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Magaluf consigue que ningún turista muera por 'balconing': “Las televisiones sacan imágenes fuera de contexto”

Un turista caminando frente a uno de los souvenirs ubicados en primera línea de playa en Magaluf

Esther Ballesteros / Francisco Ubilla

Mallorca —

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La calma se cierne sobre las calles de Magaluf. La mayor parte de las persianas bajadas, residentes sorbiendo su primer café del día, turistas oteando souvenirs y otros tantos camino de la playa. Es la mañana de un lunes de octubre y la imagen contrasta con la ajetreada vida nocturna de este destino marcado en los últimos años por los excesos, las excursiones etílicas y los escándalos sexuales. A 18 kilómetros de Palma, este núcleo turístico situado en el suroeste de Mallorca 'celebra' el fin de un verano sin víctimas mortales por balconing gracias a la colaboración entre sector público y privado y las campañas de concienciación que desde hace varios años se impulsan desde Reino Unido para frenar esta lacra.

Magaluf se ha convertido, para bien o para mal, en la meca mallorquina del turismo masivo y en el principal destino vacacional de Calvià, término municipal que, paradigmáticamente, protagonizó a lo largo del siglo XX varias de las grandes luchas obreras de la isla. Con el boom turístico, Calvià pasó a ser foco del urbanismo desenfrenado conocido en el archipiélago como balearización (modelo turístico-inmobiliario exportado años más tarde por empresas de Balears al Caribe) y, en los años noventa, llegó a ser popularizado como el más rico de España.

En la actualidad, más de un millón de turistas visitan cada año Calvià, que cuenta con la mayor planta hotelera de Mallorca (aglutina el 21% de establecimientos) y lucha por mejorar la oferta y la marca de la que muchos consideran la 'ciudad del pecado', un enclave con epicentro en la calle Punta Ballena copado por todo tipo de negocios vinculados al ocio diurno y nocturno en los que prevalece el abuso del consumo de bebidas alcohólicas y sustancias estupefacientes. Las cadenas de televisión, además de dedicarle horas y horas de sus informativos y magacines, han llegado a calificar Magaluf como la 'Sodoma y Gomorra' de Balears.

El nombre de Magaluf, “demonizado”

“El nombre de Magaluf ha sido demonizado”, comenta a elDiario.es uno de los empresarios de la zona, Juan Manuel Colom. Esta temporada alta, sin embargo, algo parece haber cambiado en Magaluf. El Ajuntament de Calvià ensalzaba hace dos semanas que este verano se ha saldado “con el ansiado balconing cero” tras no haberse registrado ninguna víctima mortal por precipitación desde los balcones de los hoteles y apartamentos del municipio. Según su alcalde, Juan Antonio Amengual (PP), a ello ha contribuido la “estrecha” colaboración con el sector hotelero, así como el apoyo prestado a la campaña de concienciación que se continúa lanzando desde Reino Unido para evitar que los turistas se separen de sus amigos durante las noches de fiesta, dado que es en esas circunstancias cuando se produce la mayoría de las caídas.

Frente a los neologismos -balconing, party boat, happy hour, pub crawling o mamading- que, en los últimos años, han servido para dotar de sensacionalismo el tratamiento informativo sobre la localidad, residentes y trabajadores defienden una imagen de Magaluf muy distinta a la que generalmente se proyecta sobre ella. “Ha sido un acoso y derribo para los que de verdad conocemos Magaluf. Y Magaluf no tiene nada que ver con esa imagen. Es totalmente diferente. En todos los sentidos”, asevera Colom, propietario de varios establecimientos de restauración y ocio en la zona. A pocos metros de la playa, atiende a este medio en uno de sus locales, el Oceans Beach Club, donde explica que “se puede pasear tranquilamente sin que pase nada, cosa que en la mayoría de playas no puedes hacer”. “Cuando la gente viene, se asombra de lo tranquilo que es Magaluf”, añade.

