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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¡Mola el Medio Ambiente!

La carrera entre países por declarar "la emergencia climática" gana impulso

Pablo García de Vicuña

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Una de las medidas iniciales tomadas por Trump, recién llegado a la Casa Blanca, fue nombrar a Scott Pruitt, fiscal del Estado de Oklahoma, como responsable de la política medioambiental de EE.UU. Parte de la carrera de este hombre, al menos en su última etapa, había transcurrido bloqueando las regulaciones que Obama había realizado, en un intento por frenar el calentamiento global, ya considerado una amenaza real para el medio ambiente, incluso por la administración estadounidense. Pruitt, flamante primer director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente en esa nueva era, además de los escándalos en su gestión administrativa, también se hizo famoso por vivir en Washington, en la vivienda de la mujer de un lobista de la industria energética.

Con aquel nombramiento, Trump mandaba dos mensajes inequívocos al mundo: uno, su estrategia de desmontaje despiadado de las medidas adoptadas por la administración de su antecesor, el demócrata Obama; y dos, su férrea defensa de la teoría negacionista del cambio climático, ya suficientemente anunciada durante la campaña electoral a través de sus famosos y maleducados tuits.

Y así, las medidas anti-emergencia climática no se hicieron esperar: retirada estadounidense del Acuerdo de Paris sobre el Clima de 2015, no participación en las siguientes cumbres mundiales y mucha literatura política revisionista, además de ingentes cantidades de dólares subvencionados por los lobbys energéticos para la elaboración de informes críticos con las conclusiones científicas. El objetivo, denostar al mundo académico que pretende alertar del escaso tiempo restante para intervenir con medidas de recuperación del medio ambiente.

Este estrategia, rápidamente aceptada y divulgada por la ultraderecha política europea, aparece cada vez que cumbres medioambientales o congresos sobre el cambio climático pretenden acelerar la concienciación ciudadana sobre la fallida herencia medioambiental que heredarán las generaciones futuras. Países como Francia, Italia, Polonia o Hungría –y desde hace algún tiempo en España, de la mano de Vox- se suman a la corriente negacionista y contrarrestan con argumentos peregrinos el impacto humano en la destrucción de nuestro mundo.

Desastres naturales cada vez más insistentes, más impredecibles y más devastadores. Sequías que crecen en intensidad y en mayor número de países africanos, olas de calor centroeuropeas persistentes, inundaciones como las sufridas recientemente en el Delta del Ebro o la Albufera valenciana, ciclones en zonas septentrionales o incendios interminables como los australianos amplían su presencia temporal y su fuerza destructora actuando en zonas desconocidas hasta la fecha. El planeta agota sus recursos sin que exista un único movimiento uniforme de recuperación.

De ahí que una de las primeras medidas adoptadas por el Gobierno Sánchez, con la declaración de emergencia climática para España haya sido bien recibida por la mayoría de la ciudadanía, cada vez más asombrada de la fuerza virulenta que adquiere la Naturaleza en respuesta al cambio climático en el que estamos inmersos. Una declaración que no pasará del papel mojado que suponen algunas leyes si no consigue inundar de convencimiento a las propias administraciones implicadas y, por ende, contagiar al resto de la sociedad.

Y en ese contagio, la Educación y más concretamente la Educación Ambiental, deben jugar un papel de primer orden. En el lejano año de 1996 ya había docentes, como Juan Benito Martínez, quien en Anales de Pedagogía adelantaba al profesorado que desease acercarse a esta práctica un decálogo de parámetros a modificar para una correcta comprensión del problema: dominio de la Naturaleza, considerada bien inagotable, sobrevaloración del espacio y modo de vida urbanos, equiparación de desarrollo y progreso, primacía del presente sobre el futuro, etc. Costumbres y tópicos a desenmascarar si es que pretendíamos “leer” de forma adecuada los síntomas enfermizos de nuestro planeta.

