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100 años de la Casa del Pueblo que 'el banquero de Franco' donó a los obreros para limpiar su imagen

Interior de la Casa del Pueblo

Nicolás Ribas

Eivissa —
31 de marzo de 2024 22:02 h

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Este año, la Casa del Poble está de aniversario. 100 años desde la inauguración de uno de los elementos protagonistas del movimiento obrero que, ahora, ha quedado reducido a un descampado que contribuirá a la burbuja inmobiliaria que azota a la capital del archipiélago balear, Palma. La iniciativa de su construcción provocó una fuerte polémica dentro de la opinión pública mallorquina porque fue una donación del banquero Joan March, quien financió el golpe de Estado de 1936, a la clase obrera. Tanto March como las clases obreras de Palma recibieron fuertes críticas de sus adversarios y rivales políticos y sociales porque se decía que este regalo implicaba a cambio “la concesión de favores al financiero”. Los socialistas fueron especialmente criticados por este motivo.

¿Por qué regaló March una Casa del Pueblo a las clases populares? Esta es la pregunta del millón. La clave para resolverla está en la Primera Guerra Mundial. Como consecuencia de ésta, Mallorca sufrió los efectos del encarecimiento de los productos de primera necesidad, lo que se conoció como la crisis de subsistencia, según viene recogido en La Casa del Poble (1924-2024, Editorial Illa), de Antoni Vidal Nicolau, doctor en Historia por la Universitat de les Illes Balears (UIB). A partir de 1916 los precios empezaron a subir porque los comerciantes optaron por exportar buena parte de su mercancía a países que participaban en el conflicto armado. Esto provocó escasez y subida generalizada de precios en los mercados locales. El movimiento obrero mallorquín, especialmente en Palma, inició campañas de denuncia por estos motivos, a las que luego se sumaron la Cámara de Comercio, Fomento del Civismo y los ayuntamientos. La situación se agudizó en los años siguientes, lo cual causó disturbios en febrero de 1918 y 1919.

En este sentido, jugó un papel importante el banquero Joan March, que había permitido la absorción de la naviera Isleña Marítima por Transmediterránea. Pese a que fue muy criticado por la prensa conservadora de la época, en realidad se trataba de una disputa entre diferentes facciones burguesas. Según relata el historiador Pere Ferrer, March estaba enemistado con Manuel Salas, representante de una burguesía más conservadora y de carácter aristocrático. Sin embargo, la mayor parte de la prensa local se posicionó con Salas, lo cual provocó que la imagen pública de March se viera deteriorada. Se le responsabilizó, en parte, de la crisis de subsistencia y de la venta de Isleña Marítima.

Del mismo modo, la prensa local elogiaba a Salas por la construcción de viviendas para los obreros de la fábrica de Sa Petrolera del Molinar, mientras criticaba que March carecía de vertiente social ninguna. En ese contexto, March, que ya había entrado en política y controlaba el Partido Liberal, se comprometió a construir un edificio, en un solar suyo, que sería propiedad de los sindicatos obreros. Este hecho provocó un fuerte debate entre las fuerzas conservadoras que se oponían a March, pero también entre las izquierdas ya que, según algunas de ellas, aceptar una donación del financiero implicaba “someterse a su voluntad”.

Diferencias en la izquierda por la donación

Las críticas siempre llegaron desde el movimiento obrero comunista y anarcosindicalista. En el caso del sector conservador, los comentarios negativos hacia March aparecieron de entornos muy conservadores, especialmente, partidarios de Antonio Maura, presidente del Consejo de Ministros en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII. En cualquier caso, los socialistas siempre negaron que haber aceptado el edificio hubiera sido a cambio de mantener “dócil” ante los intereses de March.

Las sociedades obreras del primer cuarto del siglo XX vivían situaciones de mucha precariedad, por lo que recibir una donación como la de March implicaba consolidar los movimientos obreros de la ciudad de Palma. Así, consiguieron un local para desplegar sus actividades reivindicativas de forma holgada. El banquero, además, conseguía frenar la campaña de la derecha más conservadora contra él.

La irrupción de March, primero en la economía y después en la política, saqueó las bases socioeconómicas, “aceleró la pérdida de poder y la influencia de la clase pudiente de origen aristocrático que estaba siendo sustituida por un grupo emergente que rompió con los estatus tradicionales”, cuenta el historiador Vidal. Así, el banquero fue el emblemático representante de esta “nueva manera de entender los negocios, de percibir las posibilidades que había detrás de la decadencia de la gran propiedad agraria”, además de entender “las nuevas perspectivas que se ofrecían en el primer cuarto del siglo XX”.