Frente a los neologismos -balconing, party boat, happy hour, pub crawling o mamading- que han servido para dotar de sensacionalismo el tratamiento informativo sobre la localidad, residentes y trabajadores defienden una imagen de Magaluf muy distinta

El empresario lamenta, sin embargo, que ciertos programas de televisión hayan “sacado de contexto” imágenes grabadas “a las tantas de la madrugada, cuando queda lo peor de cada familia”. “Todo lo normal que ocurre durante el día no sale. De eso nadie habla. No interesa, no vende”, lamenta. “La playa, por ejemplo, es muy limpia y está muy iluminada, pero la gente decide hacer colas en calas del norte de la isla y pasar cinco horas caminando. Te dicen que aquí no hay parking, pero eso es mentira. Detrás del polideportivo hay dos mil parkings vacíos, pero claro, eso no vende. Lo que vende es el balconing y todo lo que pasa en Magaluf se multiplica por mil”, asevera.

“Estamos trabajando durísimo contra olas gigantes”

El hartazgo es tal que Colom no oculta su frustración: “Llega un momento en que nosotros, los que nos estamos dejando la piel aquí, nos sentimos muy ninguneados. Porque yo te puedo asegurar que se come mejor aquí que en muchos restaurantes de Palma. Estamos trabajando durísimo, trabajando contra olas gigantes”.

El empresario asegura que están llevando a cabo una transformación en tiempo récord. “En mi opinión, lo único que falta es tirar todos de la misma cuerda, porque el hotelero no puede ir a su bola. Ahora mismo estamos a 30 grados en octubre. Podríamos estar llenos. La isla permite tener sol casi 250 días al año o incluso 300 a veces. Y esto está vacío casi la mitad del año. ¿Por qué? Porque no hay vuelos, y si no hay vuelos es porque no hay hoteles. Y si no son los touroperadores. Y entre esos tres, que son los que llenan y vacían la isla, no se ponen de acuerdo”.

En este sentido, lamenta que, en estas circunstancias, los negocios de oferta complementaria se vean abocados a echar el cerrojo tras la temporada alta: “Si no hay gente, tenemos que cerrar. Yo no puedo tener abierto, porque no me voy a poner a trabajar con el residente de Palma, que cuando le hablan de Magaluf no quiere venir porque le han dicho que en Magaluf se muere la gente y se cae de los balcones. Yo no soy partidario de cerrar nunca, pero dentro de dos semanas pasas por aquí y están las gaviotas por ahí tumbadas. No hay nada más. Y hoteles cero. Todo cero. No hay nada. La famosa estacionalidad depende de nosotros cuando la isla permitiría que haya turismo todo el año”. 

Respecto al turismo que se aloja en Magaluf, explica que, antes del Brexit, durante muchos años se vivía del mercado británico. Sin embargo, todo ha cambiado: “Los que nos hemos adaptado nos hemos dado cuenta de que hay franceses, italianos, españoles, rusos. Poco a poco nos hemos ido actualizando, la inversión privada ha sido muy fuerte”. Y extrae una consecuencia positiva de la pandemia: “Ahora se criba un poquito la gente a través de las entradas, con las que se cobra un poco más y no se deja entrar a todo el mundo. De este modo se evitan según qué aglomeraciones. Nosotros, personalmente, apostamos más por la calidad que por la masificación”. 

En los últimos años, la zona se ha enfrentado a múltiples transformaciones debido a la degradación de sus infraestructuras -un fenómeno que desde los años noventa afecta con severidad a los destinos maduros ubicados en el litoral mediterráneo- y, de esta forma, tratar de rejuvenecer su imagen. Además de las inversiones millonarias que a nivel privado se han destinado a reposicionar Magaluf y alejarlo del turismo de borrachera, iniciativas como Magalive: You decide the role you play incentivan al turista a reducir la difusión en redes sociales de contenido que pueda impactar de forma negativa en la promoción de la zona. Otras, como Ola Magaluf, impulsada por empresarios del lugar, persiguen ofrecer una imagen de excelencia y calidad en sus servicios, mejorar la convivencia vecinal, fomentar el orgullo de pertenencia y mejorar la seguridad y la limpieza. Una de las propuestas lanzadas durante la última década pasa, incluso, por cambiar el nombre de la zona para desligarla de los escándalos y abusos. 

