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El PNV pone fin al ciclo de Urkullu con su liderazgo amenazado en Euskadi

Urkullu, con mandos y agentes de la Ertzaintza

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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El adiós de Iñigo Urkullu (Alonsotegi, 1961) no ha sido explicado por el PNV. Ni siquiera confirmado oficialmente. Pero es una realidad. Cuando su periódico de referencia, el 'Deia', ha publicado también la noticia adelantada por 'El Correo' en el mediodía de este viernes, no quedaba vuelta atrás. Urkullu no será candidato a lehendakari en las elecciones vascas de 2024 que él mismo tiene que poner en el calendario. Urkullu no podrá ser el más longevo en el cargo en democracia y no habrá una cuarta legislatura para él. Se abre un nuevo ciclo en la política vasca y lo abre sin anestesia el propio PNV, que acumula dos no satisfactorios resultados electorales en mayo y en julio y que ve crecer como alternativa a EH Bildu sin que ni siquiera haya designado candidato o candidata.

El silencio ha acompañado la tarde tras el terremoto político. Pocos -casi nadie- han atendido a las llamadas telefónicas y solamente algunos acceden a comentar el asunto por mensaje con cierta profundidad. En el grupo de WhatsApp Euzko Sailburuak, la versión virtual del Consejo de Gobierno, nadie ha tecleado nada. En la Presidencia vasca señalan al partido, al Euzkadi Buru Batzar (EBB, la dirección del PNV) de Andoni Ortuzar. ¿Y qué dice Sabin Etxea? “El EBB no entrará a valorar informaciones periodísticas. Fiel a su costumbre, el EBB informará oportuna y puntualmente del inicio del citado proceso”, se explica. Porque “no ha dado inicio aún al proceso para la configuración de las candidaturas”.

“El lehendakari ha dicho varias veces que está en manos del partido”, es la única reflexión que sale del entorno de Urkullu. Y Urkullu, que ha estado al otro lado, respeta mucho a su partido. “Yo no puedo expresar mis gustos porque no me corresponde a mí esa decisión”, manifestó de su lado Ortuzar en una reciente entrevista, en la Cadena Ser. El lehendakari siempre ha verbalizado que toma sus decisiones políticas a la luz de su situación familiar y personal pero no había expresado nada en ese sentido más allá de que le encanta pasar tiempo con sus nietos, como dijo en Telebilbao. Por su parte, el PNV dispone de un sistema de elección de candidatos con votaciones a doble vuelta en el que el partido, en efecto, hace una propuesta pero en la que, técnicamente, pueden surgir nombres alternativos. También de Urkullu.

El EBB iniciará este lunes el proceso de designación de candidatos. ¿Quinielas? Todas las posibilidades están abiertas y la evidencia es que el debate no ha estado nunca realmente sobre la mesa hasta ahora. ¿Precedentes? En las elecciones forales y municipales el PNV acometió una profunda renovación. Feminizó las instituciones –en Euskadi nunca ha habido una mujer lehendakari– y rejuveneció cargos intermedios. ¿Certezas? Nadie las ofrece más allá de la constatación de que es una apuesta muy arriesgada. Urkullu ofrece experiencia e imagen de seriedad y tranquilidad, según comparten incluso allende el PNV. Bajo su ala no ha emergido ningún delfín, aunque el partido repite siempre que su banquillo es extenso. En Vitoria, se hizo hace una año una operación similar con el alcalde Gorka Urtaran, y la alternativa de la consejera Beatriz Artolazabal hizo caer al partido de primera a cuarta fuerza.

Urkullu, que puede participar en el EBB aunque no sea miembro, estuvo en la reunión de esta semana, el 20 de noviembre. En ella se acordó llevar al 27 de noviembre la decisión sobre su futuro después de quedar despejado el panorama político en España. Ortuzar mandató a cuatro dirigentes del EBB –y solamente a cuatro– a preparar una “propuesta”. Son los tres líderes territoriales de la comunidad autónoma –José Antonio Suso por Álava, Joseba Egibar por Gipuzkoa e Itsaso Atutxa por Bizkaia– y el hombre fuerte en la sombra, Joseba Aurrekoetxea, poderoso responsable de Organización. Aurrekotetxea, Ortuzar y Urkullu se conocen desde niños, son de la misma generación y proceden de la misma comarca, la Margen Izquierda.

El calendario, sin embargo, ha quedado reventado. Se habla de una “filtración” que no beneficia ni a la figura del lehendakari ni al partido. Tres días antes del EBB clave la decisión ha trascendido. Este domingo, el partido tiene un acto importante, como todos los relacionados con Sabino Arana. Ortuzar tiene prevista una intervención en Sukarrieta y todos los cargos están invitados, también por supuesto el lehendakari. Nadie espera que diga nada hasta entonces.

