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Escuela pública y construcción nacional

Imagen de archivo de un aula de un colegio.

Gonzalo Larruzea

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La atención mediática sobre el modelo lingüístico de la educación vasca no debe desplazar la centralidad del modelo educativo que está en juego, es decir, saber con qué mimbres construir el sistema educativo vasco. El proyecto de ley educativa propone ahora un nuevo volantazo frente a la Ley de la Escuela Pública Vasca colándonos de matute lo privado bajo la forma de servicio público de educación, diluyendo las titularidades, prometiendo igualación en la financiación a cambio de una ¿creíble? gratuidad y de unos requisitos inconcretos y sin plazo de cumplimiento para todos los centros concertados, con la excusa de que se quiere una ley muy abierta.

¿Es lo mismo una red pública unificada con centros de diferente titularidad (Irlanda) que un servicio educativo prestado por centros sostenidos con fondos públicos? Este es el “cambiazo” que se pretende dar: llegar a lo primero diciendo que es lo segundo. El Acuerdo educativo, en un horizonte de avance progresivo de la Escuela Pública, aceptó la existencia de un conjunto de centros concertados de interés público, con un inequívoco compromiso social. En la correlación de fuerzas del país era el punto realista para el encuentro y la alianza social. Pero el desarrollo que ha hecho el Departamento con la complicidad o el silencio de otras fuerzas políticas ha consistido, en cambio, en preservar la concertación universal. ¿Estamos condenados a repetir lo ocurrido con la Ley de Educación de Cataluña?

Llegados a este punto, conviene decir algunas cosas sin adornos:

·       El Servicio Público Vasco de Educación (SVPE) no va a constituir ningún paso intermedio para la confluencia de una red pública con las mejores aportaciones de las Ikastolas y de las escuelas públicas. No hace falta bola de cristal. La historia de los últimos 40 años demuestra la inviabilidad de este propósito. Las ikastolas no han abandonado su pretensión de hegemonía en la construcción nacional. Para el futuro tampoco hay prevista ninguna hoja de ruta de confluencia. Por si fuera poco, Kristau Eskola y los centros diocesanos, que, a diferencia de las ikastolas siempre han tenido claro su carácter privado (concertado), anhelan sin disimulo colarse en el SVPE.

·       El SVPE es un cuasiórgano amparado en el discurso de un nuevo modelo público que alientan las ikastolas, pero sin empacho en priorizar el derecho a la elección de centro. Se alimenta de la ilusión de poder recrear un contexto anglosajón o escandinavo, tan idealizado que se ignoran las reformas pro-privatización que han sufrido casi todos esos sistemas en las últimas décadas y tan lejano que no se vislumbra la percha de una institución pública en la que poder colgar la titularidad. Se alimenta también de una épica por la que las ikastolas son una iniciativa popular y su organización es comunitaria. Pero, ahora al menos, la organización de las ikastolas es tan débil como la de la Escuela Pública, porque el tejido social organizativo está muy debilitado en toda la sociedad, también en ellas, aunque su capacidad organizativa sea considerable, entre otras razones, por la composición socialmente favorecida de sus cooperativistas.

·       El SVPE no va a desarrollar sinergias entre centros de diferentes titularidades, sino dinámicas competitivas en las que algunas debilidades de la escuela pública la colocan en posición de desventaja.

·       El SVPE va a consolidar la dualidad social vasca. Se podrá imputar que la dialéctica público-privado está muy contaminada por las ideologías y cada postura tiene su legitimidad. Es verdad. Pero un hecho empírico es que 40 años de concertación universal arroja un balance de desigualdad.

Una vez más nos vemos abocados a un dilema que debiera estar resuelto hace tiempo: ¿Construimos país apropiándonos de la Escuela Pública, prestigiándola y haciéndola crecer cualitativa y cuantitativamente o asumimos la mezcolanza público-privada, sin discriminar entre centros concertados, como garantía de construcción nacional?  Para algunos no ha habido cambios en las prioridades: lo sustantivo es la construcción de la escuela vasca; lo adjetivo es que sea pública. No debieran ser términos contrapuestos.

Necesitamos neutralizar los discursos estériles y paralizantes del sometimiento a estados centralistas, por más o menos verdad que encierren, según sensibilidades. No habrá construcción nacional sin un proyecto fuerte de Escuela Pública. Naturalmente, la Escuela Pública necesita importantes trasformaciones, superar inercias burocráticas, y alguna corporativa, y mejorar su participación y su enraizamiento local. Pero solo se conseguirá con una apuesta decidida que aproveche todas sus posibilidades curriculares, organizativas y de gestión, que no son pocas, para crear un estilo propio, para construir la escuela comunitaria de la que tanto se habla. No es solo cuestión presupuestaria, aunque lo incluya.

A falta de ver cómo queda la cuestión lingüística, creo que el nacionalismo y los socialistas se van a equivocar con esta ley. El nacionalismo de derechas por apostar por un modelo neoliberal de consolidación de las iniciativas privadas. Y el de izquierdas por asumir ese marco, con el propósito de mantener cohesionados a sus colectivos educativos afines, en la creencia de que es la opción que mejor garantiza la construcción nacional. Pero no estamos en tiempos del franquismo para necesitar las vías privadas. Los socialistas, por su parte, maniatados por sus equilibrios de autoconservación, parecen claudicar ante una involución que entierra los mejores propósitos de la Ley de la Escuela Pública Vasca, traicionando su propio legado.

Sea como fuere la ley resultante, el camino pasa, como hasta ahora, por hacer cada vez más nuestra la Escuela Pública. Visto a dónde llega la Administración, deberá seguir haciéndolo la gente. 

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