Think Bask, quiere ser una red de pensamiento analítico donde aquellas personas que generan conocimiento en nuestra sociedad, como universidad, investigadores sociales, analistas, fundaciones, ONG’s, sindicatos, partidos políticos, blogs, etc... tengan un cauce de expresión y un lugar de encuentro. En este espacio caben todas las opiniones y el debate es bienvenido.
De mártires y de víctimas (de los mártires)
El 'pretendiente Carlos VII' instituyó en 1897 la fiesta de los Mártires de la Tradición. Cada 10 de marzo –aniversario de la muerte de su abuelo, el 'pretendiente Carlos V'- se juntaban veteranos y jóvenes carlistas en sus casinos para mantener vivo el recuerdo de los caídos en las sucesivas guerras civiles, sublevaciones e intentonas protagonizadas por éstos. Los viejos contaban a los jóvenes “hechos carlistas”, sus líderes del momento explicaban el sentido de la centenaria e inacabable lucha trenzando un relato entre las razones olvidadas de la historia eterna y las problemáticas del presente, y entre todos reafirmaban la significación de lo pasado reiterando su disposición a volverse 'a echar al monte' en cuanto la ocasión así lo demandara. Era una imagen un tanto extraña: sentados cómodamente en los sillones de sus casinos, en perfecta y plena legalidad y capacidad de acción política, se manifestaban como si en cosa de dos días hubiera de nuevo que coger el fusil si así se lo pedían sus jefes. De hecho, lo acabaron haciendo.
La conmemoración hace unos días del llamado 'Gudari eguna' –un 27 de septiembre, rememorando las últimas ejecuciones de Franco, ya desde hace años de exclusiva propiedad de la izquierda 'abertzale'- se hizo bajo el habitual eslogan recordatorio de los 'gudaris de ayer, hoy y mañana', y de fondo una imagen festiva de uno de aquellos alzamientos populares de jerséis tarareando la tonadilla del final de Carrero Blanco. Mezclas todas también extrañas. Fiestas y necrológicas mezcladas. Reafirmación de que la lucha no para y de que se muestran dispuestos a retomar las armas si así se lo piden sus jefes, aunque lo hagan desde la comodidad ritual de la plena legalidad y capacidad de acción política, desde la seguridad de cientos de escaños en parlamentos, diputaciones, alcaldías y concejalías de ciudades y pueblos.
Lo importante es el relato. Lo importante es que la gente crea en algo, aunque sea descabellado. Es el relato lo que permite articular adhesiones, explicaciones y razones finalmente coincidentes. El criterio de cada cual, siendo más rico y libre, es políticamente mucho más débil. La izquierda 'abertzale' lo ha tenido siempre muy claro. Tanto ETA como Sortu emitieron sus respectivos mensajes para la jornada. No anunciaban, como preveían los expertos, ninguna entrega de armas ni adjuntaban los planos del tesoro de los cacharros viejos, capaces por sí solos de sentar un nuevo jalón en el esperado final del terrorismo. Se limitaban, los dos comunicados, a apuntar a lo esencial: el relato futuro. La organización terrorista y su brazo civil no renuncian al sentido y razón de la acción que ha provocado en sus propios medios decenas de muertos y heridos, miles de detenidos y presos, y dos generaciones de partidarios atrapados en una lógica estrecha y de improbable victoria. Ni se cuestionan el pasado ni, mucho menos, se plantean el número multiplicado de sus víctimas. Colectivamente, políticamente, nunca lo harán. La mística revolucionario-patriótica que les animó y justificó durante este medio siglo saltaría por los aires. Solo cabe esperar que lo hagan individualmente, como se hacen estas cosas.
Si el objetivo de ETA y la izquierda 'abertzale' era imponer su fórmula alternativa a la democracia que ellos y nosotros vivimos y disfrutamos, está claro que políticamente han perdido. Pero les queda, como a los carlistas de hace un siglo, el relato. Las 'causas perdidas' pueden persistir en el tiempo cobrando renovadas formas e instalándose como asidero de futuras reivindicaciones. Los carlistas son vivo ejemplo de ello. (Eduardo González Calleja explica el ejemplo de los 'sudistas' norteamericanos en un libro de reciente aparición: 'Construyendo memorias', en Libros de la Catarata). Pero para eso hace falta el relato que retenga la experiencia, el recuerdo y la lógica positiva de la lucha, por mucho que ésta haya resultado derrotada.
Al igual que a otros tantos perdedores, a ETA le trae al pairo lo que hagamos nosotros con la memoria de sus víctimas, con “nuestros muertos”. Incluso puede aceptar una 'verdad' postmoderna, en el sentido de que cada bando tenga la suya. A ETA solo le importa que los suyos se mantengan fieles a la lógica que ella ha protagonizado durante cincuenta años, a sabiendas de que no va a encontrar enfrente el reconocimiento que no ha tenido hasta ahora. La lucha por su memoria la interpreta así crucial para seguir existiendo en el futuro, aunque sea como 'lost cause', como causa perdida y por eso romántica, idealista y no criminal. Vuelta al principio.
¿Y enfrente? ¿Tiene la ciudadanía vasca la misma convicción de que la democracia que vive depende de un relato donde las víctimas de los terroristas cobren sentido político, precisamente como garantes involuntarios -porque no querían serlo- del proyecto democrático que empezó cuando terminaba la dictadura? Me temo que no. No tienen los ciudadanos esa preocupación ni la tienen sus instituciones y sus organizaciones políticas. De manera que amenaza prosperar una 'melange' recordatoria, de memorias equidistantes y por ello inservibles, que les permita a ellos lo que quieren: eternizarse. Y ya lo avisan: su lucha y sus 'gudaris' lo son de ayer, de hoy y de mañana.
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