Un viaje digital de LSD: la realidad virtual se acerca a experiencias psicodélicas propias de ácidos y hongos
Hace quince años, el investigador de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), David Glowacki, sufrió una brutal caída en la montaña que lo dejó sin poder andar durante casi un año. Mientras yacía magullado en aquella ladera remota esperando a que lo rescatasen, su percepción de la realidad cambió por completo: “Me sentí como una forma de luz. Las fronteras de mi cuerpo eran difusas y notaba cómo me fundía con el entorno”. Aquella experiencia cercana a la muerte no solo lo marcó a nivel personal, sino que le abrió una nueva vía de investigación profesional. Ahora, acaba de publicar en la revista Nature Scientific Reports los resultados de un estudio donde ha conseguido recrear experiencias psicodélicas propias del LSD o de los hongos alucinógenos a través de realidad virtual. La finalidad es, por ahora, terapéutica.
Desde mediados del siglo XX, la literatura científica ha venido demostrando que los viajes psicodélicos producidos por drogas y que llevan consigo sensaciones como la disolución del ego o otras experiencias autotrascendentes son útiles en el tratamiento de ciertos trastornos de ansiedad o depresión. Hasta ahora, los principales estimuladores usados de manera controlada en estudios reglados han sido la dietilamida de ácido lisérgico (LSD) o la psilocibina (sustancia psicoactiva presente de forma natural en algunos hongos). Pero Glowacki y su equipo del Centro Singular de Investigación en Tecnoloxías Intelixentes (CiTIUS) de la USC han roto ese marco científico y fenomenológico. Gracias a las posibilidades que ofrece la realidad virtual para construir nuevos entornos de percepción, han logrado que, con tan solo unas gafas, una persona pueda vivir una experiencia “en la que las fronteras del yo convencional se desdibujen”. En sus experimentos, lo hacen, además, de forma colectiva y en remoto.
Aunque los cuatro o cinco participantes de cada grupo de análisis están separados entre sí por miles de kilómetros, cohabitan un espacio virtual compartido y “experimentan colectivamente sus cuerpos como esencias energéticas luminosas con límites espaciales difusos”. La barrera que separa a la otredad y su jerarquía intrínseca se disuelven. “Se rompe el sentido del yo y aumenta notablemente el sentido de unidad con algo más allá de uno mismo”, explica Glowacki con expresiones más propias de un filósofo que de un físico. Con las gafas de realidad virtual puestas y un mando de control en cada mano, el propio cuerpo es percibido como una masa de luz que, poco a poco, se va fundiendo con los cuerpos de luz de las otras personas.
“Todas las personas participantes nos reportan sensaciones de relajación y un sentido de profunda conexión más allá de ellos mismos. No saben donde termina su cuerpo y empieza el del otro”, relata Glowacki. “En el día a día, nuestro cuerpo tiene unas fronteras delimitadas de una forma muy clara”, bromea, “y es imposible vivir esta experiencia de otra manera”. Incluso con drogas, ya que este viaje está totalmente controlado y diseñado para conseguir ese objetivo concreto de unión. Si se apagan las gafas, se acaba el viaje, algo que con los fármacos es imposible de controlar. Tanto el LSD como la psilocibina pueden tener efectos que duren entre seis y doce horas, en función de la dosis.
Romper los límites de los fármacos
Teniendo en cuenta los evidentes desafíos médicos asociados con la administración de drogas psicodélicas, la realidad virtual ha surgido como una alternativa no farmacológica para producir fuertes alteraciones en la fenomenología perceptiva de las personas. En los estudios previos con drogas enmarcados en programas de “psicoterapias psicodélicas”, los pacientes requieren un amplio apoyo psicoterapéutico porque los efectos producen una fenomenología intensa que, a veces, puede conducirlos hacia sensaciones de miedo y pánico que, aunque son transitorias, los desestabilizan. Eso sin entrar en las distintas regulaciones en materia de drogas en todo el mundo, que varían de forma notable entre culturas.
En cualquier caso, todos estos estudios académicos, tanto en los que se usa LSD como en los que se utiliza psilocibina, revelan resultados mayoritariamente positivos en el tratamiento del trastorno obsesivo-compulsivo, la adicción, el trastorno de estrés postraumático y, en general, la depresión.
Para medir la eficacia de la tecnología desarrollada por el equipo de Glowacki, trataron de categorizar las sensaciones de los participantes en cuatro métricas empleadas en otras investigaciones con drogas psicodélicas: el grado de disolución del ego, la escala de inclusión de la comunidad en uno mismo, un cuestionario modelo de experiencias místicas y la escala communitas, un modelo científico ampliamente avalado con ítems con las que se suelen catalogar viajes psicodélicos.
Para todas las métricas empleadas, los resultados de esta nueva vertiente de la realidad virtual produjeron resultados similares y “prácticamente indistinguibles” a los producidos con dosis medias de drogas psicodélicas. A nivel de experiencia mística, los resultados fueron superiores a los producidos por una microdosis tanto de LSD como de psilocibina.
En busca de colaboradores y financiación
Glowacki atiende por teléfono a elDiario.es desde Boston (Estados Unidos), donde está tratando de buscar colaboración en hospitales para poder seguir desarrollando su proyecto de una manera más práctica. Desde el comienzo de su investigación ha trabajado con médicos, psiquiatras, psicólogos y también filósofos. Su formación heterodoxa y su sensibilidad artística siempre lo han condicionado a trabajar con una perspectiva multidisciplinar y las narraciones de sus papers son, de hecho, una combinación de física y filosofía. El acercamiento de Glowacki a hospitales como primer objetivo tiene un sentido claro: “Las personas que se están acercando a la muerte por cualquier tipo de enfermedad suelen padecer este tipo de trastornos de ansiedad o depresión y nosotros podemos ayudar a que esa angustia se atenúe de una forma muy notable”, argumenta y lanza un mensaje al sistema sanitario español, “me encantaría poder desarrollar esto allí, pero necesitamos el apoyo financiero y logístico de empresas e instituciones que confíen en su potencial”.
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