Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Las colas del frío
Un sábado de noviembre. 60 personas se acercan a las nueve y media de la mañana al almacén de ropa solidaria que Ongi Etorri Errefuxiatuak tiene en un barrio de Bilbao en la parroquia de María Reina que —de manera solidaria— nos ha cedido un amplio espacio en el que organizarnos. Hoy han acudido 13 mujeres —junto a ellas siempre hay criaturas— y 47 hombres; 33 de estas personas viven en la calle.
Algunas personas son las mismas que vinieron el sábado anterior y el anterior. Esta vez hemos repartido 40 mantas y el sábado que viene será igual. Las colas del frío, las colas de la vergüenza.
Son personas migrantes que acuden al SMUS (Servicio Municipal de Urgencias Sociales) en busca de albergue. “Te ponemos en la lista de espera”… Una y otra vez, y mientras tanto la calle es su alojamiento, debajo de un puente, en la cancha de Atxuri, en un recodo donde no se les vea. ¡Qué valientes! ¡Qué vergüenza para esta ciudad! Y a la vez el albergue de Montaño casi vacío, con más de 80 camas disponibles. No es sólo dormir bajo techo, es poder dejar tus pertenencias, es un desayuno caliente, es no vivir bajo la amenaza de que vendrán los municipales o el servicio de limpieza a regar tus mantas y tu escaso equipaje, a quitarte lo poco que tienes y vuelta a empezar.
Casi la totalidad de estos jóvenes se levanta de la calle para ir a clases de castellano o a un curso que alguna asociación organiza. La mayoría no está de paso, quiere vivir aquí e ir haciéndose un hueco como ciudadanos con derechos.
Las mantas, los calcetines, los sacos de dormir y esterillas, los calzoncillos y un cepillo de dientes y media jaboneta de chimbo que llevan del almacén se consiguen a través de recogidas de material en barrios y en pueblos, en la Escuela de ingeniería, en institutos, en las universidad de Leioa y Deusto. Porque en todas partes hay gente anónima que dona solidariamente. Y cada sábado las voluntarias nos preguntamos: ¿hasta cuándo?
Casi la totalidad de estos jóvenes se levanta de la calle para ir a clases de castellano o a un curso que alguna asociación organiza. La mayoría no está de paso, quiere vivir aquí e ir haciéndose un hueco como ciudadanos con derechos
Y cada sábado escuchamos a esas personas decir que no son delincuentes, que han venido a trabajar, que les piden padrón para poder apuntarse a cursos de Lanbide, que necesitan oportunidades en esta ciudad que negocia millones para construir un AVE que luego va a transportar a unas pocas personas que podrán pagarlo, que el alcalde de esta ciudad, que insiste en que somos un pueblo de acogida, que trabaja para que nadie se quede atrás, les niega lo más elemental. Nos dicen que les tratan peor que a perros, nos cuentan que al otro lado del Mediterráneo tienen hijas, familias, que esperan su apoyo.
¿Dónde está esa buena política, la que cuida a sus ciudadanas y ciudadanos, la que respeta y atiende a los derechos más elementales de cualquier persona: alojamiento, comida caliente, lugar en el que asearse y guardar sus cosas, poder trabajar?
¿Dónde está ese 'Pacto social vasco para la emigración' (2019) con ese apartado hermoso que dice “Ofrecer lo que desearíamos recibir”? También dice tener “[...] una dimensión ética democrática porque define la capacidad de solidaridad y civilización de una sociedad. Se pone en juego la reacción individual y colectiva ante una persona prójima en situación de desamparo. O se impone el sálvese quien pueda, o se promueve la posibilidad de compartir el bien común… En materia de migración el principio ético prevalente es ofrecer lo que necesitaríamos recibir, caso de encontrarnos en situación similar”. Bla, bla, bla, aquí también.
Cualquier día de estos vamos a ponernos delante del Ayuntamiento y del Gobierno vasco a repartir mantas, a ver si se les cae la cara de vergüenza y a ver si se acercan a mirar a los ojos a todas esa mujeres, hombres y familias (cada vez más) que no se olvidan de dar las gracias por un par de zapatos usados y que lo único que quieren es derechos y una acogida digna.
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