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COP26: una cita con nuestra última oportunidad con el clima

Un momento de la COP26 en Glasgow

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Muchas cosas han cambiado desde la última COP25 en Madrid en diciembre de 2019. En estos momentos, los esfuerzos globales para combatir la crisis climática se están llevando a cabo en un entorno que se ha visto completamente alterado por la pandemia de COVID-19.

También hemos sido testigos de cómo ha empeorado la crisis climática, lo que ha tenido graves consecuencias en todo el mundo y en Europa en forma de lluvias torrenciales, inundaciones, olas de calor e incendios. Los informes científicos han dejado claro que lo peor está por llegar a menos que tomemos medidas en defensa del clima y logremos avances inmediatos, ambiciosos y concretos en la lucha contra la crisis climática.

A lo largo de los dos últimos años, la UE se ha mantenido constante en su compromiso de convertirse en líder climático, no solo estableciendo objetivos ambiciosos, sino también traduciéndolos en legislación con el fin de alcanzar la neutralidad climática, a más tardar, de aquí a 2050.

Ahora contamos con el Pacto Verde Europeo, la Ley Europea del Clima y el paquete de medidas «Objetivo 55». Otros países y continentes también han avanzado en la buena dirección. Por ejemplo, China se ha comprometido a lograr la neutralidad en emisiones de carbono antes de 2060, mientras que Estados Unidos ha vuelto al Acuerdo de París y ha manifestado su compromiso de alcanzar las cero emisiones netas de aquí a 2050.

No obstante, tenemos que velar porque estos compromisos se traduzcan en medidas y políticas concretas y estén respaldados por un compromiso y una cooperación internacionales significativos.

Un avance positivo en este sentido sería que la UE y todos los países del G20 fueran un paso por delante y se comprometieran con la neutralidad climática para el año 2050, dando un impulso a las medidas globales de lucha contra el cambio climático mediante el aumento del nivel de ambición tanto a corto como a largo plazo.

El compromiso del G20 debería ir acompañado de unas contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) actualizadas que nos sitúen en el camino correcto para cumplir la ambición del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura media mundial a muy por debajo de 2 ºC por encima de los niveles preindustriales, e idealmente a 1,5 ºC.

Según el informe sobre la disparidad en las emisiones de 2020 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, las CDN actuales se plasmarán en un calentamiento global superior a 3 ºC. Por consiguiente, es esencial que la COP26 consiga cerrar la brecha de la ambición entre donde estamos y donde tenemos que estar.

Asimismo, no debemos olvidar la importancia de la financiación climática, puesto que muchos países en vías de desarrollo tienen CDN condicionales, cuya consecución depende de la ayuda financiera.

En este sentido, es indispensable avanzar en el actual compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020, así como, según se decidió en la COP24, fijar un objetivo más ambicioso de 2025 en adelante.

Otro asunto apremiante es la necesidad de resolver las cuestiones pendientes del programa de trabajo del Acuerdo de París, en materia de transparencia, calendarios comunes y mecanismos de cooperación con arreglo al artículo 6, de manera que, en los próximos años, podamos centrarnos en seguir desarrollando y reforzando su puesta en marcha y aplicación.

Desde la perspectiva de la UE, la COP26 de este año en Glasgow debería brindar al liderazgo europeo la oportunidad de distinguirse, mostrándole al mundo que el refuerzo de los compromisos suscritos en el marco del Acuerdo de París puede, y debe, ir de la mano de una recuperación global verde.

La crisis del coronavirus nos ha enseñado de lo que es capaz la humanidad con voluntad colectiva y con capacidad para movilizar recursos.

Esta COP26 debería sembrar la semilla y sentar las bases de una recuperación global verde, acelerando el abandono de nuestra dependencia de los combustibles fósiles e impulsando un programa climático que vaya de la mano de una transición justa y social.

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