Pero el tiempo se agota y las medidas educativas de transformación adquieren rango de urgencia. De ahí que, recientemente, la Federación de Enseñanza de CCOO celebrase una intensa jornada de trabajo sobre Cambio climático, Educación y Medio Ambiente, con el objetivo de elevar la reflexión y desentrañar medidas de actuación en las aulas. A lo largo de siete mesas de trabajo que acercaron a profesorado, técnicas/os medioambientales y sindicalistas se debatió sobre programas, experiencias en centros escolares y decálogos con el mismo objetivo: ayudar en la concienciación de un problema de supervivencia humana.

Un par de datos para una reflexión compartida: cerca de 300 millones de personas -200.000 de ellas, españolas-, en el año 2050, verán desaparecer sus lugares de residencia si las previsiones se confirman y se inundan zonas actualmente costeras. Otro, el transporte altamente contaminante, las edificaciones no sostenibles energéticamente, la generación incontrolada de residuos o una deforestación y unas ganadería-agricultura intensiva incontrolada son razones confirmadas que están propiciando el cambio climático y que, sin embargo, está en nuestras manos poder intervenir para modificarlas o minorizarlas, cuando menos.

Urge entrar cuanto antes en una concienciación rápida y profunda del problema al que nos enfrentamos, porque no existe “Planeta B”. Así, CCOO Enseñanza ha diseñado una quincena de propuestas que ayuden a concienciar a la comunidad educativa para que exijan responsabilidades a las administraciones incumplidoras y ayuden a generar conciencia transformadora.

Elaboración de planes educativos de fomento de sostenibilidad medioambiental (con oferta de ciclos formativos específicos sobre estas materias), creación de departamentos de medioambiente en centros de Secundaria, consumo de alimentos de proximidad (con cocinas y comedores de gestión directa que propicien menús ecosaludables), eliminación de productos de un solo uso, así como del abuso de plásticos y derivados, escolarización en zonas educativas no amplias que promuevan la disminución del uso del transporte escolar motorizado, plan de estudio de instalaciones educativas que mejore su sostenibilidad son algunas de las medidas propuestas por esta organización sindical.

Ha pasado año y medio largo desde que una joven sueca decidiera iniciar una firme y solitaria protesta ante la falta de iniciativas políticas de su gobierno ante el deterioro del planeta Tierra. Siete meses más tarde, en marzo de 2019, más de millón y medio de personas de todo el mundo realizaron la primera huelga mundial por el clima, con acciones y propuestas reivindicativas en ciudades de más de 128 países.

Algunos medios ya hablan de 'Generación Greta'* para definir a una marea humana –la mayoría, jóvenes de corta edad- que rinde homenaje a quien con valentía y discurso crítico se enfrenta a políticos y grupos de presión energéticos. Otros, en complicidad con discursos retrógrados, prefieren ridiculizar su actuación, tachándola de marioneta o producto prefabricado de la progresía en declive. Sea como fuere, lo cierto es que la emergencia climática empieza a estar en las agendas de las administraciones e instituciones de los países más desarrollados. No podemos permitir que esta energía se diluya, como ha ocurrido con otras muchas buenas intenciones, sepultadas en toneladas de normas inservibles. Es responsabilidad de la ciudadanía y, por supuesto, de quienes seguimos confiando en la educación como el instrumento que puede cambiar el mundo, evitarlo. Hagamos nuestra esta iniciativa y coreemos, como si estuviésemos en continua movilización reivindicativa, uno de sus juveniles lemas “¡Mola el Medio Ambiente!”

*Generación Greta. La activista sueca hizo su primera sentada el 20 de agosto de 2018. Empezó sola. Siete meses más tarde, en la primera huelga mundial por el clima, el 15 de marzo, salieron a la calle 1,4 millones de personas, según los organizadores. Se sumaron más de dos millares de ciudades de 128 países y Thunberg se consolidó como el símbolo de una generación muy internacional.La activista sueca hizo su primera sentada el 20 de agosto de 2018. Empezó sola. Siete meses más tarde, en la primera huelga mundial por el clima, el 15 de marzo, salieron a la calle 1,4 millones de personas, según los organizadores. Se sumaron más de dos millares de ciudades de 128 países y Thunberg se consolidó como el símbolo de una generación muy internacional.

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