En este espacio se asoman historias y testimonios sobre cómo se vive la crisis del coronavirus, tanto en casa como en el trabajo. Si tienes algo que compartir, escríbenos a historiasdelcoronavirus@eldiario.es.
Vivo el confinamiento con un trastorno alimentario y me paso el día calculando las calorías que ingiero
Vivo en Bilbao y el 12 de marzo iniciamos el confinamiento igual que el resto del país. Sabíamos que se avecinaba una temporada dura, dolorosa y muy frágil económica, psicológica y sentimentalmente. Mi hermana y yo siempre hemos sido dos personas muy trabajadoras y cuando supimos que las clases se cancelaban fue muy impactante.
Yo, paciente con un trastorno de la conducta alimentaria, me encuentro en la tesitura de lidiar con la enfermedad en esta difícil situación. No sé cómo lo llevarán los demás pacientes, pero tener un TCA y pasar 24 horas en casa en una de las cosas más complicadas que pueden existir. La depresión, la angustia y el dolor de verte en tal situación, con baja actividad física y en una época donde las preocupaciones cotidianas se dejan a un lado para hacer sitio a las de la salud.
Mis padres se desesperan, no encuentran salida. La situación económica es dura, no es fácil llegar a fin de mes y los adolescentes nos sobrecargamos con esos problemas intentando buscar una solución a algo que no depende de nosotros.
Siento como el confinamiento me consume, me deprime y me agarra con sus brazos para no soltarme. En mi entorno veo cómo las cosas se desmoronan, mientras que mi mente está totalmente ocupada con la comida. Son 24 horas al día pensando en la comida. ¿Qué tendré para comer?, ¿cuánto peso tendrá esto? Me paso el día haciendo reglas de tres para calcular todas las calorías ingeridas diariamente. Todo deriva en depresión, en no querer comer, en no querer hablar con nadie.
Siento que el aislamiento y los estudios son mi única vía de escape. Me encierro en mi habitación desde las siete de la mañana a estudiar, evito hablar con gente y encerrarme en mi mundo me hace 'feliz'. Es un reto diario sentarme a la mesa y ver la comida. Es un reto coger el cubierto e introducirlo en la boca, admitir que lo voy a ingerir y que todas esas calorías no van a ser quemadas en ningún momento.
A pesar de estar en infrapeso y tener desnutrición, vivo mi día a día mirándome al espejo como si tuviese obesidad extrema. Me da miedo mirarme, me da miedo que mis padres me miren, y estar tanto tiempo juntos implica una mayor observación. Es muy difícil gestionar estas angustias. La ansiedad se apodera de mí y no hay forma de ayudarme. Tomo muchísima medicación que me ayuda a poder 'desconectar' en los peores momentos.
Me da miedo volver a salir a la calle, pensar que he subido de peso y creer que todo el mundo me mira. Me he acostumbrado a vivir en el aislamiento, en la soledad. Me he acostumbrado a vivir yo, con mi cuerpo, a pesar de los lloros, a pesar de aguantar la incomunicación en mi casa. Me he acostumbrado a las discusiones, al desamor. Me he acostumbrado a no hablar, a no contar mis problemas, al odio. Y sobre todo a la incertidumbre de cómo acabará todo esto. Quiero dar mucho ánimo a todos aquellos que están viviendo situaciones parecidas. De todo se sale.
Sobre este blog
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