¿Quién es Urkullu?

“El lehendakari se levanta todos los días a las seis de la mañana. Nunca olvidaré mi primer día. ¡Me despertó con un 'whastapp' de los suyos, tremendamente largo, a las seis y media. '¿Pero qué narices hace despierto a estas horas?', pensé”. Esta anécdota, de uno de sus consejeros, describe bien a Urkullu, que nació en Alonsotegi, cuando aún era Barakaldo, y que reside en Durango. Al Urkullu de 2023 se le atribuye ser trabajador, meticuloso y también una persona con “nulo sentido del humor”.

Es de los que inicia muy temprano su jornada después de activarse con “fruta, café con leche y cereales” mientras repasa la prensa. Quienes se han reunido con él o han visto algún debate parlamentario saben que Urkullu toma notas. Muchas notas. Con nombres, con fechas y con todo lujo de detalles. “Tiene infinidad de cuadernos pequeñitos escritos con letra pequeñita, bastantes de ellos hechos a lápiz”, contaban en su equipo en la campaña de 2020. También archivadores temáticos. Uno de ellos se hizo muy conocido: su carpeta con una 'senyera' en el lomo –que no una 'estelada'– en la que recopiló su trabajo de intermediación para evitar la declaración de independencia en Catalunya y el 155. A Urkullu no se le pasará por alto saludar a una persona o preguntarle por su estado de salud o por un familiar. Hace solamente una semana charló largo rato con un periodista para interesarse por su baja laboral.

Urkullu ha sido un lehendakari nacionalista, porque él lo es, pero también ha querido exhibir sentido de Estado y aspiración de abrirse a los no nacionalistas. Esto dijo al respecto en 2018: “Si configuramos una mayoría más amplia, tendremos mayor legitimidad para exigir que se nos respete allí donde somos minoría. Y también en clave interna de cohesión y convivencia. Hablo de acuerdo y pacto. Acuerdo entre vascos y pacto entre Euskadi y España. Pero partamos del acuerdo entre vascos… Diré como lehendakari nacionalista que un proyecto votado sólo por la ciudadanía nacionalista significaría para muchos de nosotros un fracaso estrepitoso. Nuestra sociedad es plural y diversa como cualquier otra sociedad abierta. El pueblo vasco que ha llegado hasta hoy es así… Nuestro desafío, especialmente de los nacionalistas, a quienes se les presupone un compromiso añadido con su patria, es defender el pluralismo y no soportarlo como una patología a eliminar en un proceso de homogeneización. El acuerdo debe ser necesariamente plural y que reúna a diferentes”.

Urkullu llegó a EGI (las juventudes 'jeltzales') en 1977, el año en el que el partido salió de la clandestinidad con una asamblea nacional en Pamplona. En solamente tres años, sin llegar a la veintena, ya era dirigente de la organización. Otros tres años después, en el Alderdi Eguna de 1983, en Aixerrota, un joven Urkullu pronunció su primer mitin. La organización cifró la asistencia en 150.000 personas. Teloneó al lehendakari, a Carlos Garaikoetxea, y al presidente del Euzkadi Buru Batzar, Xabier Arzalluz. Habían pasado pocos días de las grandes inundaciones de agosto de ese año y el lema que se ve detrás del entonces dirigente de EGI era “Saldremos”. Fue su eslogan para la reelección en 2020 tras la COVID-19: “Saldremos”.

En aquellos años y, sobre todo, tras el golpe de la escisión de Garaikoetxea y la fundación de EA, una generación de jóvenes empezaban a pujar fuerte. Eran Aitor Esteban –ahora portavoz en el Congreso–, José Luis Bilbao –exdiputado general de Bizkaia y expresidente del Tribunal de Cuentas–, Koldo Mediavilla y Aurrekoetxea –altos dirigentes del partido–, o también Xabier Ormaetxea –vocal de la Comisión Nacional de Mercados y Competencia– o el propio Ortuzar, con una personalidad opuesta a la del lehendakari. Estaban apadrinados por el histórico dirigente Javier Atutxa, padre de la actual presidenta vizcaína, Itsaso Atutxa, y suegro de Esteban frente a otro sector bajo el ala de Xabier Arzalluz y que todavía hoy representa la otra alma del PNV, la de Egibar.

Urkullu, líder del EBB tras la dura pugna entre Egibar y el hoy presdente de Petronor, Josu Jon Imaz, apaciguó al PNV. Le devolvió también la estabilidad en Ajuria Enea tras la etapa de Juan José Ibarretxe. “Urkullu no es una persona que enaltece a las masas. Ése es Andoni. El lehendakari habla de las cosas del comer. Es una persona en la que puedes confiar y más en un momento como éste. Es alguien a quien le dejarías la cartera. Te lo dice hasta gente no ligada al partido”, declaró en su día Suso, presidente del PNV de Álava.

