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La “actividad incendiaria homicida” en torno a Vigo que denunció Feijóo no existió más allá de “rumores”

Un hombre colabora en la extinción de los incendios en Vigo

Miguel Pardo

“Esta actividad incendiaria es impropia; estamos acostumbrados a este tipo de actividades, pero lo que está ocurriendo en zonas habitadas del área metropolitana de Vigo nos preocupan. Están jugando con vidas”. El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, mostraba así su preocupación por los incendios que en aquel fatídico fin de semana de octubre asolaban el entorno de la mayor ciudad gallega, que atribuía a esa “actividad incendiaria homicida” que, tal y como aclaran las investigaciones recopiladas por el informe de la Fiscalía, no existió de forma coordinada, ni como trama ni como acto de grupo terrorista alguno. El caso de la urbe viguesa es desgranado por el documento presentado este lunes al ser la “primera vez” que una ola de fuego “ataca de manera frontal un núcleo urbano habitado de esta entidad”. La situación causó escenas de pánico, alarma y muchos rumores que atribuían los focos a ciudadanos organizados, bien fuera en moto con garrafas de gasolina o incluso a través de sofisticados artefactos incendiarios. Nada de eso existió según las pesquisas de los cuerpos de seguridad y el Ministerio Fiscal.

De hecho, la hipótesis de los investigadores que traslada la Fiscalía es que “los incendios que arrasaron la ciudad de Vigo tienen su origen en dos focos o frentes concretos”: uno en la parroquia de Morgadáns, en Gondomar, que avanzó hacia el norte por el monte Galiñeiro hasta alcanzar Zamáns y Valadares; y otro desde Nigrán, en las parroquias de Camos y Parada, que avanzó por Chandebrito y entró en municipio vigués por el monte Alba, el monte dos Pozos y Coruxo, afectando a Fragoselo, Matamá, Comesaña, Navia, Alcabre o la confluencia de las calles Puerto Rico con avenida de Madrid y San Xoán do Monte.

En ambos casos, la Guardia Civil entiende que fueron incendios intencionados a varios kilómetros de Vigo y que desde ahí fueron propagándose hasta llegar incluso al núcleo urbano o a diferentes parroquias del municipio, alentados por las excepcionales condiciones climatológicas de calor, escasa humedad y fuertes vientos. Así, como explica la Fiscalía, “las brasas o chispas pueden llegar a caer, incandescentes, a una distancia de entre 1 y 5 kilómetros e iniciar allí de nuevo fuego”. Fue lo que ocurrió en el entorno vigués en aquella dura noche del 15 al 16 de octubre.

Aparecieron “focos secundarios fuera del perímetro” de grandes incendios, lo que causó “una gran alarma social entre las testigos o la población, que en ocasiones desconocen la dinámica del fuego al pensar que distintas personas están causando incendios en diversos lugares, cuando en realidad proceden de un único frente”. “Este fenómeno se repitió en la ciudad de Vigo”, advierte el informe, que da cuenta de la nueva, peligrosa y dañina tipología de incendios que el comité de expertos encargado por el Parlamento portugués detalla en varias de sus investigaciones.

El documento pone varios ejemplos de cómo se desplazaba el fuego: el incendio en una casa en Freixeiro de Alcabre por una partícula incendiaria transportada por el aire; los focos de la avenida Europa, provocados también por estas partículas, “algo corroborado por la existencia de restos de eucalipto y de pino en la zona, donde no existe este tipo de vegetación”; o los de Matamá y Santo André de Comesaña, también muy próximos a otro frente pero separados y causados por hojas incandescentes que llegaban volando.

La influencia de las redes sociales

La situación, con partículas de fuego provocando focos en varios puntos, “generó una alarma que se iba extendiendo al tiempo que la nube de humo cubría la ciudad”, cuenta la Fiscalía, que constata “una infinidad de informaciones no contrastadas que derivaron en rumores y malos entendidos que generaron una fuerte y extendida alarma social y pánico”. “Están bordeando el homicidio”, decía Feijóo en aquellas horas en las que el fuego asolaba zonas urbanas como la de Vigo.

