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CRÓNICA

Rueda, el número dos que está cerca de estrellarse en las oposiciones a número uno

Alfonso Rueda en el inicio del mitin de Santiago el miércoles.

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¿Cómo se galleguiza una campaña en Galicia para elegir al próximo Gobierno gallego? No parece que haya que tener un doctorado en Ciencia Política para saberlo. Resulta que la pregunta está llevando de cabeza al Partido Popular, lo que es insólito porque algo deberían saber del tema. Llevan quince años gobernando la Xunta y hay días que parecen unos guiris que van a ver el Obradoiro y luego ya no saben qué más se puede hacer en Santiago.

A finales de diciembre, Alfonso Rueda estaba muy chulo –el número dos que nunca osó hacer sombra a Feijóo ni a pleno sol– y decía que se medía no con los candidatos de la izquierda, sino con el presidente del Gobierno de España. “Mi principal rival en las elecciones es Pedro Sánchez”, dijo el 30 de diciembre. Se creía ya que era como Isabel Díaz Ayuso, él que acababa de llegar a la primera línea. Otro líder regional del PP que se siente punta de lanza de la contrarreforma y que reclama pasear bajo palio.

A la hora de quejarse, el presidente de la Xunta apuntaba a Catalunya para azuzar el enfrentamiento entre comunidades autónomas, otra instrucción directa del escenario madrileño de la política: “Cada gallego va a tener que pagar 400 euros para saldar la deuda de los catalanes”. Así, directamente, de su bolsillo. Tardó en darse cuenta de que las elecciones se celebraban en Galicia, que él era sólo o nada menos el presidente de Galicia, que los socialistas estaban condenados a ser los terceros y que su gran rival sería Ana Pontón, del BNG. 

Tampoco es que su antiguo jefe estuviera muy enterado de la estrategia más efectiva. “El 18 de febrero elegimos entre el modelo de Sánchez o el modelo de Galicia”, dijo Feijóo el 2 de febrero. Por alguna razón, pensaba que la estrategia que había fracasado en las urnas en julio iba a funcionar en Galicia en febrero.

El jueves, Rueda compartirá escenario en Vigo con Díaz Ayuso y ahí puede pasar cualquier cosa de interés para los reporteros de la crónica de sucesos. El día antes se presentó en un mitin en Santiago con los demás cabezas de lista del PP en los comicios en una prueba más relevante. ¿Qué es lo que tiene que ofrecer a los gallegos? ¿Tiene un proyecto sobre Galicia por el que merezca la pena apostar? ¿Está ahí sólo por haberse pasado años diciendo a todo ‘sí, Alberto’?.

Nadie esperaba una pieza maestra de la oratoria, pero sí algo especial en la primera ocasión en la última década en la que el PP puede perder las elecciones autonómicas en Galicia. Y lo que Alfonso Rueda dijo a los asistentes al mitin es que quiere “una Galicia que siga haciendo lo que tiene que hacer”. No parece una idea que pueda mover masas. No se le pedía una lista de propuestas que en los programas electorales siempre se cuentan por centenares, pero es que tampoco había mucho más. Esta vez, al menos no habló de Catalunya ni de la amnistía ni mencionó a Sánchez.

Tranquilidad, eso también. Rueda dijo que los de fuera piensan que los gallegos son gente tranquila y que hay que seguir siendo así. Vale, no es que la alternativa sea abrirle la cabeza al primero que veas con pinta de ser de fuera. Será que todo va tan bien que no hay que sulfurarse. Si fuera así, tendrían garantizada la mayoría absoluta y ni siquiera ellos lo tienen ahora claro.

“Queremos sentirnos libres”, dijo. Claro, como todo el mundo. Se refería ahí a la oposición. “No queremos imposiciones, divisiones entre gallegos, que haya gallegos buenos y gallegos malos”. Como en otras campañas, el PP alerta de que la izquierda obligará a la gente a hablar en gallego, lo que no aparece en ningún programa. En definitiva, no creen que haya que hacer nada para defender la lengua gallega, porque ya se defenderá sola.

Rueda alardeó del triunfalismo que en general le ha funcionado bien en Galicia al PP desde 2009. “Nos están imitando de todas partes”, dijo. Debe de haber una conspiración nacional en los medios de comunicación de todas las ideologías, porque eso no aparece por ningún lado. Pero si no quieres cambiar nada, tienes que decir que eres el mejor del mundo, no sea que terminen preguntándote cómo solucionarás ese problema.

¿El mejor del mundo? Desde luego. “Tenemos el mejor calendario de vacunas del mundo”, dijo Rueda. Y dentro de poco el bonoperro. La Xunta pagará las tasas aplicadas al adoptar una mascota, prometió en el mitin. Cuántas vidas caninas se salvarán con ese paso.

¿Cambiar para qué? Como dijo antes Elena Rivo, cabeza de lista por Ourense, “Galicia es verde como la esperanza. Es azul como el mar”. Quién puede superar esa poesía. Sólo un rojo sin corazón ni alma necesita saber algo más en una campaña electoral.

Este discurso le hubiera valido al PP para ganar las elecciones con la gorra hace cuatro u ocho años. Quizá ahora sea diferente. Lo que es seguro es que Rueda no puede prometer nada, porque no hay nada nuevo dentro de él. Tiene 55 años, pero podría tener 105.

El optimismo típico de los mítines no puede ocultar el nivel de los nervios de la derecha gallega, o de incomprensión ante la torpeza provocada por el mismo Feijóo en plena campaña. Se aprecia mejor por la perplejidad de sus partidarios, los mismos que saben cómo ganaba las elecciones ese mismo personaje llamado Feijóo. Nada de armar mucho ruido que pueda movilizar a la izquierda. Un galleguismo romántico pegado a la tierra y nada combativo. En definitiva, hablar de Galicia y olvidarse un poco de quién gobierne en España.

Este miércoles, con la campaña ya en la recta final cuando empieza a ser demasiado tarde para corregir errores, una de las plumas que imparten doctrina en La Voz de Galicia se cansó de esperar y marcó el camino. Con dos ideas que merece la pena reflejar. La divertida es la segunda: “Galicia, Galicia, Galicia. Así llegó (Gerardo Fernández) Albor. Fraga lo tuvo claro. Feijóo, lo mismo. Y ahora Rueda debe evitar que el final de la campaña se celebre en el campo embarrado que intentan desde Madrid y desde Cataluña”.

Desde Madrid y Cataluña. Glorioso descaro. Como si no hubiera sido la dirección nacional del partido la que eligió febrero para las elecciones (a Rueda le hubiera interesado tener más tiempo para fortalecer su imagen presidencial). Como si el PP no hubiera trasladado la batalla de la amnistía a la campaña gallega. Como si no fuera Rueda quien se había autonombrado rival de Sánchez. 

Le pidieron galleguizar la campaña y Rueda se aprestó a la tarea. Galicia es tan maravillosa que no merece la pena ni hablar de otras zonas de España ni del malvado Sánchez. Y ya está todo galleguizado.

Lo malo de pedir “Galicia, Galicia, Galicia” es que se supone que es Rueda, Rueda, Rueda el que la tiene que simbolizar y entusiasmar. ¿No son esos los milagros que se piden a Santiago Apóstol?

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