos hallazgos”, dicen las conclusiones de los investigadores“, son consistentes con la presencia de inhibición de la deglución después de beber agua en exceso”. Añaden que, por lo tanto, tal inhibición “es un mecanismo importante en la regulación general de la ingesta de líquidos en humanos”.

¿Por qué algunas personas beben demasiada agua?

Es gracias a ese mecanismo de defensa que, en circunstancias normales, casi nadie tomaría más agua de la que -por decirlo de alguna manera- el cuerpo le pidiera. Pero hay algunos casos en los que eso sí sucede.

Por ejemplo, cuando una persona está convencida de que tiene que beber entre dos y tres litros de agua por día y se fuerza a hacerlo, aun cuando se siente saciada. El éxtasis, por su parte, es una droga que genera mucha sed y puede llevar a que alguien beba grandes cantidades de agua en lapsos muy breves, con el consiguiente riesgo de sobrehidratación.

Otro caso es el de los deportistas, sobre todo los atletas, que beben mucha agua para evitar la deshidratación. El resultado puede ser justo el contrario: una hiperhidratación, con consecuencias igual de graves o incluso peores que las que se buscaban evitar.

Dos décadas atrás, en la maratón de Boston de 2002, la ecuatoriana Cynthia Lucero -por entonces de 28 años- se desvaneció en plena competencia y murió unos días después. Si bien en un primer momento hubo dudas acerca de la causa de su fallecimiento (e incluso se habló de deshidratación), investigaciones posteriores determinaron que la razón fue una hidratación excesiva.

Además, hay que decir que en ocasiones la hiperhidratación no se debe a una ingesta demasiado elevada de agua, sino a que los riñones no eliminan la orina con normalidad. Así lo señala el Manual Merck de Diagnóstico y Terapia, que añade que eso sucede ante ciertas nefropatías (enfermedades en el riñón), pero también ante cardiopatías o hepatopatías.

También existe este riesgo, apunta el mismo Manual, en el caso de bebés prematuros -cuyos riñones aún no han madurado- o en personas con un problema llamado síndrome de secreción inapropiada de la hormona antidiurética. En este caso, tal hormona se segrega en cantidades tan grandes que la persona no puede orinar y, debido a ello, su organismo sufre de retención de líquidos.

Los problemas de la demasiada agua en el organismo

¿Por qué es malo que haya demasiada agua en el cuerpo? El principal problema es que el sodio -diluido por el mucho líquido- disminuye su concentración en la sangre. Si esa concentración baja demasiado (a menos de 135 miliequivalentes por litro) se produce una hiponatremia.

Es esa hiponatremia la responsable de los síntomas ya citados: confusión, somnolencia, vómitos, convulsiones y pérdida del sentido, con riesgo para la vida. Un tipo específico de hiponatremia es la “asociada al ejercicio” (como la que afectó a Cynthia Lucero), descripta en la década de 1980 y que en los últimos años ha merecido numerosos estudios.

Sobre todo, porque -como destaca un metanálisis de 2017- los casos registrados en años recientes ya no se limitan a atletas de élite, sino que involucran a simples aficionados al deporte que no dimensionan los riesgos en su justa medida.

Cuando se detecta una hiperhidratación, el tratamiento es simple: restringir la ingesta de líquidos y tomar medidas contra la causa que la ha provocado. Sin embargo, esa restricción del consumo de agua debe estar supervisada por un médico, indica el Manual Merck, pues una reducción demasiado drástica podría generar problemas adicionales.

En ocasiones, es necesario recurrir a fármacos que ayudan al organismo a eliminar líquidos. En cualquier caso, el médico buscará las razones de esa hidratación excesiva, para procurar que no se reitere.

Por lo demás, es importante la prevención: tener presente que tomar demasiada agua puede ser tan malo como tomar poca. Y que la sed -aunque es una sensación que puede verse alterada por ciertas enfermedades, en los adultos mayores, etc.- es la mejor manera de regular cuánta agua conviene tomar y cuándo dejar de hacerlo.

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