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“Antes de todo esto yo creía en la pena de muerte”

Ray Krone en Santiago de Compostela

Marcos Pérez Pena

En 1991 Ray Krone fue acusado del asesinato de una camarera de un bar de Arizona al que solía ir para jugar a los dardos. El proceso fue muy irregular y lleno de deficiencias, y Krone fue sentenciado a muerte. Pasó diez años en la cárcel y dos en el propio corredor de la muerte, esperando por la fecha de su ejecución. Un segundo juicio probó su inocencia a través de la no relación de su ADN con los restos encontrados en el escenario del crimen. El juez que se encargó de este segundo proceso reconoció públicamente sus dudas sobre el fundamento de la acusación, e incluso consideró la posibilidad de anular directamente la primera sentencia.

Desde que Krone recuperó su libertad, comenzó a colaborar con la asociación Witness to Innocence, que trabaja por la abolición de la pena de muerte, sobre todo a través de la participación de las personas que en algún momento estuvieron en el corredor de la muerte y de sus familias. Desde 1973 fueron exculpados en los Estados Unidos un total de 142 condenados a la ejecución. Casualmente, Krone fue el exonerado número 100.

La actividad de Witness to Innocence se centra en la educación pública, la acción directa, el trabajo con medios de comunicación y el asesoramiento legislativo, poniendo al descubierto los problemas de un sistema judicial con deficiencias, así como en el trabajo para la compensación de las personas exoneradas. Witness to Innocence intenta persuadir a las agencias gubernamentales para que adopten directrices que permitan a los hombres y mujeres exoneradas beneficiarse de los programas que, financiados por el gobierno federal, proporcionan asistencia médica y financiera. La asociación fue promovida por Helen Prejean, autora de la obra Dead Man Walking.

Son ya 18 los estados norteamericanos en los que la pena de muerte fue abolida por ley. Y en el 2012 sólo hubo ejecuciones en nueve. Parece que los Estados Unidos, único país de América en el que aún se ejecuta, camina hacia la erradicación de esta práctica: en los últimos seis años seis nuevos estados aprobaron en referéndum su prohibición.

“Nuestras familias también estaban en la cárcel con nosotros”

“Somos 30 exculpados los que colaboramos con la asociación”, explica Ray Krone, que añade que “el objetivo fundamental es contar nuestras historias y las de nuestras familias para cambiar la visión de la gente sobre la pena de muerte”. Destaca la importancia de esta experiencia directa y del impacto particular que tiene en la gente cuando lo escucha en primera persona: “Tú puedes ser un profesor universitario y repetir lo que está escrito en un libro, pero no es lo mismo que si habías vivido esa experiencia: tanto la experiencia de ser arrestado, de ser juzgado y condenado a muerte, como la experiencia de volver a ser una persona libre”.

En la actividad de Witness to Innocence también colaboran los familiares de los condenados y también va dirigida a ellos, como forma de compartir experiencias y de dar apoyo: “Nuestras familias también estaban en la cárcel con nosotros. Nos dieron apoyo y fuerza porque hay muchos momentos en los que pasas por fases depresivas”, comenta Krone. En este sentido, otra de las actividades que llevan a cabo son sesiones de terapia de grupo dirigidas a las personas que están condenadas y a sus familias: “Y creo que la ayuda que les prestamos es muy importante, porque nosotros sabemos exactamente por lo que están pasando, porque nosotros estuvimos antes en esa situación”. Cheryl Naill, esposa de Ray Krone, también forma parte de la asociación y se encuentra estos días en España, en la gira promovida por Amnistía Internacional.

“Antes de todo esto yo creía en la pena de muerte”

Ray Krone dice que el paso por el corredor de la muerte “cambia completamente tu forma de ser, comenzando por tu propia visión sobre la pena de muerte”. Y destaca que “antes de todo esto yo creía en la pena de muerte: pensaba que era algo que me protegía a mí y a mi familia y que las personas que eran ejecutadas realmente lo merecían”. Recuerda que “cuándo estás en la cárcel tienes mucho tiempo para pensar. Yo no había hecho nada malo: yo no había quebrantado la ley, yo no le había hecho daño a nadie. ¿Qué es lo que nuestro país le está haciendo a algunos de sus ciudadanos?”. Krone destaca que los procesos no son “igualitarios”. “Que fueras condenado a muerte o no dependía de en que Estado estuvieras, dependía de cual fuera el color de tu piel, dependía de como hubiera sido el propio juicio o de quien te hubiese defendido. Era como tirar los dados sobre la mesa”, afirma.

“Te cambia completamente” -continúa- “Pierdes muchos años de tu vida. Pierdes mucho dinero también en todo el proceso de la defensa y en los viajes que tiene que hacer tu familia. Pero al final sientes también una satisfacción. Eres libre: demostraste tu inocencia. Todos aquellos años que pasaste en la cárcel no fueron en vano. Y sientes que tienes que dar algo a cambio: que hay muchas personas que están pasando por lo que tú sufriste”. Y esa es la razón que mueve a Cheryl Naill y a Ray Krone a dedicar parte de su vida al activismo.

“La pena de muerte no ha hecho que hubiera menos asesinatos en Texas”

Naill y Krone son optimistas de cara al futuro. “Hay muchas señales que nos indican que estamos en el camino para que la pena de muerte sea abolida en los Estados Unidos”, comenta Ray: “en los últimos seis años seis nuevos estados aprobaron en referéndum la abolición. También se redujo el número de jurados que llegan a un veredicto de pena de muerte”. Y concluye: “Hay una generación que ya va yendo vieja que sigue creyendo en el ojo por ojo y en otras ideas locas. Pero es muy distinto de lo que piensa la siguiente generación. Los que hoy son niños en unos años serán jurados y estarán en contra de la pena de muerte. Sobre todo porque mirarán hacia atrás y verán que en todos estos años las ejecuciones no sirvieron para nada y que se cometieron muchos errores”. “La pena de muerte no ha hecho que hubiera menos asesinatos en Texas, por ejemplo”, afirma.

Ray Krone destaca que “es el Estado en su conjunto, todos sus habitantes, los que están decidiendo que se ejecute a una persona. Independientemente de si estás a favor o en contra de la pena de muerte tú no puedes apoyar que se ejecute a una persona. El sistema está formado por seres humanos y los seres humanos cometen errores”. “Vi ejecutar personas. Vi personas inocentes en prisión. Vi como todo se había convertido en una cuestión de raza y de ingresos. No quiero que le ocurra a nadie más lo que me sucedió a mí, pero si me lo pueden hacer a mí, le puede ocurrir a cualquier persona”, añade.

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