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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Los límites del ilusionismo

Jokin Bildarratz, consejero de Educación

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La entrada del nuevo equipo de la consejería de Educación alimentó expectativas de que las transformaciones necesarias en la educación vasca, y tantas veces pospuestas, por fin iban a ser acometidas. El nuevo consejero, hombre experimentado en las lides políticas, con su talante y ambición política -dicho en este caso en el buen sentido- parecía reunir las condiciones para transitar el campo de minas de la educación vasca.

El manual político empleado por el actual consejero puede resumirse en los siguientes principios: A) talante de diálogo, escucha y cercanía. Ha sido el consejero que más centros ha visitado y con más personas se ha entrevistado y a las que ha pedido su parecer. B) Entusiasmo, positividad y certeza. Transmitir la convicción de que todo es posible, de que los objetivos planteados se van a poder conseguir con toda seguridad. Además, con la contribución de todo el mundo. C) Minimización de las diferencias. Transmitir al interlocutor, incluso al que está en las antípodas por sus planteamientos, que se está cerca del acuerdo, porque lo que separa es apenas una cuestión de matices. D) Minimización de los problemas educativos. E) Reconocimiento público de toda clase de personas, colectivos, agentes e instituciones educativas por su gran contribución a los logros. E) Negociar con las partes siempre por separado. F) Reservarse la gestión y el control de lo acordado. G) Prudencia y equilibrio, procurando no incomodar a nadie. H) Conquistar la “paz socioeducativa” siendo generoso en la concesión de recursos a unos y a otros. I) Tenacidad, sin dar una por perdida. Y todo lo anterior aderezado con una impresionante capacidad de trabajo y un cuidado exquisito de la imagen pública. ¿Hay quién dé más?

Sin embargo, este cuadro de habilidades no ha sido suficiente, porque la política basada en practicar el ilusionismo tiene también sus límites que el paso del tiempo termina por descubrir. Primero, porque, aunque se ha cuidado la imagen del Departamento de Educación como muñidor de acuerdos, desde el principio había unas intenciones políticas y las propuestas y los acuerdos alcanzados eran considerados o interpretados según encajasen con lo que se pretendía. Tener unas apuestas políticas es legítimo, pero creo que hubiera sido mejor explicitarlas desde el comienzo y habernos evitado mucha parafernalia presuntamente participativa. Segundo, porque el afán de contentar a todos ha llevado al consejero a sus particulares equilibrios para justificar maridajes imposibles: el protagonismo de la red pública y la equiparación de la red concertada, los modelos lingüísticos y el marco plurilingüe, la lucha contra la segregación y la concertación universal, la tecnocracia y el humanismo, etc. Tan importante como acordar -y lo es mucho- es la claridad de lo que se acuerda.

Según parece, a la ley educativa solo la va a salvar el matrimonio de conveniencia de los socios de gobierno. Al PSE no le gusta nada la ley, menos a sus simpatizantes, pero se conforman con exhibir como trofeo un supuesto descabalgamiento del que ha sido en la negociación el socio preferido del Departamento. Al PNV supongo que le deja melancólico aprobarla en estas condiciones, pero en este caso el trofeo a exhibir es que se cumple con el programa de gobierno, por fin. Solo el Departamento de Educación está convencido de que esta ley va a transformar el sistema educativo vasco.

En fin, una victoria pírrica, pues parece probable que algunos aspectos terminen en los tribunales (ya lo está el decreto de planificación) y otros sean modificados en cuanto se pueda, cayendo en las dinámicas estatales que tanto se critican. No comparto el empeño de la ley educativa, como si no aprobarla ahora nos dejara huérfanos. Más bien, hay que darse el tiempo que sea necesario para seguir debatiendo y negociando los puntos clave del acuerdo que quedaron mal resueltos y que se van a cerrar mal.

No debe haber prisa, porque el objetivo no era la ley, sino la transformación del sistema y los acuerdos de país me siguen pareciendo muy importantes, aunque nunca traigan la satisfacción completa de las partes. Pero si, como parece, se termina aprobando, no está todo perdido. El boletín por sí solo no modifica la realidad. Esta se construye por arriba, pero también por abajo. La lucha de intereses contrapuestos continúa y continuará. Los conflictos, no solo los acuerdos, también forman parte de la vida y unos cuantos importantes no han quedado resueltos.

NOTA: Mientras escribo este artículo, la prensa informa que el consejero de Educación no se presenta a las elecciones al Parlamento Vasco. Pese a la distancia que nos separa en los planteamientos y, como lo valiente no quita lo cortés, agradezco su buen trato y le deseo lo mejor en su nueva etapa, cuando llegue el momento.

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