La influencia del banquero

La donación que March ofreció no fue directamente la construcción de un edificio que tenía que ser la sede de la Casa del Poble. Él se postuló para construir edificaciones que contribuyeran al bienestar de los obreros, como podía ser una cooperativa, escuelas o un edificio que fue actuara de sede. Fueron las sociedades obreras socialistas de Palma que propusieron a Joan March que la solución se concretara en una Casa del Poble donde tendrían su sede las diferentes entidades obreras.

Las voces críticas contra March y los socialistas persistieron especialmente entre 1918 y 1924. Es decir, desde que se anunció la donación hasta que se acabaron las obras. Los diarios de Palma fueron algunas de las voces más críticas contra el banquero hasta el punto de que en 1921 optó por crear su propio periódico, El Día, para asegurarse una tribuna desde la que “defender sus propios intereses”.

Harto de las críticas, el banquero creó El Día, su propio periódico, para asegurarse una tribuna desde la que 'defender sus propios intereses

Pese a que el edificio no fue inaugurado hasta el 20 de enero de 1924, aunque entró en funcionamiento en septiembre de 1923, uno de los momentos más interesantes fue el periodo de 1918-1923, cuando los socialistas y anarcosindicalistas compartieron el espacio de la Casa del Poble provisional. La inauguración del edificio estaba prevista para el 30 de septiembre de 1923, pero se suspendió debido a la declaración del estado de guerra debido al golpe de Estado de Primo de Rivera.

La convivencia, sin embargo, fue difícil y acabó después de la escisión dentro del socialismo y la creación de la Agrupación Comunista de Palma, constituida por antiguos afiliados socialistas. Estos se alinearon con los anarcosindicalistas y desplazaron a los socialistas de la dirección de la Casa del Poble. En 1922 los socialistas recuperaron el control y los anarcosindicalistas lo abandonaron. Por eso, pese a que ya habían mostrado ciertas reticencias por la donación de March, a partir de entonces, los anarcosindicalistas fueron muy críticos con los socialistas por haber aceptado la donación.

El socialismo “rompe” con March

Con la proclamación de la I República, la Casa del Poble gozó de un periodo de consideración social y popular. Durante la dictadura de Primo de Rivera, la institución tuvo que limitar las actuaciones que se habían desarrollado con la democracia republicana en vigor. De hecho, fueron los socialistas quienes marcaron el rumbo a través del PSOE e iniciaron una campaña de defensa de la República.

A partir del 14 de abril de 1931, la Casa del Poble se convirtió en un baluarte de la II República, aunque entre 1931 y 1933, los socialistas se vieron en medio de una situación nueva e incómoda para ellos. Por un lado, tener que defender al Gobierno; por el otro, continuar con su función sindical en la cual comunistas y anarcosindicalistas optaron por estrategias más contundentes que podían desestabilizar la República.

Durante este años, según el historiador Pere Ferrer, las relaciones entre March y los socialistas se rompieron y ambos se volvieron “enemigos acérrimos”. La coyuntura política era distinta: se iniciaba una etapa en la que la clase trabajadora ya no se conformaba con reivindicar mejoras laborales y salariales, sino que estaba “dispuesta a alcanzar el poder político mediante el control de los medios de producción”.

De hecho, en 1931, las Cortes constituyentes crearon una comisión para la depuración de responsabilidades cometidas durante la dictadura de Primo de Rivera. Uno de los puntos más polémicos fue el llamado “caso March” por el cual se acusaba al financiero de haber conseguido “la concesión de monopolios por parte del Directorio Militar de manera fraudulenta”. Esta comisión elaboró un dictamen que condujo a la detención y encarcelamiento de March en Madrid. Sin embargo, consiguió huir en noviembre de 1933. El semanario socialista El Obrero Balear recogía la siguiente cita atribuida al ministro de Hacienda: “O la República somete a March o March somete la República”.

March fue detenido y encarcelado en Madrid, acusado de haber conseguido 'la concesión de monopolios por parte del Directorio Militar de manera fraudulenta'. Sin embargo, consiguió huir

A partir de 1933, las diferencias con los republicanos progresistas, el triunfo de la derecha en las elecciones de noviembre de 1933 y el ascenso del nazismo en Alemania modificaron las relaciones entre las izquierdas. El antifascismo se convirtió en un elemento aglutinador y se inició una aproximación entre socialistas y comunistas que acabaría con la constitución, en abril de 1936, de las Juventudes Socialistas Unificadas. Durante este periodo, la Casa del Poble se convirtió en el espacio donde se desarrollarían las actividades más destacadas del antifascismo en Palma.

