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La educación disputada
Aún sin digerir los sobresaltos internacionales (Brexit, Trump, Colombia,…) parece ser el turno de las preocupaciones más locales. Y es que llevamos un par de semanas aturdidos por las noticias que nos llegan desde la derecha educativa española más recalcitrante. Una derecha que durante años anduvo semioculta en recinto sagrado o clubes económicos exclusivos, pero que cada vez se siente más atrevida ante los vientos que trae la globalización.
De momento, España, sin el apoyo masivo que parte de la ciudadanía está ofreciendo a estas fuerzas políticas emergentes en la otra Europa, que ha reportado gobiernos suficientes (Polonia, Hungría), en coalición ( Finlandia y Dinamarca) o con buenas previsiones de “tocar poder” (Francia, Austria, Grecia) no parece un terreno preparado para experiencias políticas de esta índole. Así, en el largo año electoral que hemos vivido recientemente, ninguna organización de ultraderecha ha obtenido parlamentario/a alguno/a (más allá de las/os que se encuentren escondidos en otros puestos o siglas políticas y que periódicamente puedan saltar a la prensa; verbigracia, las declaraciones recientes del alcalde de Alcorcón sobre las mujeres y el feminismo). El fiasco de VOX o la presencia testimonial en algunas circunscripciones locales de Falange no han sido sino pequeños huecos informativos al calor de la propia campaña electoral.
Sin embargo, este aparente olvido de la ciudadanía española hacia las opciones ultraconservadoras no debe hacer bajar la guardia a quienes creemos que tal ideología resulta dañina para la democracia. Prácticamente todos los días recibimos alertas ante noticias que nos ofenden, encienden y preocupan. La mayoría de ellas, desgraciadamente, inducen a pensar que España también está siendo tierra de acogida para esta ideología extrema. O, cuando menos, está coadyuvando a la elaboración de algunos elementos perniciosos en el inconsciente colectivo popular.
Matthew Goodwin [1] defiende que una mezcla de sentimiento de amenaza cultural, junto con el rechazo frontal hacia el establishment es el coctel perfecto para alimentar las opciones políticas ultraconservadoras. Y añade, con tino “Sin duda, el cristianismo es parte importante de esa identidad, ese estilo de vida. Pero lo que atrae no es la religión en sí, sino el conjunto de la identidad cultural, casi en una suerte de añoranza de otros tiempo mejores”. Y de ambas cuestiones –cultura y élites de poder- sabemos en este país.
Por lo tanto, es el acerbo cultural recibido, en España convenientemente perfumado de sentimiento religioso, el que se encuentra desorientado con los vientos cambiantes que trae la globalización: la mezcla de culturas e identidades, nunca tan grande como hasta ahora, es la que está despertando insolidaridad, homofobia, sentimientos raciales ultranacionalistas y levantando muros de incomprensión exclusivos. Es este sustrato religioso –cristiano- que hay tras este tipo de manifestaciones el que supera el propio ámbito y llena otros espacios sociales más amplios, como el económico y el educativo, por ejemplo.
Lo hemos visto en la noticia aparecida en el diario Público, el pasado 1 de diciembre, cuando siguiendo la pista informativa de los desvaríos oratorios del mencionado alcalde madrileño, David Pérez, se hacía eco de una investigación sobre la trama urbanística escondida tras la fundación ultracatólica Educatio Servanda (en latín, Conservar la Educación).
Según esta información, la citada fundación fue creada en 2006 por un grupo de familias cristianas con el calor y beneplácito de obispos y religiosos, ante la deriva que estaba llevando la educación en España. El objetivo, promover un modelo cristiano (de momento, siete centros privados concertados en Madrid, Cádiz y Almería) bajo el lema “Educar en la Verdad nos hace libres”. La estrategia, sencilla: solicitar y conseguir de la administración educativa la concesión de suelo público por un periodo amplio de tiempo (unos 75 años) para la construcción y gestión de centros escolares privados, principalmente de educación segregada, con la autoridad eclesiástica como avalista, en el que poner en práctica su ideal cristiano. Todo habitual en esta “época pepera”, salvo que en esta operación han empezado a aparecer rostros y nombres del famoseo corruptor actual (los Granados, Fígar, Púnica &Cía…) que han generado dudas morales y legales. La Comunidad de Madrid y el propio PP en el resto del país han autorizado la construcción de estos centros, mientras la educación pública se desangraba en los años de dura subsistencia, con recortes de gasto de más de 8.000 millones de euros.
