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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Derecho a construir

José Luis Salgado

Estos días estamos oyendo en infinidad de ocasiones la frase “derecho a decidir”, aunque se dé la paradoja de que esta expresión no tenga el mismo significado para todas aquellas personas que la usan. Para cualquiera que se precie de demócrata, la expresión en sí misma debería ser el pilar de un sistema democrático donde la ciudadanía pueda expresar su voluntad a través de un proceso participativo más o menos complejo. Pero tanto si hablamos de los movimientos independentistas en Cataluña o Euskadi como del debate sobre el modelo de estado en España surgido a raíz de la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe, el derecho a decidir tiene mil matices que no pueden ser obviados a la hora de encontrar el mejor camino para la ciudadanía, que es al fin y al cabo, el objetivo último de la política.

Me gustaría centrarme hoy en una iniciativa que nace bajo el paraguas de esa expresión y que pretende reeditar el éxito de la cadena humana catalana que tanto ha dado que hablar en los últimos meses. Me refiero a la iniciativa “Gure esku dago” que pretende unir este próximo domingo los 123 kilómetros que separan Durango de Pamplona a través de las manos entrelazadas de 20.000 personas para visualizar la voluntad ciudadana de decidir sobre el futuro en solitario de Euskal Herria. Esta iniciativa se presenta a la sociedad vasca bajo tres premisas: somos una nación, tenemos derecho a decidir y es la hora de los ciudadanos y ciudadanas. Pues bien, la razón por la que una parte de la sociedad vasca que no rechaza en absoluto el derecho a decidir no secundará esta propuesta es que piensa que las enunciados deberían estar justamente en el orden inverso: es la hora de la ciudadanía, que quiere decidir (y participar en la elaboración de la propuesta) sobre si queremos convertirnos o no en un nuevo estado-nación.

La afirmación de que somos una nación a estas alturas del siglo XXI no deja de parecerme un anacronismo. La Euskadi de 2014 es multicultural, multiétnica y multirreligiosa, en nada parecida a la sociedad que justificaba la existencia de los estados-nación y del concepto nacional en sí mismo. ¿Amparamos nuestra propuesta en los derechos históricos coyunturales de una sociedad que ya desapareció y a la vez invocamos que las leyes no pueden ser inamovibles y que deben adaptarse a la sociedad a la que sirven como instrumento? A mí me parece una contradicción evidente. Además, la ciudadanía tiene derecho a decidir también sobre el modelo social, laboral, económico, productivo, energético, etc. Y eso no se ha planteado en ningún momento y me temo que no se hará jamás. Se trata de una iniciativa intencionadamente difusa, ya que no se concreta el contenido sobre el que ejercer ese derecho a decidir, ni el proyecto de futuro que se plantea tras el ejercicio de ese derecho.

Bajo este prima, el derecho a decidir ya no parece un ejercicio tan sencillo. Este derecho sólo tiene sentido como resultado de un derecho previo, el derecho a participar, a construir. En mi opinión, el sujeto de los derechos es la persona y deben ser las personas las que tienen que ejercitar el derecho a construir una sociedad con futuro. El futuro de la sociedad vasca no puede decidirse entre varios partidos políticos a puerta cerrada. Es imprescindible un debate previo totalmente abierto a la ciudadanía, en el que se analicen todas las propuestas, todas las alternativas, los pros y los contras de cada una y que nos lleve a una consulta, siempre que sea necesaria por no haberse llegado a un consenso previamente.

Y ese debate y ese derecho a construir son absolutamente necesarios y no pueden hurtarse a la ciudadanía con los argumentos de los que quieren que todo siga igual. El inmovilismo de un sistema bipartidista que se apoya también en los grandes partidos nacionalistas comienza a cuestionarse y la gente pide cambios en las calles y en las urnas. Sería de necios no escuchar las voces de todas las sensibilidades y no intentar construir una Euskadi en la que todos nos podamos sentir cómodos y que pueda ofrecer un futuro en paz a las nuevas generaciones. Vamos a decidir, pero vamos a intentar hacerlo de forma correcta.

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