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“Necesitaba salvar mi vida”

Mehrad Alizadeh es coordinador de Cepaim Navalmoral y profesor de yoga.

Esmeralda Torres

Mehrad Alizadeh (Teherán, 1967), de origen iraní, es el coordinador del centro moralo de Cepaim, fundación de convivencia y cohesión social, y profesor de yoga. La paz es uno de sus principios y forma de vida, por lo que se vio obligado a salir de su ciudad cuando, envuelta en una guerra de trincheras con Irak, contaba con la edad de prestar servicio militar al Estado.

Aquel conflicto bélico se trataba de una ofensiva organizada por las fuerzas iraníes a lo largo de la frontera cuyo objetivo era conquistar Al-Bara y cortar la carrera que unía Bagdad con Basora. Al otro de la zanja se encontraba Irak, con un ejército dotado de buenas armas pero escaso en número de tropas frente a los 54 millones de habitantes iraníes. “Los llamados a la mili iban a la frontera para defender el país, y yo tenía miedo a perder mi vida”, confiesa el refugiado.  

Alizadeh confiesa que la disciplina yoga es su filosofía de vida, una ética que le impedía involucrarse en esa guerra. “No me dejaba participar”, afirma. Según cuenta, esta doctrina exige al practicante cuidar de su vida y acercarse a la paz. “La paz es un derecho de todos, si no la encontramos en un lugar debemos buscarla en otro”.

Un conflicto interno que, tras mucho meditarlo, le obligó a abandonar Teherán a finales de los años 80. Estaba convencido de que no huía por motivos políticos, sino por sus propias creencias. “No salí de mi país por problemas de ideología política, no estaba perseguido; salí porque no quería involucrarme en la matanza de otras personas”.

El refugiado relata los obstáculos, tanto emocionales como físicos, que tuvo que superar. En primer lugar, dejar allí a sus familiares y amigos con tan solo 20 años; en segundo, afrontar un viaje que se preveía difícil y repleto de riesgos. “Fuimos de pueblo a pueblo por distintos caminos, unas veces en autobús y otras detrás de camiones, hasta que llegamos a Turquía”, recuerda.

El camino hasta allí y, especialmente, la estancia en el aeropuerto fue uno de los momentos más angustiosos del periplo. Tanto Alizadeh como las ocho personas que también abandonaron Teherán buscando el refugio de su vida, habían conseguido una documentación falsa para volar a otros países a través de redes organizadas. “Teníamos mucho miedo de que nos pudiesen coger”.

Europa, “un mundo totalmente nuevo”

Entre los países acogidos al tratado que facilitaba refugio a los iraníes se encontraban Alemania, Dinamarca y Suecia, este último, destino del vuelo de Alizadeh. “En Lund se encontraba uno de mis hermanos y me esperaba para reunirnos”, explica.

Pero eso no sirvió de gran ayuda en la odisea que le esperaba. El país escandinavo tenía una cultura y un idioma muy diferente a la mitología iraní y la lengua persa, propias del hombre. Es más, asegura que fue la integración el momento más duro del proceso, pero a la vez el más “sabroso”. “Poco a poco aprendí sueco y conocí a personas de distintas nacionalidades gracias a que era una ciudad muy multicultural. Descubrí otro mundo totalmente nuevo”.

Un contrato como fotógrafo en un museo hasta al que le habían llevado sus estudios en Bellas Artes tocaba su fin y se vio en la exigencia personal de salir de Suecia para seguir creciendo. “Necesitaba instalarme en otro sitio y pedí una beca para aprender español”.

No dudó, Andalucía sería su nuevo destino. Eligió Córdoba para pasar cuatro meses estudiando el idioma “por su pasado musulmán, su fusión de culturas y el flamenco”. Una ciudad que le dio la oportunidad de conocer a la que hoy es su pareja, con la que viajó de nuevo a Suecia para acabar instalándose finalmente en Extremadura en el año 2002.

Sensibilización con los inmigrantes

Alizadeh no ha vuelto a Irán desde entonces. Tiene muchas ganas de volver, pero “al salir de esta manera tan dificultosa...” el miedo le frena. También la logística que supone un viaje familiar, comenta aludiendo a sus tres hijos. Pero aunque lleve 30 años fuera, el hombre no olvida dónde están sus raíces. “Parte de mi cultura la llevo en mi corazón”, asegura. Como tampoco olvida lo que le empujó a salir de su tierra. “Necesitaba salvarme”.

Porque conoce de primera mano qué supone abandonar tu país para sobrevivir y qué experimentan las personas que aterrizan en un mundo totalmente paralelo, Alizadeh es una persona muy sensibilizada con inmigrantes y refugiados. Desde Cepaim Navalmoral coordina distintas actividades que faciliten la integración de estas personas en la sociedad extremeña. La última, el pasado sábado. “Entre todos los que se acercaron pintamos un mural urbano para recalcar la importancia de los valores multiculturales. Al lado de un español podía haber un marroquí, un senegalí o un argentino pintando”, cuenta.

“Creo que como individuos tenemos una responsabilidad muy importante, simpatizar con las personas que están en esa tesitura de salir de su país para salvar su vida”, afirma. Por ello, seguirá trabajando por ofrecer su ayuda a los que se encuentren recién llegados de otros países, a los que no sepan cómo integrarse en una sociedad totalmente diferente, en un mundo nuevo. Él mejor que nadie sabe cómo se sienten.

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