Urkullu no bebe alcohol y es frugal en sus comidas –“casi nunca come dos platos”–, aunque paradójicamente es experto en “gestión de centros de ocio” por la Universidad de Deusto. El catolicismo marca muchas de sus costumbres personales y políticas –mantuvo en 2019 brevísimo encuentro con el Papa Francisco y lo difundió ampliamente– y se autodefine como humanista o socialcristiano.

Estudió Magisterio en la escuela universitaria del seminario de Derio y se especializó en lengua vasca. Y eso que empezó filología hispánica en Deusto. “Con los que saben euskera, habla siempre en euskera. También manda en euskera esos largos mensajes”, cuentan quienes se han despertado con sus reflexiones como primer mensaje del día en el móvil. En castellano, es el campeón de las subordinadas y los gerundios. Apenas ha ejercido la docencia, aunque en su currículum oficial se cita la ikastola Asti-Leku de Portugalete y el colegio público Félix Serrano de Bilbao. Objetor de conciencia, en 1987, a los 26 años, ya ocupó su primer cargo de designación política: director de Juventud de la Diputación de Bizkaia. Hasta hoy.

De joven fue futbolista en el Larramendi. Era defensa central. Pero su historial no tiene nada que ver con el de su suegro. El padre de su mujer, Lucía, era Eneko Arieta-Araunabeña, delantero del Athletic y que marcó 136 goles en Primera División y dos en tres partidos con España. Es tremendamente familiar, hasta el punto de no residir de manera habitual en el palacio de Ajuria Enea de Vitoria para pasar más tiempo en casa. Urkullu tiene dos hijos y una hija. Ahora es abuelo.

Fue en 1994 cuando Urkullu llegó a Vitoria, al Parlamento Vasco. Ejerció de presidente de la comisión de Derechos Humanos durante tres legislaturas y siempre hace referencia a ello como el momento en el que forjó su discurso sobre ETA, sobre las víctimas y sobre la convivencia en Euskadi. Coincidió en ella con el representante de Herri Batasuna, Josu Urrutikoetxea, 'Ternera', luego uno de los máximos dirigentes de la organización terrorista.

Entretanto, continuó escalando en el equipo. En 1984 ya fue elegido como 'burukide' en Bizkaia, puesto que mantuvo hasta 1987. Inició una segunda etapa en 1996 y en 2000 asumió la presidencia del Bizkai Buru Batzar. Desde entonces hasta ahora le acompañan una secretaria, Miren, y un jefe de prensa, Iñaki. En 2007 le cedió el puesto a Ortuzar y saltó a controlar el Euzkadi Buru Batzar, todavía tensionado por las pugnas entre Imaz y los herederos de Arzalluz. En aquella época se produjo el final del camino para Juan José Ibarretxe y el paso del PNV a la oposición en la etapa de Patxi López. Apareció entonces el Urkullu más político y más hostil. “Euskadi está en riesgo de quiebra inminente”, clamó en 2012 sobre la gestión de los socialistas. Le tocó lidiar como presidente del PNV con el estallido del 'caso De Miguel' de corrupción entre dirigentes de Álava del sector contrario del partido. Diez años después, con una dura sentencia contra sus excompañeros ahora en la cárcel, tuvo que pedir perdón como lehendakari. También trabó una relación de confianza con el entonces presidente del Gobierno, el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, sintonía que no mantiene con Pedro Sánchez.

En 2012, en un gesto que no había hecho ningún líder del EBB en décadas porque el PNV es un partido claramente bicéfalo, decidió postularse como candidato a lehendakari. De nuevo, Ortuzar se quedó al cuidado de su silla. Lo logró. Ganó las elecciones. Pero no logró aprobar unos presupuestos en 2013. Casi cae el Gobierno. Pero pactó con Patxi López –el de la quiebra– y logró estabilidad para terminar la legislatura. Llegó 2016 y el acuerdo con el PSE-EE se amplió a coalición en minoría.

Su último mandato ha sido convulso, aunque desde la mayoría absoluta. Se inició con las diferentes olas de la pandemia, que trajeron erráticas decisiones sanitarias y una pugna con el poder judicial. La Sanidad pública emerge como problema, con más listas de espera y protestas ciudadanas. A Urkullu le irritan las huelgas y repite machaconamente que no le parece justo que en Euskadi se encadenen cuando su posición económica cree que es muy buena. En Educación han florecido problemas también y en la Ertzaintza ha surgido un movimiento asindical dispuesto a cambiarlo todo. El PSE-EE ahora, con Eneko Andueza, ya no es tan dócil como en la pasada legislatura. La gestión ha traído canas para Urkullu y un final tan abrupto como inesperado.

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