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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Robo

Gonzalo Bolland

Si el periodismo en este país fuera independiente el titular diario de todos los periódicos sería el siguiente: “los banqueros han robado a los españoles 70.000 millones de euros”, pero nadie puede ser independiente cuando está en la ruina económica. La ruina generalizada a la que los medios se vieron abocados con el formidable desarrollo de las redes sociales convirtió a los banqueros en sus propietarios ya que la mayoría de los medios tuvieron que recurrir a ellos para sobrevivir, con lo que los periodistas hace ya tiempo que solo pueden comunicar lo que los banqueros deciden comunicar..

El periodismo ya arrastraba algunos males desde la década de los noventa del siglo pasado; más o menos desde que la tarjeta de crédito fue santificada como el único placer no pecaminoso, desde que el muro de Berlín se viniera abajo sin que ningún tertuliano lo anunciara de antemano y desde que la codicia colectiva y la indiferencia individual consagraran al capitalismo como única ideología no solo posible sino también necesaria. En aquellos días, días del primer esplendor de la princesa bulímica en todas las portadas de la prensa del corazón, comenzó la decadencia de semanarios tan prestigiosos como Triunfo o el Viejo Topo al tiempo que surgían los suplementos semanales de los periódicos dedicados a la gastronomía, las cremas hidratantes, la decoración de interiores, la jardinería, el bricolaje, la guía de espectáculos, los hoteles con encanto y otros asuntos por los que el periodismo se ha extendido pero no se ha hecho más profundo.

Uno de estos males, tal vez el que más daño ha hecho al oficio, fue el descubrimiento de que los medios de comunicación solo podían sobrevivir halagando al público; un público cuyo tiempo libre podía ser ocupado por los medios siempre que estos dedicaran menos tiempo a la reflexión y más a los métodos de atontamiento generalizado puestos ya en práctica – con indudable éxito, por cierto – por la televisión.

Con la obligada presencia de internet en todos los rincones habitados del planeta los dirigentes de los medios descubrieron que para sobrevivir contaban, además, con el inesperado aliado de una ingente cantidad de personas que estaban dispuestas a escribir gratis en dichos medios para así satisfacer su vanidoso narcisismo. Los periodistas poco a poco fueron obligados a cobrar nada o casi nada por sus artículos dado que para llenar de contenido los periódicos digitales, por ejemplo, ya se contaba con un ejército de profesores, políticos, astronautas, ingenieros, fontaneros, rentistas, toreros, abogados, politólogos, médicos, paragueros, sacerdotisas, biólogas, tenientes de caballería y demás parientes de visita.....

Todos dispuestos a opinar de todo y de todos en cualquier plataforma que tuviera como norma desechar el profesionalismo en beneficio del aficionado entusiasta, voluntarioso, bienintencionado y por supuesto no retribuido; o sea supeditando así la calidad en beneficio de la cantidad. Los medios occidentales, renunciando de esta manera a ciertos principios fundacionales que no garantizaban su rentabilidad, fueron gestando poco a poco el modelo de sociedad que actualmente padecemos; de hecho, los medios de comunicación de entonces fueron creando, lentamente, el monstruo ahora mismo nos está devorando.

No a mordiscos sino con la lenta, monótona, perezosa y retransmitida estupidez de los personajes que nos empobrecen la vida además de con la creencia, firmemente asentada en nuestra sociedad, de que merced al progreso tecnológico, en una democracia progresista, participativa, moderna y plenamente desarrollada todo lo relacionado con la cultura y la información ha de ser gratuito: lo mismo las series, las películas, los libros, las canciones como los artículos escritos por aquellos que tienen por oficio describir la época que nos ha tocado transitar.

Tal vez por eso, porque los medios solo pueden garantizar su supervivencia entreteniendo a su audiencia con una considerable cantidad de chorradas, no pagando o pagando una miseria por el trabajo realizado, ateniéndose tan solo al corrupto nuestro de cada día y contentando siempre a quienes son sus auténticos propietarios, o sea los banqueros, mañana en ningún periódico y en ninguna tertulia televisiva o radiofónica se nos recordará que “los banqueros han robado a los españoles 70.000 millones de euros”.

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