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Coches en el corazón de un parque natural en Galicia: arrecian las críticas por la falta de control en las Fragas do Eume

As Fragas do Eume (A Coruña).

Beatriz Muñoz

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El acceso a vehículos particulares al parque natural de As Fragas do Eume se restringe en épocas de mucha afluencia como Semana Santa o verano. Un guarda de la Xunta controla las llegadas para evitar que los visitantes se adentren con sus coches en este territorio protegido, pero el fin de semana del 20 y el 21 de agosto, el vigilante estaba de baja y nadie fue en su lugar. El acceso principal a la zona, aunque no el único, está en la parroquia de Ombre, en el municipio coruñés de Pontedeume. Los vecinos que veían pasar coches sin restricción alguna terminaron por instalar ellos mismos las vallas que se usan para cortar el paso y dar indicaciones a los visitantes para que dejasen los turismos y utilizasen el autobús que lleva hasta el monasterio de Caaveiro o hiciesen la ruta a pie.

El episodio ha vuelto a poner el foco sobre un espacio que concentra desde hace años críticas de vecinos, ayuntamientos -su superficie se extiende por cinco municipios- y ecologistas. Declarado parque natural hace un cuarto de siglo, sigue sin un plan rector de uso y gestión (PRUX, por las siglas en gallego). El expresidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo se comprometió en 2021 a que el documento estaría listo este año, una década después de un gran incendio que arrasó, en la primavera muy seca de 2012, unas 750 hectáreas en lo profundo de As Fragas do Eume, buena parte de ellas de especies autóctonas. Aunque en el parque, un triángulo de más de 9.000 hectáreas a lo largo del escarpado cañón del río Eume, están algunos de los bosques atlánticos de más valor, las especies propias no son las únicas que viven en la zona. Asociaciones ecologistas como Verdegaia han denunciado reiteradamente el aumento de la presencia de eucaliptos y el deterioro del entorno.

Tras lo ocurrido el sábado y el domingo pasados, el alcalde de Pontedeume, Bernardo Fernández Piñeiro, protesta: “Llueve sobre mojado”. Considera “poco compatible” la idea de un espacio natural protegido con un lugar “repleto de coches”. El presidente de la asociación ecologista coruñesa Arco Iris, Francisco Lueiro, califica la situación de “surrealista”. No hay barreras físicas que impidan el paso. De hecho, el acceso no está restringido a los vehículos fuera de épocas de gran afluencia. “Esto no es una huerta cualquiera. Si hay un guarda de baja tiene que haber otro disponible”, critica Lueiro.

La Consellería de Medio Ambiente, Territorio e Vivenda asegura que la falta de guardas del pasado fin de semana fue “algo totalmente puntual” y reduce el problema a “unas horas y en una entrada concreta”, aunque no menciona que es la más usada. La labor de vigilancia, dice, la asume “voluntariamente” la Xunta con personal del área de medio ambiente en algunas épocas de mayor llegada de visitantes “y ante la necesidad de regular el tránsito rodado en los acceso como factor que puede alterar el entorno”. Al vigilante se le encomiendan estas tareas a pesar de que están “más allá de las funciones que tiene competencialmente atribuidas”, añade. Frente a estos argumentos, el alcalde de Pontedeume recalca que por esta entrada llegan, según sus estimaciones, entre el 70% y el 80% de los visitantes y recrimina que, más allá de la ausencia del fin de semana, no haya una mayor limitación para los vehículos en un espacio de alto valor ambiental.

No es posible conocer cuántos visitantes coincidieron el pasado fin de semana en el parque. La Xunta no tiene una medida precisa del número de visitantes que pasan por As Fragas, algo que justifica por ser de acceso libre e ilimitado. El Gobierno gallego hace una estimación anual basándose en los datos de quienes paran en el centro de interpretación, pero no tiene cálculos intermedios para 2022.