Con la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, las izquierdas avanzaron en la participación conjunta de actos públicos. Por ejemplo, las juventudes socialistas y comunistas formaron, en abril de ese año, las Juventudes Socialistas Unificadas. Un mes antes, el 8 de marzo, Día de la Mujer Antifascista, 2.000 personas asistieron a uno de los primeros actos feministas de Palma en la Casa del Poble.

La Falange se hace con el control

Los hechos que sucedieron de la noche del 18 al 19 de julio de 1936, en el marco del golpe de Estado contra la Segunda República, reflejaron lo que simbolizaba la Casa del Poble. En el espacio se concentraron militantes de las fuerzas obreras esperando las armas que nunca llegaron en uno de los puntos prioritarios que los golpistas querían controlar para hacerse con el poder en Palma. Las fuerzas obreras esperaban la llegada de armas por parte del gobernador civil, pero nunca llegaron, pese a que se le solicitó hasta en cuatro ocasiones. El golpe fue rápido y las fuerzas golpistas se hicieron rápidamente con el control de la Casa del Poble y de otros puntos estratégicos de la ciudad, como Cort (sede del ayuntamiento) o la Diputación.

A partir de entonces, la Falange convirtió la Casa del Poble en un cuartel y centro de torturas e interrogatorios por donde pasaron militantes y dirigentes de las izquierdas antes de ser encarcelados o asesinados y arrojados en una cuneta. A partir de diciembre de 1936, su nombre fue cambiado a Cuartel de José Antonio; después, en la primavera de 1937, cuando las nuevas autoridades franquistas prohibieron los asesinatos extraoficiales, la Falange perdió su interés en mantener la sede, que pasó a denominarse Casa de José Antonio. Cuando acabó la Guerra Civil, la Falange abandonó el edificio definitivamente. En julio de 1954, el local fue recuperado para instalar la Escuela Taller Sindical durante 20 años.

La Falange convirtió la Casa del Poble en un cuartel y centro de torturas e interrogatorios por donde pasaron militantes y dirigentes de las izquierdas antes de ser encarcelados o asesinados y arrojados en una cuneta

Caída del franquismo y la Transición

En octubre de 1974, por diferentes motivos, pero especialmente por problemas estructurales del edificio, el centro educativo abandonó el lugar y un mes después se presentó la solicitud del sindicalismo franquista para derrocarlo. Las motivaciones pudieron ser de diversa índole: se habla de su mal estado, pero también de la voluntad del régimen de evitar, ante el final del franquismo, que el sindicalismo socialista lo recuperara.

También debió pesar, sin embargo, que el franquismo no sabía qué hacer con el edificio y no encontraba argumentos que justificaran una inversión importante para su rehabilitación, especialmente, en una construcción que tenía su origen en las fuerzas obreras de la República.

Después, con la recuperación de la democracia, hubo algunos episodios de corte reivindicativo tímidos en cuanto a la recuperación del solar, pero la UGT priorizó la aceptación de los locales e instalaciones ya construidas en Palma como parte de la recuperación del patrimonio confiscado durante la Guerra Civil.

Una empresa quiere construir un edificio

El Ministerio de Trabajo se quedó con el solar, aunque durante muchos años permaneció cerrado y abandonado. En 2008 fue subastado y pasó a manos privadas. En 2014, la empresa Agrupación Balear de Inversiones SA lo adquirió por 850.000 euros. Ésta, a su vez, lo vendió a una tercera empresa: Beachhous Invest SL, que es la que desde 2024 lleva a cabo la construcción de un edificio plurifamiliar.

Desde entonces, parte de la sociedad palmesana se ha movilizado para recuperar la memoria de la Casa del Poble, con el objetivo de paralizar el proyecto de construcción de viviendas y que el espacio sea dedicado a usos sociales del barrio. Con este objetivo como telón de fondo se constituyó la asociación Els amics de la Casa del Poble, que desde septiembre de 2021 lleva a cabo una campaña de sensibilización ante la sociedad e impulsa actuaciones ante los poderes públicos para recuperar la memoria de uno de los edificios más emblemáticos del movimiento obrero en la isla.

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