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Queridos Reyes Magos, iré al grano

Queridos Reyes Magos:

Iré al grano. La cosa está jodida. Muy jodida. Ya lo sé, venís de Oriente y allí la situación es todavía peor y no pretendo dar lecciones de nada, pero en España estamos a punto de dejar de sonreír. No os quiero alarmar: os volveréis a enfrentar a hordas de críos sonrientes apostados en las aceras, a sus gritos de ilusión nerviosa y a esa inocencia con la que no puede ni el más cicatero de los recortes (al menos durante una noche, al menos durante vuestra noche). Pero lo vais a notar cuando estéis paseando por las calles: es una especie de vaho helado de melancolía que irá escalando por vuestras carrozas hasta enfriaros las manos, un desasosiego que lo impregna todo de resignación, como si la gente volviera de pasar la noche en un hospital y sólo hablara de vesículas y cauterizaciones. No sé si me explico. La cosa está muy jodida, vamos.

Lo vuestro es atender a los críos y no os quiero despistar de vuestras obligaciones, pero hacedme un favor, aunque sea por un segundo levantad la mirada de los niños a los que rendís pleitesía y fijaos en sus padres, en sus ojeras, en las arrugas de preocupación, en esa tristeza que guardan para sí mismos, mientras –como decía Mark Twain- comparten la felicidad con los demás. Ellos también sonreirán, lo harán junto a sus hijos y os pedirán caramelos como lo hacen sus hijos, pero algunas de esas sonrisas -demasiadas- serán muecas forzadas de tanatorio. De reír por no llorar.

Queridos Reyes Magos, además de los chiquillos, os recibirán políticos y politicuchos para que seáis cómplices de ese buenismo con el que nos endulzan los telediarios. Son los tipos encorbatados que se sacarán la foto con vosotros mientras soltáis el rollo de los mejores deseos y que todo mejore y podamos salir de la crisis y todas esas palabras vacías que envuelven vuestros discursos, y los discursos del rey que no es mago y los discursos del resto de dirigentes del país.

En fin, esto es una carta a los Reyes Magos así que se supone que tengo que pedir algo.

Queridos Reyes Magos, por una vez podríais cantarles las cuarenta. Por una vez, podríais fumaros vuestra soporífera neutralidad suiza y dejar a un lado los lugares comunes y los manuales de autoayuda. Por una vez podríais cabrearos un poco y pegar cuatro voces. Y blandir un zapato si hace falta. No se lo van a esperar. No se van a esperar que los Reyes Magos les digan nada. No están acostumbrados a que les lleven la contraria. Y no os pido un discurso consensuado en una asamblea ni nada demasiado petulante. A mí me sirve con que emuléis a Fernando Fernán Gómez y les mandéis a la mierda. Bien alto. ¡A LA MIERDA! ¡VÁYANSE USTEDES A LA MIERDA!

Un abrazo muy fuerte y cuidado con las cuchillas al cruzar la frontera.

P. D.: Tampoco estaría mal que me trajerais el Cinexin. Llevo pidiéndolo desde 1983 y no me he portado tan mal.

Queridos Reyes Magos:

Iré al grano. La cosa está jodida. Muy jodida. Ya lo sé, venís de Oriente y allí la situación es todavía peor y no pretendo dar lecciones de nada, pero en España estamos a punto de dejar de sonreír. No os quiero alarmar: os volveréis a enfrentar a hordas de críos sonrientes apostados en las aceras, a sus gritos de ilusión nerviosa y a esa inocencia con la que no puede ni el más cicatero de los recortes (al menos durante una noche, al menos durante vuestra noche). Pero lo vais a notar cuando estéis paseando por las calles: es una especie de vaho helado de melancolía que irá escalando por vuestras carrozas hasta enfriaros las manos, un desasosiego que lo impregna todo de resignación, como si la gente volviera de pasar la noche en un hospital y sólo hablara de vesículas y cauterizaciones. No sé si me explico. La cosa está muy jodida, vamos.