El segundo impulso ultraconservador venimos observándolo desde hace una semana, cuando las agencias informativas se hacían eco del despliegue que la Plataforma Cívica Hazte Oír (HO) había realizado con la emisión de una campaña contraria a la información sobre la libertad sexual que el sistema educativo español autoriza a realizar dentro del currículo escolar. Para ello, HO editaba varios miles de librillos destinados a las familias con hijos/as en edad escolar, bajo el impactante lema “¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo (sic) en el colegio? Las leyes de adoctrinamiento sexual”. La portada del libelo añadía más impacto al tema, modificando una antigua foto de niños con el saludo fascista ante una imagen en la pared de Franco, sustituido para la ocasión por la bandera arco iris, símbolo del colectivo LGTB.
La Plataforma, que se presenta como “una comunidad de ciudadanos activos que busca promover la participación de la sociedad en la política”, denuncia los cinco aspectos en los que la información sobre la sexualidad atenta contra los derechos de los niños y de sus padres: 1. acabar con el derecho de los padres a educar a sus hijos; 2. Liquidar la libertad de enseñanza; 3. Desorientar a los niños, al imponerles la “diversidad sexual”; 4.discriminar la familia tradicional e imponer modelos familiares a padres, maestros y centros de enseñanza y 5. Privilegiar con dinero público el adoctrinamiento sexual y entregar la educación de los niños a las organizaciones LGTB. Surrealista, si no fuese tan triste.
Surrealista porque habla de desorientación al alumnado o de imposición de (otros) modelos familiares, obviando la realidad circundante, con la intención de mantener un sistema ya superado por la sociedad actual. HO pretende convertirse en cámara del vacío, inmune a cualquier contagio humano, con la absurda intención de preservar los auténticos valores españoles. Una vuelta a lo más casposo de aquella sociedad de postguerra, cuando el “ordeno y mando”, los seriales radiofónicos y la mujer en la cocina simbolizaban la paz familiar. Se resquebraja su mundo ordenado de familias nucleares en el que la figura paterna gobernaba realidades diversas, oficialmente homogéneas. Se sienten perdidos ante la realidad que la sociedad del siglo XXI muestra, náufragos en pleno oleaje de cambios sociales, pretendiendo resistir el empuje de una globalización que también ha llegado al seno familiar y ha roto corsés identitarios y sexuales.
Y es triste porque se utiliza la educación como el campo de combate desde el que desarrollar las peleas ideológicas. La Plataforma -en una estrategia no por antigua menos eficaz- asume el papel de víctima, de colectivo ciudadano perjudicado por los desmanes liberales de los políticos actuales –en su web no queda exento de crítica ni Cifuentes ni el mismísimo Rajoy, aunque en menor medida que otros líderes como Iglesias o Sánchez-. Sólo aparecen imágenes risueñas ante noticias de miembros de la Conferencia Episcopal o en loas a la Guardia Civil, por ejemplo.
Pero si es la educación el campo de batalla, desde la defensa de valores progresistas habrá que participar también. Porque no se puede dejar la lucha de las ideas sólo en el bando de siempre, el que vaticinan oráculos como HO. La educación hace tiempo que viene siendo objeto de codicia de los lobbys ultraconservadores, señal inequívoca de que hay aún resistencia a entregarla sin lucha. Lo certifica el que los principales dogmas de algo que aparece en nebulosa como “Nueva Educación” siguen su ritmo previsto, pausado, pero tenaz, intentando vencer las resistencias actuales.
Michael Apple [2], conocedor de las corrientes ideológicas que se mueven por la educación estadounidense, lleva años advirtiéndonos: habremos perdido irremisiblemente la batalla educativa si los rasgos más radicales triunfan, aquellos que se basan en …“una Escuela transformada en un mercado competitivo en pelea por un alumnado cada vez más esquivo, un sistema educativo sólo preocupado en incentivar el control centralizado con exámenes más rigurosos, una vuelta inequívoca a lo más rancio de la cultura tradicional, una apuesta inequívoca por la disciplina rigurosa y un modelo de valores sociales en torno a la Religión”.
[1] Citado en El País, 24-11-2012 “Los ultraconservadores ganan poder en Europa”
[2] Educar como Dios manda. Paidós, 2002
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