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Paradojas de la Galicia estancada: población estable desde hace medio siglo, natalidad a la baja, brecha litoral-interior

Las paradojas de la demografía en Galicia

Daniel Salgado / Raúl Sánchez

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Lo primero sobre lo que alertan los expertos consultados para este reportaje es sobre las palabras. “Niego la mayor. En Galicia no hay declive demográfico ni despoblación”, sostiene la socióloga Antía Pérez Caramés, profesora en la Universidade de A Coruña, “los datos no admiten esos términos”. Hace prácticamente 50 años que, con pequeñas variaciones hacia arriba o hacia abajo, en la comunidad viven 2.700.000 personas. Y, pese a los titulares alarmistas y ciertos discursos políticos sobre una supuesta extinción de los gallegos, la situación presenta analogías con la de otros territorios occidentales.

También singularidades, advierten: tres olas migratorias desde mediados del siglo XIX, una baja natalidad vinculada a las condiciones socioeconómicas y la profunda brecha entre el litoral y el interior.

El siguiente gráfico muestra este estancamiento poblacional. Desde los años 70, la población en Galicia prácticamente no ha crecido.



Pero no solo apenas ha crecido en población sino que, en comparación con el resto de España, la comunidad ha perdido peso en la estructura de población del país.

Si posicionamos las provincias de España según el número de habitantes, se ve como Lugo y Ourense han pasado de estar en los puestos 12 y 18 de provincias más pobladas a principios de siglo al 39 y 41 en la actualidad. Lo mismo le pasa a las provincias costeras de Pontevedra y A Coruña. Aunque han crecido en número de habitantes, otras provincias lo han hecho mucho más que esas dos. La provincia coruñesa era la cuarta más poblada en el primer censo del siglo XX. En el último del siglo XXI, ha pasado a ser la duodécima.


Así se han desplomado las provincias gallegas en el ranking de provincias más pobladas

Evolución del ranking de provincias más pobladas de España en cada censo desde 1900 hasta la actualidad

Lugo y Ourense
A Coruña y Pontevedra

“Es necesario rebajar los adjetivos y su carga ideológica. Lo que sucede en Galicia está enmarcado dentro de las tendencias generales de las sociedades europeas, pero con pequeños matices, diríamos”, explica Pérez Caramés. Entre esos matices, la socióloga destaca los indicadores de fecundidad, “algo más bajos”. Relaciona esta circunstancia con la salida en los años 60 y 70 de grandes contingentes de trabajadores y trabajadoras gallegas hacia los polos industriales europeos: Suiza, Francia, Catalunya, Euskadi, Alemania. “Muchos de ellos en edad fértil”, dice. Aquello redujo la natalidad, que no se recuperó debido a los determinantes socioeconómicos particulares de la comunidad. “Es absolutamente irrealista una política que pretenda una recuperación notable de la fecundidad. Nunca ha funcionado”, asegura.

El número medio de hijos por mujer en Galicia es de 1,01. El saldo vegetativo, medido como la diferencia entre nacimientos y muertes, es negativo desde finales de los años 80 en la comunidad gallega.



A su juicio, hay algo de thatcheriano –solo existen individuos, no sociedad– en campañas políticas que inciden sobre los comportamientos individuales y no sobre las condiciones colectivas que permiten o no tomar la decisión de tener hijos. “Desvían el eje del debate y lo apartan de los socioeconómico para hablar de demografía”, considera. Isidro Dubert, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Santiago de Compostela, coordinó en 2019 el libro colectivo A morte de Galicia (Xerais). Ha estudiado a fondo las implicaciones ideológicas de los discursos más habituales sobre natalidad y población en la comunidad. “Los sucesivos gobiernos del Partido Popular han alentado un discurso catastrofista, acompañados de sus medios de comunicación”, señala.

Según Dubert, la derecha gallega ha asumido la retórica natalista, surgida en Francia entre finales del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial. Esta descarga sobre la idea de fecundidad y la responsabilidad de las mujeres. “Feijóo [que gobernó Galicia entre 2009 y 2022] proyectó ese natalismo de inspiración francesa con subvenciones a la natalidad que no funcionan, promoción de las familias numerosas. Tiene un fondo cultural y político muy conservador”, apunta. Pérez Caramés, que participó en el volumen A morte de Galicia, lo califica de profundamente patriarcal. Dubert apuesta por un giro radical en la manera de enfocar la situación demográfica del país.



