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Megabalsas de agua en el monte: así es la nueva fiebre de la energía hidroeléctrica en Galicia

Vista aérea de las instalaciones de la térmica de Endesa en As Pontes, a punto de cerrar, y el lago en la antigua mina, en el que se proyecta una central de bombeo

Miguel Rodríguez

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En la parroquia de Santa María de Cornanda, en el municipio coruñés de Brión, los más veteranos todavía recuerdan cuando en 1947 dieron comienzo las obras de la presa Barrié de la Maza. A escasos 30 minutos a pie de sus casas, la Sociedad General Gallega de Electricidad, germen de lo que acabaría siendo Unión Fenosa, levantaba en una de las gargantas del río Tambre un dique de contención de 48 metros de altura que, dice el saber popular de la zona, es el causante de las densas nieblas que desde entonces invaden por las mañanas este tramo del valle.

Hoy, 73 años después de la inauguración de aquel embalse que cortó el paso de salmones, anguilas y lampreas al cauce alto del Tambre, los parroquianos de Cornanda temen volver a ser testigos de primera mano de un nuevo hito de la ingeniería hidráulica en Galicia.

El monte que rodea sus viviendas ha despertado el interés de dos empresas que desde hace meses compiten por los permisos para poder construir un lago artificial del tamaño de, al menos, 35 campos de fútbol. “La balsa que proponen anegaría una superficie de terreno de la que ahora viven 36 explotaciones agrícolas”, asegura Marta Romero, una de las portavoces de la plataforma vecinal Non á balsa Cornanda–Tambre, constituida en junio. “Por no hablar del peligro que supone para las casas tener una masa de agua de este estilo tan cerca”, advierte.

El objetivo de la obra es conectar el nuevo reservorio de agua con la presa de Barrié, situada a menor altura, a través de una red de dos kilómetros de tuberías de acero y una planta hidroeléctrica subterránea. Un costoso proyecto, presupuestado en entre 234 y 359 millones de euros, cuyos trabajos se prolongarían entre cuatro y seis años, de acuerdo con la documentación entregada por las dos empresas aspirantes, filiales de la madrileña Capital Energy y la gallega Tasga Renovables, respectivamente.

Esta del Tambre es un ejemplo de central hidroeléctrica reversible –o de bombeo–, un tipo de instalación que vive en Galicia un particular boom de proyectos al amparo de las políticas de descarbonización de la economía. De acuerdo con los datos recabados por este diario, la Xunta y el Gobierno central tramitan actualmente solicitudes para construir siete plantas de este estilo en la comunidad, y en varios casos con más de una empresa compitiendo por la concesión. De salir todas adelante, la potencia hidroeléctrica instalada en Galicia se incrementaría hasta en un 83%, pasando de los 3,723 megavatios (MW) instalados actualmente a casi 6,800 MW.

La tecnología de bombeo no es nueva. El uso comercial de las centrales reversibles, también conocidas como “baterías” por su función de almacén energético, comenzó a inicios del siglo XX y consiste en lo siguiente: en momentos de bajo consumo eléctrico o exceso de generación, el agua se bombea desde un embalse inferior a una balsa a mayor altura. Cuando la demanda de electricidad sea alta o la capacidad de producirla por otras vías sea limitada –por ejemplo, ante la ausencia de viento o sol–, el agua almacenada se deja caer desde el depósito superior, activando unas turbinas para generar electricidad. En Galicia, de hecho, ya existen tres centrales de este estilo en activo, todas en la provincia de Ourense.

La balsa del Tambre no es la única por la que compiten Tasga y Capital Energy. En el municipio coruñés de Cerceda, ambas firmas rivalizan por poner a funcionar una planta que conecte un nuevo depósito de agua sobre el monte Xalo con el lago de As Encrobas, que anega desde hace dos años la antigua mina de lignito que abastecía a la central térmica de Meirama, ya desmantelada.

La última propuesta para abrir una planta de bombeo en Galicia llegó en julio de este año, según recoge el portal web del Ministerio de Transición Ecológica. En este caso, la empresa andaluza San Isidro Solar 3, vinculada al andaluz Grupo Empresarial Cuerva, ha mostrado su interés en construir en el río Miño una nueva central de 260 MW de potencia. La obra, con una inversión estimada de más de 235 millones de euros, afectaría a los concellos ourensanos de Castrelo de Miño, A Arnoia y Cartelle y requeriría la construcción de una balsa del tamaño de 30 campos de fútbol en el Coto de Novelle, uno de los puntos más altos de la ribera oriental del río Miño, según la última documentación hecha pública por el Ministerio.

