Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Euskadi debe salir urgentemente de su zona de confort educativo
Estamos viviendo uno de los cambios más profundos en el ámbito educativo, una auténtica revolución que nos arrasará si no estamos suficientemente atentos a lo que está ocurriendo. En poco tiempo pocas cosas serán parecidas a las que hemos conocido en nuestras aulas. Todo este cambio se produce en un entorno tan cambiante e incierto, donde las sociedades compiten por el conocimiento y donde el aprendizaje se ha convertido en la herramienta clave para sobrevivir y competir como individuo y como país.
Hace poco leía que en no demasiado tiempo Google Translate (servicio de traducción inmediata a 90 lenguas) puede llegar a hacer innecesario el aprendizaje de idiomas ya que será capaz de traducir la voz en tiempo real o que los psicólogos están advirtiendo que el uso masivo de ordenadores está provocando un nuevo modo de gestionar las funciones de nuestro cerebro.
Sin embargo, en este contexto de transformación, la educación en Euskadi parece instalada en una cierta zona de confort, de retórica superficial y de excesiva autosatisfacción por la indudable calidad de algunos de nuestros indicadores. A esta actitud relajada, se une el problema de que toda una generación de profesionales que durante estas últimas décadas ha realizado un ingente esfuerzo para, casi desde la nada, desarrollar el sistema educativo vasco y que al mismo tiempo se ha visto obligado a cambiar casi todo su perfil docente (de lengua, de disciplina, de etapa y varias veces de currículo) va abandonando el sistema por jubilación y los que quedan tienen, en muchos casos, dificultades para adaptarse a nuevos cambios, mientras que las nuevas generaciones parece que, en general, no llegan con demasiadas ideas innovadoras y de cambio.
Sin duda, tenemos algunos excelentes indicadores de los que enorgullecernos, pero, por ejemplo, un adolescente medio de Finlandia termina la Secundaria con buenas notas, sin haber repetido nunca, hablando inglés a la perfección y leyendo un libro por semana. Un alumno vasco, al terminar ese mismo periodo, tendrá más de un 30% de posibilidades de haber repetido algún curso, su competencia en inglés no llegará al nivel B1 del Marco común europeo y, según nos dice PISA, más del 43% del alumnado vasco de 15 años afirma no leer nunca por placer. Olvidamos que PISA señala, por ejemplo, que hay mayor correlación entre la competencia lectora y el compromiso por la lectura (interés, actitud y práctica) que entre los resultados en lectura y el nivel socioeconómico y cultural, que se utiliza como excusa para justificar tanta cosas.
Tenemos mucho por hacer. Sin duda, no se pueden imitar mecánicamente otras experiencias, sobre todo porque es simplista y equivocado atribuir los resultados que se obtienen en las pruebas internacionales solo al funcionamiento del sistema educativo, olvidando el contexto histórico de cada sociedad y con un solo dato lo entenderemos: durante 400 años pastores luteranos enseñaron a leer a los finlandeses, dado que existía la prohibición de casarse si las personas no sabían leer, mientras que aquí estábamos en otras batallas.
Hoy en todo el mundo se está repensando el sentido y el papel de la escuela, la función y el rol docente, los instrumentos y dispositivos pedagógicos para aprender y para enseñar y todo ello basado en el hecho de que la función de la escuela ya no será transmitir conocimientos, que hoy son gratis y de acceso inmediato, sino instruir a cada uno de los alumnos y alumnas para alcanzar sus mejores resultados, en un planteamiento ligado a proyectos individualizados de aprendizaje en contextos de aprendizaje social.
La legislación que regula la enseñanza básica en Finlandia fue reformada por última vez en 1999 y el actual currículo común nacional se adoptó en 1994. Sin embargo, sin necesidad de nuevas leyes, en Finlandia, cada pocos años se discute y modifica el currículo por parte de los propios profesores y profesionales de la educación, a partir de un currículo base breve y muy descentralizado. Actualmente hay en curso una reforma curricular en Finlandia, que se hará efectiva en agosto del 2016, sobre la que se ha realizado un proceso de experimentación y debate y que incluso supondrá que, en parte, desaparezcan las asignaturas tradicionales.
Y mientras tanto en Euskadi en qué estamos: obligados por una ley central, la LOMCE, completamente rechazada por la mayoría de nuestra comunidad educativa, no solo cambiamos la organización y el currículo para adaptarlo a las nuevas obligaciones estatales, sino que damos una nueva vuelta de tuerca y nos embarcamos en un cambio curricular, desde mi punto de vista innecesario, que introduce nuevas competencias y transforman la propia concepción de competencia a la que tantos esfuerzos en formación y asesoramiento hemos dedicado desde 2007. Y además se hace sin debate, sin evaluar lo realizado ni experimentar la nueva propuesta.
Podríamos entrar en resaltar muchas diferencias entre el sistema educativo vasco y el sistema finlandés que nos ayudarían a percibirla la razón de la distancia entre nuestros resultados (su verdadera descentralización y autonomía, la eliminación de las repeticiones y la atención inmediata a las dificultades del alumnado, la formación de su profesorado, su carencia de inspección y de pruebas de rendimiento externas hasta finalizar la escolarización obligatoria…), pero quizás la mayor diferencia, desde mi punto de vista, es actitudinal: la confianza hacia los centros y hacia el profesorado. Es fácil ver que esto es así solo con preguntar a cualquier director o directora de centros vascos acerca de la agonía burocrática e informática en la que tienen que vivir en muchos momentos y que, esté quien esté en la dirección del Departamento de Educación, no somos capaces de solucionar.
El problema es que el cambio educativo ya no es una posibilidad, sino una necesidad para que nuestros jóvenes puedan enfrentarse con garantías al futuro que les espera. El Informe Mckinsey, “Educación en España: motivos para la esperanza”, señalaba ya en 2012, que Euskadi, por sus indicadores educativos, podría y debería situarse a nivel de Finlandia, superando los 42 puntos que nos separaban en PISA 2009, pero lo condicionaba a que aplicáramos un plan de cambio global, que no se ha hecho, y no nos dedicáramos solo a pequeñas batallas.
Es clave ayudar a los docentes a modificar el rol que han jugado hasta ahora para convertirse en impulsores del talento de sus alumnos y alumnas y para desarrollar las habilidades necesarias para trabajar, aprender y ser ciudadano del siglo XXI y esto supone enseñar de manera distinta. Es clave impulsar una verdadera autonomía de los centros, dándoles responsabilidad en decisiones clave. La situación del sistema educativo vasco exige que lo que propongamos esté previamente experimentado y evaluado con seriedad, y que aprendamos y seamos capaces de entender y adaptar la ingente cantidad de propuestas que están surgiendo hoy en día en todo el mundo.
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