“Somos un país envejecido, sí, pero ¿eso es malo? Alemania es un país envejecido. Francia también lo es. El problema, en todo caso, es que el 80% de las residencias de mayores son privadas, por ejemplo, algo que no sucede en otras partes de Europa”, añade el catedrático. La misma argumentación emplea acerca del descenso de la natalidad. Según su visión, las mujeres tienen menos hijos, pero “eso no es algo nuevo, en realidad ese descenso viene sucediendo desde el siglo XIX”. Y las razones que lo explican, diversas: “Deciden controlar su fecundidad, entre otros motivos, porque las condiciones socioeconómicas son las que son. Por ejemplo, la falta de alternativas de conciliación”. Además, a partir de los años 70, la liberalización y el control de la natalidad también contribuyen al envejecimiento de la población. Isidro Dubert menciona, finalmente, la variable que, a su ver, mejor singulariza la demografía gallega: la emigración.

“La especificidad en Galicia es la emigración. Pero no es una circunstancia demográfica, sino socioeconómica”, señala, e identifica tres grandes oleadas desde el siglo XIX, y otra menor a partir de 2007 y 2008. “Se pierden sus aportaciones demográficas”, dice. Paradójicamente, la inmigración ha equilibrado el saldo demográfico gallego en los últimos tiempos. Precisamente, en los últimos 20 años, la llegada de migrantes a Galicia ha compensado la caída de la población nativa por la subida de la mortalidad y el desplome de la natalidad.



Las 'dos Galicias'

Rubén Lois no comparte –del todo– el diagnóstico. Catedrático de Análise Xeográfica Rexional en la misma universidad que Dubert, para él Galicia “sí está muy envejecida”. “La edad media es muy elevada”, sostiene. 48 años, según los últimos datos disponibles en el Instituto Galego de Estatística. Lo cual, añade, tiene aspectos positivos –“es una gran conquista social”– y negativos –“faltan niños y jóvenes, y hay menos personas en edad de trabajar”. Pero lo que destaca, a su juicio, es la existencia de “dos Galicias”, una “dinámica económicamente” en la fachada litoral y urbana, y otra en el interior, con “serios problemas para sobrevivir. Lois nació en Palas de Rei, una pequeña localidad en la comarca de A Ulloa, en el centro geográfico de la comunidad. ”No hay políticas activas que intenten fijar población y facilitar la conciliación de la vida familiar y laboral“, asegura.

El mapa del saldo vegetativo por municipios muestra la geografía de estas dos Galicias. Por un lado, las zonas rurales, ubicadas principalmente en Lugo y Ourense, donde en algunos concellos se pueden registrar hasta 10 muertes por cada nacimiento y por otro, las grandes ciudades, donde el saldo vegetativo, sin ser positivo, es más equilibrado.


La Galicia que mengua: la mayoría de municipios ha visto más muertes que partos desde 1996

Saldo vegetativo (nacimientos menos muertes) de la población de cada municipio desde 1996 hasta 2022. El tamaño del cuadrado indica el número de habitantes

Para Lois, la magnitud del desafío demográfico en Galicia es evidente. “En Europa no existe casi ningún territorio en donde la población mayor de 65 años supere el 35%, como sucede en las provincias de Lugo y Ourense”, aduce. Tampoco donde los mayores sean confinados en residencias privadas “cuando no dan más de sí”. El cuestionamiento de las políticas de la derecha para los mayores es compartido por los expertos consultados.

El geógrafo coincide con los demás expertos consultados para este reportaje y es extremadamente crítico con las acciones del Gobierno gallego. “El PP intenta mantener y reproducir su control político en el rural interior con servicios públicos básicos, pero sin una lectura positiva para desarrollar políticas”, afirma. La brecha que separa el interior del litoral exige tratamientos diferenciados. No los hay. “Es es el problema de fondo”, concluye.



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