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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

España vuelve a salvar a Euskadi

Javier Arteta

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Una vez más, España ha vuelto a salvar a Euskadi, la de toda la vida: la que existía ya desde antes de la creación del Universo, la que se niega tenazmente a la asimilación extranjera, la de la resistencia férrea en defensa de sus señas milenarias de identidad. Tan férrea, que podría considerarse numantina, si no fuera por que lo de Numancia evoca una gesta que no es exactamente vasca y cae, por tanto, en el lado geográfico incorrecto. Por suerte, ha quedado claro una vez más quién es nuestro enemigo externo. Y nunca agradeceremos a España que, adelantándose a nuestros deseos, haya tenido la gentileza de hacérnoslo entender; y proporcionarnos, de paso, el chute de pasión y ansias de lucha que necesitamos para seguir con nuestro proceso de construcción nacional, sin hacer caso a los cantos de sirena (reformas constitucionales, federalismos y chorraditas varias) que nos puedan venir de Madrid.

Con toda esta movida del Concierto y del Cupo a abonar al Estado, Dios (o Susana Díaz) le ha venido a ver al PNV, obligándole a centrarse una vez más en lo esencial -salvar a un país cercado por la España que nos quiere asfixiar-, y no en cuestiones secundarias, como el empleo, la vivienda, los servicios públicos, el progreso económico, el bienestar de la gente y otras menudencias carentes de grandeza alguna. Que eran, por cierto, las prioridad es que se había marcado el lehendakari Urkullu, antes de que en el último Pleno de Política General soltara el hueso de la “nación foral”, para tener entretenida a una opinión pública acomodaticia, que no le causa demasiados problemas.

Pero no bastaba con eso. Era preciso algo más contundente para marcar el territorio como es debido. Se estaba flojeando mucho en los principios y había demasiados arrumacos del PNV gobernante hacia los socialistas, empeñados en vivir en este país por encima de sus posibilidades políticas, como si fueran vascos al cien por cien. Se había llegado al punto de que todo un lehendakari de los de siempre fuera obligado a reconocer en el Parlamento que el autogobierno de Euskadi tiene mucho que ver con algo tan dudoso como ejercer las competencias que nos corresponden en materia de vivienda; y que, en consecuencia, si llegara el caso y fuese necesario, defendería en Madrid la Ley de Vivienda que los socialistas impulsaron con la misma energía con que un nacionalista defiende la Casa del Padre.

Una claudicación manifiesta, cuando todo el mundo sabe que esa ley, además de ser cara, como dijo el consejero Toña, provocará un “efecto llamada”, para que toda la inmigración mundial se venga a Euskadi a ocupar nuestras casas, como recordó en su día, en el mejor estilo Maroto, el consejero Erkoreka, portavoz del Gobierno de Urkullu.

Y lo peor fue que el grupo parlamentario socialista, para mayor humillación al Gobierno, tratara de plasmar en una propuesta parlamentaria lo que había sido un compromiso formal del propio lehendakari. Y hasta ahí podríamos llegar. Menos mal que los partidos “de aquí” (PNV y EH Bildu) tuvieron reflejos suficientes para dejar claro, por si hubiera lugar a dudas, que eso del autogobierno no iba de derechos sociales, ni de tonterías por el estilo, sino de reafirmar la defunción del Estatuto, la actualidad del 'plan Ibarretxe' y el “derecho a decidir”. Afortunadamente, siempre habrá en el PNV un Egibar de guardia que imponga las rectificaciones oportunas que reclama un país en estado de sitio, y no está dispuesto a aflojar en su tensión nacional, ante el acoso de una España que, al parecer, tampoco está dispuesta a aflojar en la suya.

Claro que, para ello, se ha visto obligado a hacer un feo al lehendakari Urkullu, cuyo compromiso de diálogo y de pacto con todas las fuerzas parlamentarias para alumbrar su nuevo estatus para Euskadi ha quedado en papel mojado. Porque, a tenor de la propuesta que PNV y EH Bildu pactaron y sacaron adelante el pasado 8 de octubre en el Parlamento vasco queda claro, igualmente, que el futuro de nuestro marco de autogobierno tampoco va de diálogo y acuerdos amplios entre diferentes. Sigue yendo de imposición pura y dura de los postulados más intransigentes de la familia nacionalista, al menos mientras cuente con la mayoría necesaria. El acreditado “culo de hierro” de sus representantes, en acertada expresión de Andoni Ortuzar, sigue siendo implacable, disuadiendo a quienes traten de moverles la silla. ¿Para qué van a cambiar, si las cosas les marchan electoralmente bien? Y, además, en el caso de que no les vaya tan bien, en última instancia, a los nacionalistas siempre les quedará Madrid. ¿De quién, si no, se van a defender en el futuro?

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