Límites diarios y aparcamientos disuasorios

Para evitar aglomeraciones y los efectos negativos de los coches sobre el entorno, la asociación Arco Iris propone establecer un sistema de vigilancia 24 horas con guardas o bien el acceso con permisos, como ocurre en otros parques naturales, como el de O Invernadeiro. “La Consellería no se lo toma en serio. Y va a ir a peor”, asegura Francisco Lueiro. El ecologista acusa a la Xunta de “dejadez” y niega que lo ocurrido el fin de semana sea algo puntual. “No es la primera vez”, insiste y llama la atención sobre las dificultades para maniobrar en una carretera estrecha. Teme también que el pueda desencadenarse otro incendio. La investigación sobre el de 2012 concluyó que el origen había sido una colilla, pero se cerró sin culpables.

El fin de semana los avisos de los alcaldes a la Subdelegación del Gobierno terminaron con la movilización de una patrulla de la Guardia Civil que en ese momento estaba en A Capela, uno de los cinco municipios por los que se extiende el parque. A pesar de los intentos de los vecinos, algunos coches llegaron hasta el monasterio de Caaveiro. El alcalde de Pontedeume insiste en la necesidad de disuadir a los visitantes de que accedan al interior del parque con sus vehículos. Señala que el Ayuntamiento acaba de comprar 3.000 metros cuadrados en la parroquia de Ombre para hacer un aparcamiento y sugiere que la Xunta debería hacer lo mismo. La Diputación de A Coruña, dice, ha manifestado que no hay inconvenientes para que el autobús público que actualmente sale del centro de interpretación, ya dentro del parque, lo haga desde un estacionamiento. Pero el Gobierno gallego “sigue sin mostrar mayor interés”.

El regidor se muestra sorprendido por la postura de la Xunta. Habilitar un aparcamiento supone un desembolso pequeño, sostiene. Y el punto en el que se corta ahora el tráfico, en el centro de interpretación, ya es “complicado para que los coches den la vuelta”. La carretera, de titularidad autonómica, que parte desde ahí hasta el monasterio de Caaveiro está “totalmente destrozada”, con socavones “en los que cabe una persona tumbada”, pero lleva años sin reparaciones, critica.

Otro de los frentes abiertos en As Fragas do Eume es el de los propietarios. El parque está formado por parcelas que son en su mayor parte de titularidad privada. Los dueños tienen limitados los usos, por lo que reclaman una alternativa al Gobierno gallego. El alcalde de Pontedeume opina que la Xunta debe o bien comprar los terrenos y hacer del parque un territorio en manos públicas o compensar a los propietarios.

“El parque natural de la Europa atlántica peor conservado”

La asociación ecologista Verdegaia, una de las entidades con las que la Xunta está negociando el plan de rector de uso y gestión, considera que desde que fue declarado Parque Natural, el espacio “ha sufrido un proceso de degradación continuo”. La “ausencia de medidas” para revertir el deterioro hace que la asociación lo considere “el parque natural de la Europa atlántica peor conservado”.

Critica también que la Xunta ofrezca, a través de su departamento de turismo, una visión “idealizada” del parque que lo ha convertido en lo que considera “una trampa para turistas”: “Esperan encontrar un bosque bien preservado en un paisaje espectacular, pero luego se encuentran un entorno degradado por la intensa eucaliptización del valle del Eume”. Verdegaia asegura que la propia directora de Patrimonio Natural, Belén do Campo, reconoció en una reunión el pasado mes de mayo que buena parte de las plantaciones de eucalipto son ilegales.

La asociación destaca que la importancia de As Fragas do Eume está en que sigue habiendo en su territorio “pequeñas muestras” de bosque atlántico termófilo, que es un tipo “muy escaso”. Tiene mayor relevancia, añade, en una zona como la gallega, donde apenas hay bosques maduros “a causa de la intensa explotación” del monte. La situación del parque es, para Verdegaia, “deprimente” no solo por las especies foráneas, sino porque en el río Eume no se ha respetado el caudal ecológico ni la calidad del agua -la Xunta le reclama a Endesa, que explota un embalse en el río, dos millones de euros por un episodio de contaminación en 2020-. Al cúmulo de circunstancias se suma, según Verdegaia, que el Gobierno gallego “dificulta” las iniciativas de algunas entidades de custodia del territorio para restaurar hábitats en la zona.

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