“Si uno analiza estos proyectos en detalle, se le ponen los pelos de punta. El impacto de semejantes movimientos de tierras sobre los hábitats naturales y la biodiversidad es brutal y este tipo de balsas pueden modificar el microclima de una zona”, asegura Ana Fernández Santamarina, doctora en Hidrología y Gestión de Recursos Hídricos y responsable de esta materia en la Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galiza (Adega).

A su juicio, actualmente no existen estudios que demuestren, por ejemplo, cuáles son las consecuencias de bombear masas de agua tan grandes para el fitoplancton de los ríos y advierte de la importancia que tiene para el ecosistema el agua que se libera al mar en los momentos en que el caudal del río va lleno. “Los episodios de inundación de los ríos no son sinónimo de agua desaprovechada que se pierde en el océano. Son fundamentales para limpiar, mover sedimentos y retirar árboles viejos. Las especies vegetales están acorde con esos ciclos naturales que son necesarios para que haya agua de calidad y ahorremos dinero en su depuración”, afirma Santamarina.

Desde el Ministerio de Transición Ecológica, responsable de aprobar las declaraciones de impacto ambiental de todas las infraestructuras de generación eléctrica de más de 50 MW de potencia, aseguran que las plantas hidroeléctricas reversibles que obtengan luz verde lo harán a condición de respetar “un régimen de caudales que posibilite cumplir con los caudales ambientales de las masas de agua afectadas y apoyando la regulación de cuenca en condiciones de fenómenos extremos, de forma que sea compatible con una gestión eficiente del recurso hidráulico y su protección ambiental”.

No todas las centrales reversibles que sobrevuelan el mapa de Galicia implicarían la construcción de una nueva balsa de agua. En ocasiones, se aprovechan dos embalses ya existentes que, a distintas alturas, pueden conectarse a través de canalizaciones. Es el caso de la planta hidroeléctrica reversible que proyecta Iberdrola en el municipio ourensano de Vilariño de Conso, uniendo las presas de Cenza y Bao. De acuerdo con la documentación remitida al Ministerio por la empresa, la central tendría una potencia de 900 MW, más del doble que la planta de Santo Estevo, el complejo hidroeléctrico más potente de Galicia hoy en día, según datos del Instituto Enerxético de Galicia (Inega).

Adega se ha mostrado especialmente crítica con esta iniciativa de Iberdrola por ubicarse dentro de la zona de especial conservación (ZEC) Macizo Central. La asociación señala que en este espacio, muy castigado por las últimas olas de incendios, se encuentra “una de las mejores representaciones del glaciarismo pleistoceno del noroeste peninsular”. “Y aunque no haya balsa, las obras para las canalizaciones y la central subterránea son enormes”, asegura Santamarina.

Fuentes de Iberdrola, sin embargo, ligan la viabilidad económica de la nueva central de Vilariño de Conso, y de otros proyectos similares, a la existencia de algún “mecanismo de capacidad”, por el cual, además de un mercado en el que se retribuya la producción y venta de electricidad, haya otro que remunere la disponibilidad de almacenes de energía, como puede ser el caso de las baterías hidráulicas.

La compañía que preside Ignacio Galán ya tiene experiencia con macroplantas de este estilo. En Portugal, a escasos 50 kilómetros de la frontera con Galicia, Iberdrola inauguró hace un año la Gigabatería del río Tâmega, una de las mayores obras civiles de la última década en Europa, con una potencia de 1.158 MW y capacidad para proveer la energía que consumen 11 millones de personas durante 24 horas en sus hogares.

Otras fuentes del sector hidroeléctrico, también señalan que el futuro de muchas de estas centrales dependerá de la posibilidad de recibir fondos europeos vinculados a la descarbonización. De hecho, el pasado 17 de julio el Gobierno central publicó en el Boletín Oficial del Estado (BOE) las bases del programa de ayudas para el almacenamiento energético. El Ministerio para la Transición Ecológica destinará a este fin un total de 350 millones de euros de fondos Next Generation, con un importe máximo de 50 millones de euros por proyecto, a los que podrán optar los promotores de centrales reversibles en Galicia.

Objetivo 2030

Las plantas de bombeo no solo despiertan el interés del sector privado, sino también del Gobierno central. Fuentes de Transición Ecológica señalan que el almacenamiento hidroeléctrico “será clave para alcanzar los objetivos ambientales y energéticos al permitir una mayor penetración de energías renovables intermitentes”, en un contexto en el que el sistema eléctrico español dependerá más de los azares meteorológicos y menos de la quema discrecional de combustibles fósiles, como el gas o el carbón, cuando la demanda lo exija.

De hecho, el Gobierno ha establecido en el borrador del nuevo Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2023–2030, publicado a finales de junio, un objetivo de 22.000 MW de almacenamiento energético, frente a los 20.000 MW que fijaba el anterior PNIEC de 2021–30. El Ministerio no ha facilitado un desglose por tipos de almacenamiento, si bien confirma que no todo se corresponde con plantas de bombeo.

