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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Euskadi, ante su encrucijada climática

Un vertido en el río Egileor a su paso por Salvatierra (Álava)

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Hace unos días el Gobierno vasco presentó el informe sobre el “Estado del Medio Ambiente en Euskadi 2020”. El informe analiza diversos parámetros como la contaminación del agua, aire y suelo, el consumo de recursos materiales o el comportamiento ambiental de la economía. 

Como era de esperar, su conclusión es que Euskadi progresa adecuadamente, salvo algunos detalles “sin importancia” como la lucha contra el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la gestión de residuos. Por lo demás, la puesta en escena sigue la línea de la campaña “Basque Green Deal” presentada el mes anterior, con esa costumbre del Gobierno de Urkullu de vender una imagen “maquillada” de Euskadi que no se corresponde con la realidad.

El truco está en que el análisis “parcelado” del estado del medio ambiente en Euskadi nos lleva a fijarnos en los “árboles”, mientras perdemos de vista la perspectiva del “bosque”. El informe estudia la evolución de 11 indicadores de forma aislada, sin tener en cuenta que todos ellos están directamente relacionados. Sólo cuando ampliamos el encuadre podemos ver que Euskadi muestra tendencias preocupantes en muchos aspectos clave, que a su vez tienen que ver con las políticas desarrolladas hasta la fecha, y que nos ponen en la encrucijada entre “vivir mejor con menos” o “seguir avanzando hacia el colapso”.

Un ejemplo: no se puede defender que la calidad del agua de nuestros ríos evoluciona de forma favorable en Euskadi sin mencionar también que casi el 80% de los ecosistemas de agua dulce de nuestra comunidad presenta un estado general de conservación “inadecuado” o “desfavorable”, o que algunas de las especies más valiosas que habitan en esos hábitats (el visón europeo, el desmán) muestran una tendencia “negativa”.

Igualmente, no se debe presumir de que la extracción “doméstica” de materias primas se haya reducido a la mitad desde 2005, cuando en realidad nuestro volumen de importación de materiales es todavía 6 veces superior al de la Unión Europea. Como tampoco se puede afirmar que haya mejorado el comportamiento ambiental de nuestra economía, viendo que entre 2013 y 2017 se ha reducido un 22% la productividad de cada kilogramo de materias primas que utilizamos, al tiempo que nuestra tasa de reciclaje de residuos está un 6% por debajo de la que teníamos en 2008. Ambos datos demuestran, una vez más, que el concepto de “economía circular” es una quimera aquí y ahora, pese a todos los anuncios de “Basque Green Deal” que realiza el Gobierno vasco.

En pocas palabras, nuestra sociedad y nuestro tejido económico siguen siendo altamente dependientes de los recursos de otros países y territorios, razón por la cual nuestra huella ecológica es cada vez más insostenible.

Esta conclusión sí es coherente con el hecho -reconocido por el propio informe- de que los indicadores que muestran una tendencia más negativa (biodiversidad, cambio climático, residuos) son justo los que tienen que ver con la supervivencia de la especie humana, de los ecosistemas naturales y de la economía a medio o largo plazo.

El reto climático nos exige actuar inmediatamente para reducir de forma significativa nuestras emisiones de CO2 antes de que sea tarde. La sociedad y la economía vascas tienen capacidad para superar este reto y, al mismo tiempo, preservar nuestra biodiversidad. Sin embargo, para ello es necesario realizar cambios drásticos en cuestiones clave como la política energética y de movilidad, las políticas agrícolas, forestal y pesquera o la política de gestión de residuos.

Así, analizando los datos del informe, no es una sorpresa comprobar que nuestro modelo agrícola ha provocado la desaparición de la mitad de las aves que teníamos en 1998, o que nuestro desastroso modelo de gestión forestal tiene mucho que ver con el hecho de que ninguno de nuestros bosques más valiosos presente un estado de conservación “favorable”.

De igual manera, la inexistencia de políticas de reducción de la movilidad provoca que más de la mitad de la población de una capital como Bilbao esté expuesta a niveles de ruido nocturno provocados por el tráfico, que perjudican su descanso y su salud. O que la concentración de partículas PM2,5 (las más peligrosas para la salud, causadas por los motores diésel) se mantengan en los mismos niveles de 1990, pese a lo cual el Gobierno vasco sigue subvencionando la adquisición de vehículos diésel.

El Gobierno vasco presume de gastar dinero en proteger el medio ambiente, pero una vez más yerra el tiro: más del 80% de los 180 M € gastados por las instituciones vascas ha sido para sufragar soluciones “de final de tubo” como depuradoras de aguas o incineradoras de residuos, en lugar de destinarlos a desarrollar tecnologías de consumo y producción limpia. A pesar de ello -o, precisamente, por ello-, todavía la mitad de nuestros ríos y lagos presentan un estado de conservación “peor que bueno” y, por supuesto, nuestras tasas de reciclaje son inferiores a las que teníamos en 2008.

Nuestra sociedad y nuestro tejido económico siguen siendo altamente dependientes de los recursos de otros países y territorios, razón por la cual nuestra huella ecológica es cada vez más insostenible

Incluso en ámbitos como el de los suelos contaminados, donde Euskadi fue antaño pionera en la detección y recuperación de los emplazamientos contaminados, la realidad es que entre 2000 y 2018 “sólo” se han recuperado 1.157 hectáreas de terreno, por lo que, a este ritmo, restaurar las 9.642 hectáreas que siguen contaminadas nos llevará unos 150 años. 

Las políticas erróneas y erráticas de nuestras instituciones en materia climática y medioambiental son un lastre para nuestro desarrollo futuro, pero el conformismo es aún peor. Y es el conformismo lo que impulsa al Gobierno vasco a publicar -una semana sí y otra también- informes y planes triunfalistas, que no sólo sirven para maquillar su gestión, sino que desactivan a la ciudadanía vasca a las puertas del mayor reto que esta sociedad tiene planteado para el presente siglo: superar la crisis climática.

Sin embargo, hay motivos para la esperanza. A día de hoy, el 89% de la ciudadanía vasca está de acuerdo con que la reducción del nivel de consumo contribuiría a evitar el deterioro del medio ambiente. A día de hoy, Euskadi está preparada para coger el camino correcto, y avanzar hacia una sociedad donde sea posible vivir mejor con menos, en lugar de seguir avanzando hacia el colapso. 

En nuestra encrucijada más difícil, la sociedad vasca está mostrando a su clase política cuál es la actitud de responsabilidad y compromiso que necesitamos para superar el reto que se nos presenta. Desde Berdeak EQUO, recogemos ese mensaje y nos ponemos en marcha.

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