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¿Tienes cinco duros? El Periscope que transformó los videojuegos en los 60

Imagen promocional de Periscope

José Manuel Blanco

Con la vista en la mirilla del periscopio, observas los barcos que, a lo lejos, cruzan el océano. Ese que se acerca es un buen objetivo. Disparas. El proyectil se va acercando a ese barco. ¡Tocado y hundido! Una mecánica muy simple y efectiva que causó furor en el Japón de los años 60 y marcó un hito en la historia de los videojuegos.

Cincuenta años antes de que las madres estuvieran hartas de Periscope (el de Twitter), hubo otro Periscope que cautivó a las masas. Se trata del juego antes descrito, el primer gran éxito de Sega —mucho antes de que el erizo Sonic llegara a nuestras vidas—, el primer título japonés que fue exportado y uno de los precursores de un estándar: que las partidas en las máquinas de los recreativos costaran 25 centavos de dólar. O como pasaba en España, 25 pesetas. La clásica moneda agujereada de cinco duros

En realidad, la historia de Periscope es la del propio origen de Sega. La empresa nació en los años 60 como la fusión de una estadounidense, Service Games (especializada en fabricar juegos y máquinas lúdicas), y otra japonesa, Rosen Enterprises. Esta última, desde mediados de los años 50, venía dedicándose a comerciar con máquinas recreativas estadounidenses, aunque había comenzado importando fotomatones. Su fundador, el también estadounidense David Rosen, conocía a los que serían sus socios norteamericanos de los tiempos de la Guerra de Corea, cuando aquellos se dedicaban a llevar máquinas a las bases militares de su país en Japón y este servía en las Fuerzas Aéreas. 

Cuando Rosen dejó el servicio, volvió a Tokio para emprender y convertirse en la persona que dio el pistoletazo de salida a la industria de las recreativas en Japón.

Cuando la fusión se hizo realidad, Rosen estaba disconforme con el nivel de calidad de aquellos juegos de disparos que tanto éxito tenían en aquel momento. Para él, la innovación y la calidad se habían estancado a lo largo de lo cerca de una década que llevaba en el negocio, así que pensó que lo mejor era crear los suyos propios.

Le apremiaba hacerlo porque a otra de sus líneas de negocio, una bolera de 14 pistas que había construido en la sala de cine de unos amigos (y en cuya cadena había instalado con éxito sus recreativas), le habían surgido competidores: entre otros, la propia Service Games, que a sus 6.000 ‘jukebox’ por todo el país había sumado una prometedora línea de boleras que incluía recreativas importadas. Por tanto, había que innovar como fuera. Sus contactos estadounidenses y su presencia en todo la nación gracias a los fotomatones y los juegos ayudarían a difundir sus productos. Y acertó a la primera.

En 1966, la recién nacida Sega fabricó Periscope. El jugador controlaba un submarino de guerra, mirando a través del periscopio, y debía disparar torpedos a los barcos que divisara a lo lejos. La tecnología era muy rudimentaria: el agua eran unas láminas de plástico que simulaban un océano con olas; los torpedos, una línea de luces que iban hacia el fondo desde la posición del jugador, y los barcos, otras luces que iban de izquierda a derecha.

La máquina contabilizaba los torpedos disparados y los barcos alcanzados. Con cada partida se recibían diez torpedos. Si se obtenía una buena puntuación (marcada por unos barcos con números que se iluminaban al fondo de la caja), se conseguían torpedos adicionales para seguir abriendo fuego. Y cuidado, porque los barcos podían cambiar de dirección para complicar la maniobra.

El juego era muy simple, pero arrasó en aquella época, entre otras cosas por sus novedosos efectos de sonido y luces. Fue un éxito a pesar del precio de la partida, que costaba unos 30 yenes, el doble que los anteriores juegos que había importado Rosen Enterprises. Fabricar la máquina salía muy caro y había que cubrir costes.

Tras el éxito de Periscope, hasta Japón viajaron distribuidores de Estados Unidos y Europa para conocer sus bondades. Ellos también quedaron atrapados y decidieron importarlo. Curiosamente, la máquina era más grande que sus equivalentes norteamericanas, ya que se había concebido para los locales que Sega tenía en Japón y no para la importación. Sin embargo, los ingenieros de la compañía la rediseñaron para dar comienzo a las ventas internacionales.

El juego ya había triunfado en Japón y parecía tener todas las papeletas para hacerlo en Estados Unidos. Así lo hizo. Incluso, ayudó a cambiar los hábitos de consumo. Los distribuidores estadounidenses criticaron el precio de cada máquina (1.295 dólares, por encima de lo que costaban las que construían en su país) y dijeron a Rosen que así no amortizaban su compra. El empresario les sugirió que cobraran la partida a 25 centavos en vez de a 10, como lo hacían con el resto. De esta forma, Periscope se convirtió en el primer juego que se pagaba con aquella moneda, aunque también hay quienes dicen que ese honor corresponde a Computer Quiz, un juego de preguntas. Con el tiempo, muchas serían las partidas en las que se abonaría aquel importe, que llegó a convertirse en el estándar.

Triunfó tanto en los salones recreativos que atraía incluso a gente de la calle. La gente iba a los salones solo para jugar a aquel juego”, explicaba Eddie Adlum, editor de la revista RePlay Magazine, a Steven L. Kent, autor de 'La gran historia de los videojuegos'. “Diría que Periscope fue uno de los juegos de feria más exitosos de mi época”.

En ese mismo sentido, según Ronse, “si hablas con los veteranos de la industria, te dirán que Periscope fue un punto de inflexión”. No obstante, se trataba de un juego electromecánico, todavía alejado de los videojuegos y las máquinas 'arcade' tal como las conocemos hoy en día. 

El éxito de Periscope sirvió para impulsar la expansión internacional de Sega. A partir de entonces, la génesis de cada nuevo juego tenía en cuenta la exportación. En apenas tres años, la compañía se encontraba en una situación tan buena que sus fundadores pensaron en sacarla a bolsa. Sin embargo, los promotores de aquella fusión decidieron finalmente venderla en 1968. La adquirió la multinacional estadounidense Gulf & Western, y algunos de aquellos pioneros, aunque habían decidido jubilarse, crearon una nueva empresa para importar máquinas de monedas a Europa y fabricar otras de ‘pinball’.

Rosen aún se quedaría dentro de la estructura de Sega, como presidente y director ejecutivo, hasta 1972. El acuerdo contemplaba incluso que tendría la última palabra sobre dónde situar la nueva sede central de la firma. Durante unos meses estuvo en Hawái, pero luego fue a parar a Hong Kong, donde permaneció hasta 1976 (en la actualidad se encuentra en Tokio).

Los años 70 fueron aquellos en los que Sega se convirtió en un gran proveedor de videojuegos para Estados Unidos y Europa. No estaría sola: por aquel entonces le saldría un duro competidor, Nintendo, con el que mantendría una lucha memorable en los años 90. Pero esa es otra historia. Para entonces, el Periscope de los 60 había pasado ya a la historia de los videojuegos y al moderno le quedaban 20 años para ser la comidilla de una cosa llamada internet.

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Las imágenes pertenecen, por orden de aparición, a Wikipedia, ElOtroLado y Sega Retro (1, 2)

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