Atrévete, date el gustazo
No creo que nadie se sorprenda de que un servidor afirme su convicción a la hora de votar a Izquierda Unida-UP en las elecciones generales que se celebrarán el próximo domingo. No hace falta escribir un artículo para decir esto, pero sí puede ser útil para pronunciarse sobre algunas cuestiones antes del 20-D, y no después. En política hay que mojarse, y desgraciadamente en elecciones la valentía y la honestidad son bienes más bien escasos. Es por ello que creo necesario dejar claras de algunas cuestiones:
Antes que nada hay que dejar bien claro una cuestión esencial: el pasado no volverá. Los nostálgicos que acuden a la reivindicación de los tiempos del Estado de Bienestar como forma de organización de nuestra sociedad que aglutine el crecimiento económico y la extensión de los derechos de la ciudadanía como premisa de ese crecimiento, no han advertido que las fórmulas económicas no pueden entenderse sino como parte del momento histórico que los vio nacer.
Si el Estado del Bienestar surgió fue como respuesta del capital al avance del comunismo en una Europa arruinada tras la II Guerra Mundial y bajo el paraguas del Estado Nación como actor central en la escena internacional. La intensificación la competitividad y el relevo del Estado-nación a favor de la sociedad global relegan al pasado esta forma como una alternativa factible. La única opción viable es la de aquellas fuerzas políticas que ponen el dedo en la llaga y señalan al capitalismo como el problema, y no como la solución, bien entendido que no hay nada que reformar y que su continuidad es irreconciliable con la supervivencia de los derechos económicos y sociales.
Segundo, si existe alguna nota que califique la actitud de la izquierda en los últimos veinte años, esa es únicamente su cobardía. Hace décadas que la izquierda no se reivindica como una receta frontalmente opuesta a la definición del sentido común que ha consolidado la ideología neoliberal, basada en el egoísmo, el consumismo y la defensa de un modelo de competitividad impropio de una sociedad civilizada, que desprecia las necesidades de las personas y la protección del medio ambiente, y supedita cualquier consideración a la realización de personas reducidas a su condición de consumidores.
Hay que decirlo bien claro, la derecha nunca ha tenido ningún reparo en defender aquello que considera necesario, aunque para ello llegue a afirmar que nuestro sueldo es demasiado alto, y que aspirar un trabajo para toda la vida es poco menos que un exceso que es necesario reprimir. Y es ahí donde más nos duele, en la comparación entre el vigor de la derecha y la mojigatería de una izquierda cobarde que se avergüenza de sí misma. Difícilmente podemos salir de este atolladero apostando por las fuerzas políticas que ni siquiera se atreven a definirse ideológicamente.
Y aún hay más, el primer requisito para acertar a la hora de tomar cualquier decisión es disponer de la información necesaria que nos permita realizar un primer diagnóstico acertado. Esto presupone la necesidad de poner en evidencia las mentiras de aquellos que nos gobiernan. La primera de ellas, y la principal, es la idea de que no existe alternativa, un argumento tan interesado como bochornoso, desde el momento en el que si realmente sólo hubiera una alternativa la democracia carecería de toda justificación. El mensaje es claro, aquellos que defienden que el statu quo es el único posible lo hacen con una única finalidad: proteger su propios intereses, impidiendo que otros ocupen el lugar que hoy en día ocupan ellos. Léase, nos mienten en interés propio.
Por último, mucho se ha hablado de la necesidad de iniciar un proceso de confluencia entre “las fuerzas del cambio”, o algo así, pero poco se ha hablado de la instrumentalización que se ha realizado de esta estrategia por parte de las diferentes fuerzas políticas que se vieron envueltas en semejante embrollo, y siempre pensando en el beneficio propio, por lo tanto no nos engañemos, las posibilidades de que se lleve a efecto un proceso de esas características en nuestro país no vendrá determinado por la necesidad de crear un bloque contra la derecha, sino por el criterio partidista de conveniencia. Es terrible, pero así será, porque así ha sido.
Y sí, efectivamente, votaré a Izquierda Unida-Unidad Popular porque, mientras nadie me convenza de lo contrario, es la única fuerza política de la que puedo obtener una respuesta satisfactoria a todas estas cuestiones, una respuesta que en algunas ocasiones ha resultado incompleta, e incluso titubeante –otra vez el miedo-, pero hay algo que tengo muy claro, si IU-UP no puede, entonces no puede nadie. No sólo hay que meter una papeleta en un recipiente de plástico pero por algo se debe comenzar. Atrévete, date el gustazo..