¿Esparadrapo o un tiro?
La manifestación de París por la libertad de expresión, -Je suis Charlie-, ocupada en sus primeras filas por mandatarios de diferente signo y color, fue en apariencia como un grito unánime a favor de la tolerancia y contra aquellos que no respetan las opiniones adversas, aunque mirando el careto de algunos de los que la encabezaban, al margen de la cartelería y consignas que se gritaban, también podía ser una manifestación contra la libertad de expresión porque muchos de ellos, por no decir todos, imponen la censura por la fuerza, con guante blanco o previo pago de su importe. Es decir, unos violan con vaselina y los otros por la fuerza bruta, pero a fin de cuentas, violación es aunque, como somos tan puntillosos, pretendamos establecer diferencias y buscar atenuantes a los que con nuestro dinero pagan para que nos callemos o para que nos callen. ¿Un esparadrapo o un tiro? ¿Hay un solo medio, público o privado, que no tenga establecidas limitaciones para poner sordina a los que van contra lo que ellos llaman eufemísticamente “línea editorial”? Menudo camelo.
Que nadie se santigüe de horror, porque yo no establezco comparativa alguna entre los cafres iluminados que resuelven estas cosas con cinturones explosivos, bombas de mano o un Kalashnikov, pero salvando los métodos, más o menos expeditivos, más o menos sangrientos, la pomposamente llamada libertad de expresión tiene mucho de entelequia, porque frente a ella está la censura, más poderosa, organizada, difundida, asumida e incluso aceptada con cierta naturalidad y complacencia. La censura se ha ejercido, se ejerce y se seguirá ejerciendo, con mayor o menor grado, con mayor o menor altura, desde una emisora municipal, un periódico impreso/digital, un canal de televisión e incluso un panfleto. No lo llaman censura, claro, lo llaman supervisión, línea editorial, oportunidad, conveniencia del momento, respeto…. O sea, con vaselina. Por eso, viendo el careto de tanto fantoche manifestándose en París, en plan indignados y para defender “el sacrosanto” principio de la libertad, pues a uno se le revuelve la tripita…¡Vamos, que Pedro J dejó la dirección de El Mundo porque le picó un modelo de su señora o Pepa Bueno y Ana Pastor dejaron TVE porque le dio un aire.
¿Por qué cada vez que cambia un gobierno el que llega cambia de inmediato la dirección de los medios públicos? No me ceden este espacio para que hable de mis cuitas personales pero, imagínense las presiones que deben volar por ahí arriba, si a mí, escribidor provinciano, llevan treinta años intentando callarme. Bueno, intentando y consiguiendo, porque a veces he tenido que recoger mis bártulos en una caja, como se ve en algunas películas con los empleados incómodos. De algunos sitios te tienes que ir, pero en otros no te dejan entrar porque, sabiendo cómo eres y cómo opinas, el veto, que es peor que la censura, lo llevas en tu nombre, que es lo más doloroso. A veces, no se rechaza lo que se escribe sino quién lo escribe. En una ocasión escribí un artículo para un medio y el director tuvo la desvergüenza de decirme que era muy bueno y que coincidía con mi argumentación, aunque no podía salir con mi nombre, pero que, eso sí, si se lo enviaba con otra firma lo publicaba de inmediato. Como yo quería que saliera, taché mi nombre burdamente y debajo puse el nombre de un fulano que hoy -¡lo que son las cosas!- también anda a la desesperada poniendo precio a mi cabeza… ¿Más? Suelo tener presencia en casi todas las emisoras, menos en las del “régimen” porque en ellas, previo pago de su importe, tienen porteros, como las discotecas, para no dejar pasar a gente que no ha hecho los cursillos de adhesión al verso loco. Y desde luego la televisión extremeña, esa que pagamos todos, está copada por los de la cuerda o asimilados y es tan pequeña que yo no quepo en ella.
Y un último dato, una novela mía, que estuvo con las finalistas de cuatro premios nacionales -entre ellos el “Ciudad de Badajoz”-, fue aceptada en la Editora Regional, pero después de muchas dilaciones y engaños, la tierna florecilla poética que la dirige, me dijo que “con gran pesar” no la podía publicar. ¿Es mala? ¡No, me ha encantado! Seguro de que si aquí se hace una manifestación por la libertad de expresión, todos estos conmilitones irían en primera fila, sosteniendo la pancarta. ¡Faltaría más!