Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.
Qué mono eres en El Hormiguero
Pablo Iglesias canta mejor que yo. Soraya Sáenz de Santamaría baila mejor que yo. Pedro Sánchez juega al baloncesto mejor que yo. Onintza Enbeita ha ido a más conciertos de Isabel Pantoja que yo. Mariano Rajoy roba el Marca a su hijo mejor que yo. Y Albert Rivera debe de hacer algo mejor que yo pero todavía no lo han puesto en la tele.
Todas estas derrotas cotidianas las he asumido gracias a programas como El Hormiguero o Ana Rosa que se dedican en los últimos tiempos a mostrarnos “el lado más humano” de los políticos, como si en realidad fueran Terminators que dedicaran el resto de su tiempo a intentar asesinar a Sarah Connor, un extremo que no deberíamos descartar del todo. Nunca le des la espalda a un candidato a presidente del Gobierno o terminará arrebatándote la jubilación que te prometió en el Senado.
Se ha puesto de moda en la tele mostrarnos a los políticos en contextos más relajados, en los que los presentadores se ríen con las ocurrencias de los políticos y los políticos se desternillan con los chistes que han preparado los guionistas. Todos se ríen mucho como en un especial de Nochevieja o una convención de comerciales, y a los jajajas les siguen aplausos desenfrenados del público, musiquitas hiperchachis de fondo y la cámara que se mueve de un lado a otro. Es como 'Siete novias para siete hermanos' pero rodada por Oliver Stone con música de Crystal Fighters y una dosis adecuada del tradicional peloteo español.
Uno termina acurrucado en el sofá de casa tapado con una mantita y soltando frente a la tele “qué mono es, ¿a que es muy mono?”. En el caso de Rajoy la expresión permite su uso de forma literal, lo que probablemente explique las reticencias de su equipo de comunicación a enviarlo a este tipo de programas de televisión en los que corre el peligro de tropezarse y quemarse la barba con el quimicefa de turno mientras exclama: “Decid a los proveedores que les quiero”.
Algunos afirman que detrás de estas maniobras hay campañas ocultas de oscuros intereses para ordenar las piezas del tablero a su gusto, y que la gente responde como un rebaño a los estímulos catódicos (y se pasa automáticamente del “qué mono” al “te voto”). Los que ayer encumbraban a Podemos ahora lo hacen con Ciudadanos, afirman, como si existiera una fórmula matemática inequívoca que distribuyera diputados en función de los índices de audiencia.
Por supuesto, hay muchos intereses en juego y también una relación entre exposición mediática y capacidad de influencia en el electorado (en caso contrario los políticos no se arriesgarían a hacer el ridículo en El Hormiguero), pero si fuera tan sencillo como medirlo al peso, Ciudadanos ya le habría pedido a Bertín Osborne ser su cabeza de lista por Zaragoza para hacer frente al general de Podemos (mierda, creo que le he dado una idea a alguien).
A veces nos olvidamos con facilidad de que en estos tiempos tan convulsos la política y los políticos tienen audiencia en televisión (ejem, todos los políticos salvo Urkullu que te manda la audiencia a aumentar la tasa de natalidad en el mejor de los casos) porque, entre otras cosas, la política y los políticos son entretenidos. Y, sin entrar en las consecuencias de que la política se convierta en un género más de entretenimiento (eso da para otro artículo), el caso es que todo el mundo obtiene algo: las cadenas, audiencia y dinero; los espectadores, un rato de palomitas; y los políticos, intentar que pienses que no son tan fachas o tan bolcheviques, y que su cuerpo es de procedencia humana y, en concreto, que la sonrisa de Pedro Sánchez es natural (pero no).
“El informativo no lo ve todo el mundo. La gran audiencia está en el entretenimiento”, dice el periodista Toni Aira para explicar este fenómeno televisivo. Así que los políticos van donde están sus potenciales votantes y la gente está en casa viendo El Hormiguero, Ana Rosa o El Intermedio. Y por esta tiranía de arrastrar a los políticos a los lugares en los que se refugian las grandes audiencias, cualquier día nos vamos a encontrar frente a la pantalla del ordenador con los pantalones desabrochados y los candidatos a la presidencia del Gobierno dándonos la brasa en Youporn. Si llega el día, que salgan desnudos, por favor, así al menos el rato servirá para algo.
Sobre este blog
Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.