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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El patinazo de los socialistas

Josu Montalbán

Cuando Cristo moría en la cruz, -siempre según las Sagradas Escrituras, de las que he sido gran lector aunque no devoto-, y solo le quedaban los últimos hálitos, exclamó: “Todo está consumado”. Y al parecer aquel pasaje protagonizado por un sacrificado moribundo abrió las puertas, primero a la muerte salvadora de Cristo y después a la resurrección.

No deseo hacer aquí ninguna exaltación de la Historia del Cristianismo, ni siquiera comparar lo cotidiano y perecedero con esos pasajes de la Historia de las Religiones que suelen tener vocación de eternos. Jesucristo debió morir para dar valor a su posterior resurrección, pero yo me he preguntado muchas veces si, ya que era omnipotente, le hubiera traído más cuenta combatir a quienes le llevaban hacia el Calvario con su cruz a cuestas y evitar su muerte, para subrayar su poder y enaltecer su victoria.

Hay quien cree que la abstención del PSOE en la votación para la investidura del presidente de España es una claudicación del socialismo, o es aceptar una crucifixión que, a diferencia de la de Cristo, no tiene lugar para dar sentido y consistencia a la resurrección posterior. No pienso yo de ese modo, hasta tal punto de que no hay ningún atisbo de claudicación en la postura adoptada por el PSOE y, si llegara a amenazar la extenuación, seguro que el PSOE recobrará las fuerzas necesarias y suficientes para ser útil en los nuevos tiempos.

Como socialista que me siento, y como militante activo, que es como deseo comportarme, he tomado partido y me he posicionado en el asunto que nos ha tenido ocupados durante casi un año: la formación del Gobierno de España después de los enrevesados resultados de las elecciones democráticas. Y quiero ser contundente con mi primera afirmación, porque el hecho de que tras dos procesos electorales España continuara sin un gobierno, aunque fuera un gobierno acomodado a las circunstancias, constituía un flagrante fracaso en nuestro régimen democrático. Es evidente que el espectáculo vivido durante el último año en España contrasta con los acuerdos políticos que tuvieron lugar en tiempos mucho más difíciles que los actuales como fueron los tiempos de la Transición, cuando aún quedaban huellas y resquicios franquistas, y cuando socialistas, comunistas, anarquistas, nacionalistas y sindicalistas, postergados y expulsados durante la Dictadura, pusieron toda la carne en el asador para construir esta Democracia que ha comenzado a hacer aguas justamente cuando han aparecido sus nuevos salvadores.

Que el sistema democrático inaugurado en los ochenta necesitaba ser revisado es evidente. Y lo es que unos cuantos de sus dirigentes y administradores se han corrompido en exceso, y deben ser apartados y castigados. Pero de ahí a aceptar que todo sea arrasado mediante un fuego sobrenatural y justiciero va mucha distancia. Lo que ha ocurrido en España durante este último año ha sido signo de decadencia, porque no se ha discutido de Política (que es el arte o ciencia que trata del gobierno y organización de la sociedad, especialmente de los estados) sino que se ha luchado por ostentar, -que no ejercer-, el poder. El deseo de ostentar el poder ha llevado a negar evidencias y sobre todo a no aceptar ningún tipo de colaboración ni complicidad entre partidos y líderes, es decir entre diferentes. Se ha buscado el poder mediante todo tipo de artimañas porque los líderes de los partidos, faltos de su propia convicción, no han sido capaces de convencer.

Sí, queridos amigos y compatriota, mi condición de socialista no me impide criticar el comportamiento de mi partido, porque también los socialistas nos hemos equivocado. El PSOE no es un partido estructurado únicamente para resistir, sino para gobernar y favorecer desde el Gobierno la construcción de una sociedad más justa e igualitaria en la que sea posible que todos sus miembros puedan vivir con suficiencia y puedan además ser felices. A un socialista le debe alegrar más una visión saludable de una sociedad equilibrada que su propia victoria electoral. Su fe militante, en todo caso, ha de llevarle a colaborar en esa construcción, por eso la cerrazón que asiste a algunos socialistas, que ponen más empeño en mostrarse inaccesibles que en combatir al Gobierno futuro del PP desde el Congreso de los Diputados, no responde a una estrategia sana y eficaz.

El PSOE trajo a España la cordura, y educó a sus militantes para que abandonaran las trincheras ya que la Democracia había abierto las grandes avenidas que la Dictadura había obturado. El hecho de que 35 años después hayan aparecido brotes de rabia, debe obligar a todos (también a los socialistas) a reflexionar, pero los principios que inspiraron al viejo socialismo están aún vigentes, y la revolución (en sus términos más genuinos) no es imprescindible porque no hay ninguna Dictadura (con dictador al frente) a la que combatir. Sí, es evidente que hay problemas flagrantes, -desigualdades, distribución no equitativa de la riqueza, desequilibrios, en suma excesos del sistema capitalista, etc…-, que hay que combatir. Para ellos el socialismo debe encontrar soluciones, pero resulta descorazonador que algunos agitadores sin orden ni concierto, como Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse), pretendan aplicar “tiritas” de esparadrapo sobre brechas y vendajes consistentes sobre imperceptibles rasguños para parecer buenos “diagnosticadores”, cuando son simples matasanos de salón.

Sí, los socialistas hemos patinado un poco, pero ya estamos erguidos. Una vez más hemos arriesgado, como en tantos pasajes de nuestra historia, aunque siempre lo hiciéramos pensando en los mejor para la sociedad. Bien cabe usar ahora la famosa frase bíblica (“Todo está consumado”), pues ahora debemos empezar a sentirnos en plena Resurrección.

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