Las fuerzas de seguridad llegaron a “comprobar todas las llamadas y mantener entrevistas personales” con todos aquellos vecinos que llamaron advirtiendo de personas incendiarias, pero “ninguno de ellos pudo afirmar que viese a alguien prendiendo fuego”. “Más bien, expresaron sus sospechas sobre la posibilidad de que así fuese”, dicen. Igual ocurrió en el caso de los más de 50 correos electrónicos recibidos, que eran “más opiniones que informaciones”.

¿Por qué ocurrió eso? Porque “la opinión general era que el fuego aparecía en distintos puntos del monte, por sorpresa, sin que se viese nada más en el momento de aparición de los focos”. A partir de ahí, como indica el informe, “fueron extendiéndose por las redes sociales y demás medios de difusión particulares ciertos rumores y boatos no confirmados”.

La Fiscalía se encarga de desmontar todos aquellos bulos y llega a reparar en la “utilización y la influencia de las redes sociales en la conciencia colectiva”. Y advierte de que el “tratamiento de los datos, informaciones, rumores, hechos o indicios tiene en la red, y lo que eso significa a la hora de afrontar una catástrofe de esta naturaleza, tiene unas consecuencias que sin duda convendrá analizar de una manera más profunda y seguramente en otro foro que no es este informe de incendios”.

Así, aquel hombre que supuestamente recorría los lugares incendiados para avivar el fuego era, en realidad, una persona que acudía a los incendios móvil al momento para grabarlos y subir las imágenes en directo al Facebook. Otros tres ciudadanos que habían sido acusados de tener relación con algunos focos “sólo colaboraban en labores de extinción”. Y las bengalas localizadas en una zona de matorral junto a una casa afectada en Fragoselo “estaban intactas y limpias”, mientras que otra aparecida en un monte era “en realidad una bomba de palenque que, por su estado de conservación, se descarta como elemento iniciador de los fuegos”.

Otro de los bulos más difundidos, incluso mediante mensajes a través de grupos de whatsapp, fue aquel que hacía mención a la presencia de una pareja de personas nuevas que circulaba en una moto portando una garrafa de gasolina y que serían las responsables de la aparición de fuego en la ciudad. Incluso se había difundido la matrícula del vehículo. Una vez localizadas por la policía, las dos personas “afirmaron que era cierto que se movieron por Vigo portando una garrafa que contenía gasoil, pero que la intención era llevársela la una amiga que tenía un coche con el depósito vacío en una zona afectada por el fuego y que pretendía ponerlo a salvo”.

Tampoco tenía relación con los incendios aquella pareja que había colgado una foto difundida por las redes sociales con una vela. Ante los comentarios vertidos en las redes sociales, ellos mismos “decidieron presentarse en comisaría, donde dieron las oportunas explicaciones.”. Era un juego que nada tenía que ver con la ola de fuego, aclara la Fiscalía.

Ni ninguno de esos rumores llegó a confirmarse ni los investigadores detectaron en las zonas de los diferentes focos “la presencia de substancias iniciadoras o acelerantes del fuego”. “Tanto de las manifestaciones de las testigos como del resultado de las inspecciones técnicas realizadas en los distintos focos detectados, todo indica como más plausible la propagación de los incendios el desplazamiento por los aires de restos incendiados procedentes de otros focos preexistentes fuera de la demarcación, que una vez depositados en el suelo sobre restos vegetales secos prendían de manera natural, a lo que colaboraban de manera destacada las inusuales circunstancias climatológicas que coincidieron ese día”, explica el informe, que descarta tramas, organizaciones terroristas, coordinación, actos vandálicos o imprudencias en aquella fatídica noche en Vigo.

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