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Días cortos, de escasa luz, con frío, viento y lluvia: en bicicleta durante el invierno

En bicicleta, por la nieve

Kepa Lizarraga

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Días cortos, de luz escasa, frío, viento y lluvia. Es la carta de presentación del invierno. Muy poco amigable con amantes de la bicicleta. Pero guardarla unos meses no es una alternativa. ¿Qué podemos hacer para afrontar esta temporada de la mejor forma posible? Vamos a abordar algunos los retos que nos plantea.

Entre el día 21 de diciembre al día 20 de marzo, de forma progresiva, el sol se vuelve perezoso y no asciende en el cielo tal como lo hará unos meses más tarde. En su solsticio de invierno, apenas llegará a estar cerca de los 30ª grados de elevación, cuando en el de verano superará los 70ª, en la península. Eso hace que sea menos luminoso y tenga menos poder calórico, pero al estar cerca del horizonte, dificultará nuestra visión incluso más que en verano. Frente a ese problema encontraremos ayuda en dos sencillos aditamentos: las gafas con cristales tintados, preferiblemente con filtro ultravioleta e infrarrojo, y las viseras, que podemos insertar bajo el casco o en el mismo, para que proyecten su sombra sobre nuestros ojos.

Además, en pleno invierno apenas hay poco más de 9 horas de luz, mientras en verano disfrutamos de más del doble. Eso hace que sea más probable tener que circular con poca luz, lo que incrementa el riesgo de accidente al movernos en el tráfico. El antídoto frente a la oscuridad es, evidentemente, dotarnos de un buen sistema de iluminación, delantera y trasera. Por otra parte, muchos accidentes ocurren por colisión lateral, por lo que es aconsejable implementar también reflectantes laterales, preferentemente móviles, en ruedas o pedales, por ejemplo, y en posiciones bajas, para ser iluminados antes por los focos de otros vehículos.

La ropa es otro elemento que influye en la seguridad vial ciclista. Lo hace en cualquier temporada, pero especialmente en invierno. Aunque llevar prendas de color llamativo no es tan eficaz como llevar luces o reflectantes, está claro que ayuda a que nos vean, por lo que debemos preferirlas en esta temporada.

Las bajas temperaturas de estos meses que nos ocupan, habituales en buena parte de la península, son otro de los obstáculos que dificultan el uso de la bicicleta. A los efectos ingratos del termómetro debemos añadir las pérdidas de calor que se producen por convección. Es decir: por efecto del aire en movimiento.  Tanto del que generamos con nuestro desplazamiento, como del viento ambiental. Ambos potencian el enfriamiento corporal por convección, tal como muestra el cuadro adjunto:

Con una temperatura ambiente de 4ºC, las partes del cuerpo expuestas de una persona que ruede en bici a unos 24 Km/h sufrirán el enfriamiento equivalente a una temperatura de -6ºC. En tales condiciones, está claro que debemos evitar que el viento agreda directamente cualquier zona de piel. Cubrir las manos con guantes, la cara con máscaras o “buffs” y que todas las prendas que utilicemos incluyan una capa cortavientos será de gran ayuda para mantener la temperatura corporal en márgenes de confort.

¡Ojo! El exceso de aislamiento también puede perjudicarnos. Hay que recordar que el 75% de las calorías que gastamos en los desplazamientos se transforman en calor. Si vamos con ropa excesiva para el nivel de esfuerzo que hacemos y las condiciones ambientales que nos rodean, comenzaremos a sudar. En tal caso nos mojaremos de dentro hacia afuera, y los tejidos húmedos perderán buena parte de su capacidad de aislamiento, que puede reducirse a la mitad o un tercio, en función del material utilizado para confeccionar las prendas.

Ese mismo riesgo tenemos al emplear prendas impermeables sin membranas que permitan cierta transpiración. En su interior se acabará condensando la humedad del sudor. Y no es que las prendas con ese tipo de membranas sean la solución mágica. De hecho, hay diferencias sustanciales de rendimiento entre unas y otras, pero incluso las mejores tienen sus limitaciones en cuanto a la cantidad de mililitros de sudor que son capaces de evacuar a través de sus poros. Es decir: “nos perdonan” errores pequeños de vestuario, pero no todos. Por ello, una buena alternativa para la bicicleta puede ser el uso de capas y capelinas con los laterales más o menos abiertos, para protegernos del agua permitiendo cierta ventilación.

¡Al mal tiempo, buena cara!

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