“La asamblea de las mujeres” o una utopía que torna en un cabaré de humor
En un mundo gobernado por los hombres, las mujeres se han levantado para vencerlos en su propio terreno, pues disfrazadas de éstos tomarán el poder y convertirán lo que pudo ser la primera utopía donde los bienes son propiedad común en un cabaré esperpéntico de chascarrillos y humor.
Se trata del cuarto estreno absoluto de la 61 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, “La asamblea de las mujeres” que transporta al espectador a una Atenas en decadencia tras la derrota frente a Esparta en la Guerra del Peloponeso.
Allí, un grupo de mujeres se hacen con el poder y forman un gobierno protocomunista, disfrazándose de hombres para poder entrar en la Asamblea ateniense y votar por ellas mismas para cambiar lo establecido.
La actriz debutante Lolita (algo nerviosa aunque con convicción en su papel) encabeza esta rebelión en la piel de Praxágora, mujer de Blípero (un histriónico Pedro Mari Sánchez) que junto con la veterana actriz María Galiana (la más aplaudida), además de Pastora Vega y Concha Delgado (que hacen un doblete de personajes) elaboran y ejecutan el plan.
La comedia procaz y a veces soez es conducida por Juan Echanove, que a pesar de presentarla en el Teatro Romano de Mérida, dirige desde aquel “callejón del Gato” que dibujara Valle-Inclán.
Echanove, que definió la versión de Bernardo Sánchez, como un “espejo ya no de la realidad, sino de la surrealidad”, nos ofrece en esta farsa a un grupo de comediantes que llegan para representar “La asamblea de las mujeres”.
No espere soluciones mágicas a sus problemas o conclusiones irrefutables en esta obra, que en ocasiones divierte y a la vez provoca alguna que otra reflexión sobre la situación de crisis que vive hoy la sociedad.
Praxágora descubre a su marido de forma exultante su “programa de gobierno” que incluye un plan de reparto y ahorro (los bienes en un fondo común), un programa de pleno empleo (al tener todos una forma de ganarse la vida asignada) y otro de igualdad de oportunidades (al quitar las tarifas de los prostíbulos), así como un plan de protección a la tercera edad.
Por este último, ninguna mujer quedará insatisfecha, pues por este plan será obligatorio dar prioridad a la experiencia y madurez por encima de la juventud y la belleza.
Gracias a esta ocurrencia, el espectador disfruta de una divertida escaramuza entre tres prostitutas por ganarse el favor de un joven dramaturgo, Sófocles, que encuentra en esta situación el argumento ideal para su siguiente obra: Edipo Rey.
En esta sátira coral también destaca como personaje secundario el procurador “gallego” Cremes, interpretado por Sergio Pazos, que igualmente ha sido muy aplaudido en este estreno en Mérida.
La comedia de Aristófanes, que ya ha sido llevada al Teatro Romano emeritense en otras tres ocasiones (1982, 1999 y 2011) muestra, a diferencia de esta versión, mayor pesimismo frente a los acontecimientos narrados; mientras que el montaje folclórico de Echanove es una fiesta al optimismo con música del gaditano Javier Ruibal que termina en chirigota.
Si como dice el propio director el teatro debe ser un espejo donde el espectador pueda verse reflejado, esta función no trata de forma idealista sobre quien gobierna mejor, hombres o mujeres, sino que escenifica un pesimismo frente a lo político y lo comunitario, producido por el egoísmo reinante en el ser humano.
El director ha querido dar una visión política general a través del humor (“un vehículo que siempre funciona”) en esta comedia estrenada hoy y que estará en cartel durante dos semanas, hasta este domingo y del 5 al 9 de agosto.
Pasen y vean el cabaré romano con travestismos, prostitutas, heroínas, gallegos y hasta rusos, con ciertos altibajos y algo extensa, pero...como le dijeron a Jack Lemmon en “Con Faldas y a lo loco”... nadie es perfecto.