En el plan de 2021 sí se especificaba la meta de alcanzar en 2030 los 6.837 MW de potencia instalada en centrales de bombeo puro de toda España, frente a los 3.337 MW disponibles en 2020.

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El último objetivo anunciado por el Gobierno de Pedro Sánchez es que la generación eléctrica renovable en España alcance en 2030 el 81% del total, como paso previo a un sector eléctrico 100% renovable en 2050. “De algún lado tendrá que salir la electricidad para cargar los coches eléctricos”, señalan desde una de las empresas que proyecta una planta de bombeo en Galicia.

Algunas de estas centrales también están llamadas a abastecer a nuevos sectores industriales electrointensivos, como las fábricas de hidrógeno verde. En el municipio coruñés de As Pontes de García Rodríguez, por ejemplo, una alianza empresarial de la portuguesa EDP y Reganosa, la dueña de la regasificadora de Mugardos, proyecta construir una central de bombeo de 570 MW de potencia que conecte el lago de la antigua central térmica con una balsa de nueva creación. La idea es que la planta alimente, junto con la energía generada por cuatro parques eólicos, a la futura planta de hidrógeno verde que ambas firmas prevén abrir en la localidad.

Lenta tramitación

La tramitación administrativa de este tipo de centrales hidroeléctricas de bombeo es, con todo, un proceso tedioso, “con idas y venidas que suelen demorar años”, según fuentes del sector, y que no siempre acaba recibiendo las autorizaciones necesarias.

Desde 2021, al menos dos proyectos de plantas reversibles en Galicia ya han recibido resoluciones desfavorables por parte de la Administración. En 2022, Augas de Galicia denegó la concesión básica de aguas a la empresa aragonesa Atalaya Generación, que preveía construir una planta de 960 MW de potencia entre los municipios lucenses de Alfoz y O Valadouro, al entender que su construcción podría alterar el curso de varios arroyos.

Otro proyecto, de 375 MW de potencia e impulsado por Naturgy para conectar los embalses de Salas y Conchas, en Ourense, también se paró en seco a inicios de este año al no aceptar la empresa las condiciones de la concesión planteadas por el Ministerio de Transición Ecológica.

Fuentes de Naturgy aseguraron a este diario que, tras la falta de acuerdo con el Ministerio, la planta de bombeo se ha aparcado para “dar prioridad a otros proyectos renovables” vinculados a la producción de gases como el hidrógeno, el biometano y el desarrollo de parques eólicos en Galicia.

A día de hoy, Augas de Galicia asegura que solo ha otorgado la concesión para la explotación de aguas a dos empresas: la andaluza Magtel, que rivaliza con EDP y Reganosa en la construcción de una central en As Pontes, y a Tasga Renovables, para hacer lo propio en el lago Meirama. Ambos proyectos deben continuar ahora los trámites ambientales ante el Ministerio de Transición Ecológica.

El ente autonómico es responsable de las concesiones de aguas que afectan a ríos de la cuenca Galicia–Costa, mientras que la Confederación Hidrográfica Miño-Sil es quien tiene la autoridad sobre estos dos ríos y sus afluentes.

A lo largo del último siglo, Galicia ha sido uno de los motores de la industria hidroeléctrica española. Según narra el catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Santiago (USC), Xoán Carmona, en su obra El empeño industrial de Galicia, las primeras centrales gallegas de carácter industrial se construyeron en la década de 1900, con el objetivo de abastecer de electricidad a los sistemas de alumbrado de las zonas urbanas, así como a los astilleros y a la incipiente industria de la conserva.  

El sector vivió su particular boom en la segunda mitad del siglo XX, a lomos de grandes desarrollos impulsados por Unión Fenosa. Galicia cuenta a día de hoy con 153 centrales hidroeléctricas, 108 de las cuales son minihidráulicas, es decir, de menos de 10 MW. Un cuarto de la energía hidráulica española se produce en Galicia y, según los últimos datos del Inega para el año 2021, un 32% de la electricidad generada en la comunidad procede de centrales hidroeléctricas.

En opinión de Ana Fernández Santamarina, los gobiernos deberían priorizar el cuidado de las aguas continentales y la lucha contra las cianobacterias en los embalses. La portavoz de Adega denuncia que Galicia está “sobreexplotada energéticamente” y que los nuevos proyectos redundan en un “sistema saturado” para el que, además, cree que “no hay agua suficiente”. “De la potencia instalada que hay en España no llegamos a utilizar ni la mitad en los últimos años”, asegura Santamarina, antes de acabar su alegato con una pregunta: “La energía hidroeléctrica es renovable pero, ¿es sostenible para el medio ambiente?”.

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