Ley de excesos

Mientras tanto, el anterior gobierno de izquierdas sacó adelante la conocida como Ley de excesos para mejorar la oferta de Magaluf. La normativa fue consensuada con una parte del sector hotelero, que veía con preocupación cómo año tras año -y también después de la aprobación de la ley- se sucedían las imágenes de descontrol y desenfreno juvenil en la zona, incluso con realities británicos in situ. Desde la conformación del nuevo gobierno municipal de Calvià el pasado mes de junio, la gestión de Magaluf se encuentra en manos de Vox.

El turismo familiar, además, ha vuelto a implantarse progresivamente en la localidad mientras se apuesta por las rutas gastronómica, culturales y patrimoniales. “La gente ha cambiado, es más mayor. Siguen viniendo jóvenes, pero a partir de septiembre los turistas van a pasear y a comprar. En julio y agosto, los jóvenes salen toda la noche de marcha y duermen toda la mañana para volver a empezar por la tarde”, comenta Marian, dueña de una tienda de regalos de Magaluf. Respecto al balconing, celebra que esta lacra disminuya. “El balconing son las drogas y el alcohol. Los supermercados cierran a las 21.30 y los jóvenes ya no tienen acceso a alcohol barato hasta la una o las dos de la madrugada. Todo influye y Magaluf es un lugar en el que antes no se producían estas cosas”, comenta.

Por su parte, Joana, propietaria de uno de los souvenirs situados en segunda línea de playa, destaca el hecho de que este año haya aumentado el número de familias, “de muchas nacionalidades”, que se alojan en Magaluf, lo que “difiere de la imagen a la que estamos acostumbrados”. 

“Jóvenes británicos en busca de una bacanal”

Con todo, si la temporada ha finalizado sin ningún caso mortal de balconing, durante este verano han sido las agresiones sexuales por parte de turistas las que han empañado parte de la temporada alta en Mallorca. Tanto es así que la prensa internacional no tardó en alertar acerca de estos hechos toda vez que el Govern balear y el Consell Insular, ambos en manos del PP, centran sus esfuerzos en evitar, sobre todo, que este fenómeno perjudique la imagen de las islas proyectada en el exterior y, por ende, al turismo.

No en vano, la prensa internacional no tardó en hacerse eco de estos sucesos. Una de las informaciones difundidas, publicada por The New York Times, apuntaba cómo “cada verano” Magaluf se ve arrastrada por “jóvenes británicos en busca de una bacanal” y llega definir este núcleo mallorquín como una parte de Reino Unido “situada en el Mediterráneo, con la excepción de que es más sórdida que cualquier otro lugar en los rincones más lúgubres de Londres”. El rotativo aseguraba, incluso, que las agresiones sexuales “son lamentablemente comunes” en la zona y que la “desnudez pública” es tan “frecuente” que en las calles se pueden ver carteles que advierten de que no llevar ropa conlleva multas de hasta 400 euros.

Desde el Ajuntament de Calvià destacan, sin embargo, cómo la puesta en marcha de la figura del agente de paisano ha servido para incrementar de forma notable -un 40%- el número de detenciones, un aumento que también se ha producido respecto al número de actas levantadas. De hecho, el Consistorio pone en valor el efecto disuasorio en las relacionadas con el incumplimiento de la Ley contra el turismo de excesos y señala que se ha actuado con contundencia contra las party boats ilegales, la venta de alcohol fuera del horario permitido y el balconing, cuyas sanciones ascienden a 36.000 euros por persona. Por su parte, una party boat ilegal puede suponer una sanción de 160.000 euros y la venta de alcohol fuera del horario establecido en las zonas delimitadas por la Ley -entre las 21:30 y las 08:00 horas- puede alcanzar los 100.000 euros y conlleva el cierre cautelar del establecimiento.

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