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Las 115.000 hectáreas extremeñas que podían haber sido Parque Nacional

El río Zapatón a su paso por la Sierra de San Pedro

Inmaculada Franco

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Podía haber sido Parque Nacional, motivos no le faltaban, pero, finalmente, fue elegida Cabañeros, con 40.856 hectáreas entre Toledo y Ciudad Real, como espacio representativo del bosque mediterráneo y de matorral en España, en 1995. Mientras, la Sierra de San Pedro, con más de 115.000 hectáreas en Extremadura, ha conseguido erigirse como uno de los mayores referentes en cuanto a biodiversidad y también por concentrar una de las mayores poblaciones de águilas imperiales ibéricas y buitres negros del mundo.

Toda la Sierra de San Pedro, de la que 2/3 partes se asientan en la provincia de Cáceres y el resto en la de Badajoz, está declarada como Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA), y se encuentra dentro de la Red Natura, lo que le da la protección suficiente para seguir manteniéndose como uno de los emblemas del bosque mediterráneo y de matorral en España.

El presidente de la junta rectora de la zona Zepa de la Sierra de San Pedro, Cipriano Hurtado, ha señalado, en declaraciones a elDiario.es Extremadura, que la riqueza de la sierra reside en que “durante siglos no ha sufrido ninguna transformación”, su enorme extensión, su biodiversidad en número de especies de fauna y flora, está por encima de otros muchos espacios, incluso declarados como parques nacionales.

Es el caso del Parque Nacional de Monfragüe, tiene 18.000 hectáreas y, de ellas, 4.000 habían sido reforestadas con eucaliptos, cuando fue incluido dentro de la red de parques nacionales, aunque, afortunadamente, gran parte de esas hectáreas se han ido recuperando, afirma Hurtado.

Las reinas de la sierra son el águila imperial ibérica y el águila real, dentro de las rapaces, y en cuanto a las carroñeras, destaca su población de buitres negros, superior a la que existe en Monfragüe, y la de buitres leonados. Pero también son importantes su población de pequeños y grandes mamíferos, reptiles y anfibios, “el lince seguramente ya haya llegado, y al lobo, que ya tenemos cuatro parejas en Extremadura, le faltará poco para llegar, no hay ningún ejemplar de lobo desde 1989”.

Predominan las encinas y alcornocales, su pico más alto roza los 700 metros, y está atravesada por el río Zapatón y grandes charcas. Esto hace que la Sierra de San Pedro sea un lugar privilegiado para todo aquel que ame la naturaleza en estado puro. Y es que “como he dicho es un lugar que no ha sufrido transformaciones en siglos, lo único que podría transformarlo sería un gran fuego, pero, afortunadamente, desde hace 6 años tan sólo ha habido pequeños de incendios que no habrán llegado a afectar, todos juntos, a 250 hectáreas”.

La Sierra de San Pedro discurre, en gran parte, por la N-523 que une Cáceres con Badajoz, y que, próximamente, se convertirá en autovía, algo que, según Hurtado, no tiene por qué afectar a este entorno natural. “Hoy las carreteras se construyen con unas medidas de protección ambiental que no había antes, las medidas correctoras son muy grandes, y si hace falta modificar un trazado 200 metros a la derecha o la izquierda no creo que haya un gran problema”. “Se habló mucho del impacto de la construcción de la N-430 por la Siberia extremeña, que está pegada al Parque de las Villuercas e Ibores, que hoy es Reserva de la Biosfera”.

Hurtado está íntimamente ligado a esta sierra, la vive, la siente y considera que tenía que haber sido incluida dentro de la red de parques nacionales, aunque también reconoce que como parque nacional no habría tenido más protección de la que tiene ahora, “quizás sí hubieran llegado más fondos o recursos para construir centros de interpretación o museos sobre su fauna y su flora. El único escollo para esto es que el 98 por ciento de la sierra está en manos privadas, grandes fincas de particulares, aunque tampoco hubiera sido un gran problema para el Estado haber comprado alguna finca para construirlos”.

Afortunadamente, señala, la mayor parte de los propietarios de las fincas son grandes amantes de la naturaleza, “siempre ha habido un buen entendimiento por parte de éstos ante las medidas de protección”, lo que ha hecho que la sierra, día a día, haya podido mantener estables sus poblaciones de animales y que ninguna especie corra ningún peligro amenazante de extinción. “Es cierto que ahora hay menos lagartos, como ocurre en toda Extremadura, pero también es porque hay más cigüeñas, esto es así”.

Cipriano Hurtado, doctor en Farmacia y profesor jubilado de Microbiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura, sigue trabajando por la sierra que ama y conoce al milímetro, desinteresadamente, porque no cobra nada como presidente de su junta rectora, un puesto en el que espera ser relevado pronto por alguien más joven que continúe protegiendo y amando a una de las joyas naturales del mundo.

 

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