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Un inspector: “En el caso Cursach se utilizaron las detenciones y los ingresos en prisión para lograr delaciones”

El ex fiscal Miguel Ángel Subirán (a la izquierda, en primera fila) y el exjuex Manuel Penalva (a su lado), en el juicio por presuntas irregularidades durante la instrucción del caso Cursach

Esther Ballesteros

Mallorca —
29 de junio de 2023 17:47 h

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Uno de los dos policías nacionales que durante los últimos años ha sacado a la luz las presuntas irregularidades que se habrían cometido tras las cortinas del caso Cursach ha manifestado este jueves que, durante la instrucción de esta macrocausa, que buscaba levantar las alfombras de un presunto entramado mafioso en torno al magnate Bartolomé Cursach, “muchas personas declararon lo que no era verdad para salir en libertad”. Según ha aseverado, los investigados declaraban bajo la “presión” ejercida por los antiguos responsables del procedimiento penal, quienes buscaban así sustentar sus tesis incriminatorias y llegar hasta la cúspide política de la que, a su juicio, emanaban las órdenes de las actuaciones que investigaban.

“Las detenciones eran muy duras para todos. Verse en un calabozo ya es duro y más si uno no ha hecho nada”, ha señalado el inspector durante su declaración como testigo en el juicio que se celebra en Palma contra el exjuez Manuel Penalva, el exfiscal Miguel Ángel Subirán y cuatro policías nacionales de Blanqueo, quienes en su día se volcaron en investigar supuestas prácticas delictivas dirigidas a proteger al empresario mallorquín. Unos hechos que finalmente quedaron en agua de borrajas tras el juicio celebrado el año pasado contra Cursach y otros 16 acusados, que acabaron absueltos.

“Cualquiera, bajo presión -y por eso ya no existe la tortura, podemos decir cualquier cosa”, ha continuado el policía, quien ha relatado que, mediante este método, los actuales acusados buscaban que los entonces imputados “se vendieran” unos a otros con el objetivo de obtener delaciones sin tan siquiera disponer de pruebas sólidas para ello, para lo cual presuntamente elaboraron fichas de cada uno de los implicados. En el caso de uno de ellos, ha recordado cómo, “viéndose que se iba a prisión, hizo una declaración falsa basada únicamente en rumores”.

El policía ha sido interrogado, más en concreto, por las actuaciones que los antiguos investigadores habrían desplegado para supuestamente “intimidar” a los detenidos en uno de los flecos del caso Cursach: el relacionado con la supuesta alteración de un concurso para adjudicar el servicio de regulación del aparcamiento (ORA) en Palma. En octubre de 2016, en el marco de esta pieza, fueron arrestados varios empresarios, los nueve funcionarios que integraban la mesa de contratación que tramitó el expediente y los padres y el hermano del exdiputado y exconcejal del PP Álvaro Gijón, a quien los ahora acusados atribuían haber obtenido un millón de euros y un piso a cambio de amañar el concurso. Las pesquisas fueron finalmente archivadas ante la ausencia de indicios delictivos contra todos ellos.

“Querían coger a Gijón sí o sí. Iban a por él”, ha recalcado el testigo, quien ha recordado que la única base de la que disponían para impulsar aquellas investigaciones era la declaración de un testigo protegido, quien afirmó que el empresario Antoni Roig -que ejerce una de las acusaciones particulares en este juicio- había pagado más de un millón de euros a Álvaro Gijón y al expresidente del PP de Palma José María Rodríguez para asegurarse el concurso de la ORA.

Así, en el caso del arresto de Roig, ha apuntado que el motivo de su detención pasaba por que “vendiera a Gijón y Rodríguez y reconociera el pago de 1,5 millones y un piso a cambio de la adjudicación del concurso”. Sin embargo, ha apuntado que “ninguno de los indicios con los que contaban era correcto”. En el caso de otro de los sospechosos, figura en su 'ficha' que éste debía “vender” a otro de los detenidos y “jugar con la libertad” de su mujer para presionarle.

El policía se ha apoyado, asimismo, en los mensajes de WhatsApp que se intercambiaron entonces el juez, el fiscal y los policías y que revelaría la actuación presuntamente coordinada que todos ellos llevaron a cabo para, supuestamente, presionar a testigos, efectuar detenciones ilegales y alargar de forma deliberada el ingreso en prisión de varios investigados del caso Cursach con el objetivo de reforzar sus acusaciones. Entre ellos, se lee “duro y en la cabeza, que les duela”; “ya hay cuatro en la jaula camino del matadero”, “¡Vamooooos equipo!!! Ahí delante, detrás de ese precipicio sólo nos espera la Gloria”.

El subinspector ha relatado que al inicio de sus investigaciones en torno a estas supuestas irregularidades se personó ante su compañero y ante él mismo uno de los subinspectores de Blanqueo en la actualidad acusados, Miguel Ángel Blanco: “Nos dijo que, durante el caso Cursach, había tal atmósfera para que cualquier persona que dijera algo negativo fuese tomado como palabra de Dios, sin cotejar su credibilidad ni contrastar los datos que aportaba”, como así sucedió, ha recordado, con varios de los testigos protegidos que declararon en el caso Cursach. “Maikel [en alusión a Blanco] mide mucho sus palabras, es muy escrupuloso. Él narraba el estrés que estaba sufriendo”.

El exjuez Penalva aseguró la semana pasada, durante su declaración como acusado, que, a lo largo de las investigaciones que llevó a cabo en el caso Cursach, jamás en su trayectoria judicial había visto “llorar desconsoladamente a tanta gente en mi despacho por cómo les había arruinado la vida”. Penalva -para quien la Fiscalía reclama 118 años de cárcel, la mayor condena solicitada para un juez en España- se reafirmó así en la legitimidad de las actuaciones que desplegó y en las tesis acusatorias que manejó: “Los únicos que comenzamos una investigación para tratar de desmantelar toda esa trama corrupta fuimos nosotros”.

Por su parte, el exfiscal Subirán recordó el “terror más absoluto” que vivió en determinadas ocasiones mientras instruían la causa. “Se nos hicieron tres manifestaciones y escraches debajo de casa”, apuntó, relatando cómo una de aquellas veces tuvo que entrar en los Juzgados de Vía Alemania de Palma por una puerta que “ni siquiera sabía que existía”. “Gritaban 'Subirán, maricón, al paredón'. Lo que recuerdo es el terror más absoluto y yo no veía forma de largarme de ahí”, subrayó.

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