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D-Wave, el polémico e inesperado rey de los ordenadores cuánticos (o eso dicen)

D-Wave tiene su sede en Burnaby, Canadá

Marta Sofía Ruiz

Lejos de la meca de la innovación que es Silicon Valley y de las sedes de empresas como Intel o IBM, que han protagonizado con su 'hardware' pasadas revoluciones tecnológicas, los más de cien empleados de D-Wave trabajan en el lanzamiento de su próximo ordenador cuántico. Su nuevo modelo estará listo en unos meses, aunque no lo verás en las estanterías de los centros comerciales. Solo aquellas empresas que puedan invertir 15 millones de dólares (casi 14,15 millones de euros) —al menos eso es lo que costaba su predecesor— y que cuentan con unas instalaciones avanzadas, pues tiene que conservarse a una temperatura cercana al cero absoluto (−273,15 grados centígrados), podrán hacerse con la máquina.

Aunque aún desconocidos para muchos, los canadienses no son unos recién llegados. Los inicios de D-Wave se remontan a 1998. Geordie Rose, su fundador y director de tecnología, acababa de doctorarse en Física por la Universidad de la Columbia Británica, pero no lograba imaginarse haciendo carrera en el entorno académico. Supo ver que la computación cuántica sería una oportunidad de negocio y decidió, un año después, fundar la empresa.

Durante los cinco primeros años, D-Wave funcionó como un ‘think tank’ centrado en la investigación y en la creación de patentes, pero cuando Eric Ladizinsky se unió al equipo empezaron a dar pasos para construir el primer ordenador cuántico. En ese momento, la compañía optó por diseñar una computadora analógica que emplease el templado cuántico aplicado sobre materiales superconductores. De las aproximaciones que se manejaban, a su juicio, era la que más probabilidades tenía de llegar a buen puerto.

“El objetivo de D-Wave era construir un ordenador cuántico que pudiera tener aplicaciones comerciales en un plazo corto de tiempo, por lo que tomamos la decisión estratégica de dedicarnos al templado cuántico”, explican desde D-Wave a HojaDeRouter.com. Decantarse por este planteamiento les permitiría, en el mejor de los casos, obtener una máquina útil en cuestión de años (en lugar de décadas). La técnica ya se había teorizado, pero ellos fueron pioneros a la hora de ponerla en práctica.

“D-Wave tiene un 'hardware' muy interesante de templado cuántico”, confirma Enrique Solano, director del Grupo de Tecnologías Cuánticas para la Ciencia de la Información (QUTIS, por sus siglas en inglés) de la Universidad del País Vasco (UPV). “Aunque no lo inventaron, la aprovechan con gran éxito. El templado cuántico funciona bien conceptualmente y ellos lo han implementado en circuitos superconductores”.

No será por avales y creyentes. En su lista de inversores figuran la firma de capital riesgo Draper Fisher Jurvetson —que también apostó por Skype o Tesla en sus inicios—, el fundador de Amazon, Jeff Bezos, o la rama la CIA que se dedica a invertir en tecnología (In-Q-Tel).

Lanzamientos cuestionados

En 2007, ocho años después de su fundación, D-Wave anunciaba a bombo y platillo su primer ordenador cuántico comercial, el Orion de 16 qubits. La novedad no estuvo exenta de polémica. Surgió la pregunta que ha seguido ensombreciendo su labor durante todos estos años: ¿se trata de un auténtico ordenador cuántico? Aunque las compañías parecen muy interesadas en comprar sus diseños, buena parte de los investigadores coinciden en que les queda mucho por probar.

“Algunas de sus afirmaciones han sido osadas y arriesgadas”, apunta Solano. Según el investigador de la UPV, los canadienses tienen que evidenciar dos cosas. Primero, “tienen que demostrar procesamiento cuántico, y eso es algo que han conseguido en los últimos dos años”. En términos sencillos, se trata de igualar lo que son capaces de hacer los actuales chips. La primera revolución cuántica.

Lo que le faltaría a D-Wave, la gran prueba, es alcanzar la segunda revolución, es decir, que sus ordenadores sean capaces de aprovechar las propiedades cuánticas para hacer operaciones que ninguna máquina convencional podría realizar.

“Tenemos numerosos estudios que demuestran las propiedades cuánticas de nuestras máquinas, como el entrelazamiento cuántico, la superposición y el efecto túnel, que son empleados para los cálculos en nuestros sistemas”, defienden en D-Wave. “Entre ellos un 'paper' publicado por la Universidad del Sur de California en la revista Nature Communications que ofrece más pruebas de los efectos cuánticos de nuestros ordenadores”.

Sin embargo, los críticos observan con cautela estas publicaciones, en las que D-Wave enfrenta a sus máquinas con ordenadores convencionales para demostrar, a través de un algoritmo concreto, la supremacía y la capacidad de cálculo de sus diseños. Sus detractores critican que los resultados solo son mejores cuando las máquinas con las que se establece la comparación tienen una capacidad limitada y el problema que se les plantea es uno muy particular, diseñado para que su ordenador obtenga mejores resultados.

“La computación cuántica es una tecnología increíble y compleja. De hecho, hasta que D-Wave comenzó a trabajar en esto, era primariamente teórica y estaba limitada a los avances académicos”, se justifican los canadienses. “Todas las innovaciones revolucionarias vienen con su ración de controversia”.

A pesar del sano escepticismo de muchos, gigantes como Lockheed Martin, Google o la NASA se han convertido en clientes de la compañía, junto a otros que, en una inteligente maniobra de 'marketing', afirman no poder mencionar. Pero, ¿por qué adquirir una máquina que no ha logrado despejar todas las dudas? Probablemente para no perder el tren de la supremacía cuántica. Cuando un ordenador la alcance, su poseedor tendrá entre manos un poder de cálculo sin precedentes que le otorgará una ventaja considerable en la seguridad internacional y la geopolítica tecnológica.

Con su próximo lanzamiento, D-Wave se acercará un pasito más a este ambicioso objetivo, pero aún tendrá que demostrar que su máquina cumple todas las condiciones para ser considerada un ordenador cuántico válido y universal, algo cada vez más complicado conforme aumenta el número de estos sistemas.

En cualquier caso, los canadienses seguirán presumiendo de un ilustre plantel de clientes con la arrogancia del que sabe que, en cierta manera, ha empezado una revolución. “Al final, D-Wave es una empresa importantísima que ya está en la historia de la computación cuántica”, sentencia Solano.

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Las imágenes que aparecen en este articulo son cortesía de D-Wave

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