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Nuevos hallazgos de la muralla renacentista de Palma tras unas obras en la Plaça d'Espanya

Puente de la Porta Pintada, en la actual Plaça d'Espanya

Esther Ballesteros

Mallorca —

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Tan solo dos semanas después de que un gran socavón en las Avenidas de Palma sacara a la luz parte de uno de los baluartes de coronaban la muralla renacentista que cercó la ciudad entre los siglos XVI y XIX, las obras que se están llevando a cabo en la Plaça d'Espanya acaban de revelar restos de uno de los antiguos accesos a la urbe, la conocida como Porta Pintada, reforzada en su día por los bastiones de Santa Margalida y Zanoguera.

Se trata de vestigios que ya se encontraban documentados y cuya aparición se consideraba previsible. No en vano, en el proyecto de los trabajos de sustitución del pavimento y de las canalizaciones de agua se incluyó un servicio arqueológico y un protocolo ante la posibilidad de que aflorara parte de la antigua fortificación, impulsada a finales del siglo XVI, ante las nuevas necesidades defensivas de la época, bajo la dirección del ingeniero Giovan Giacomo Palearo Fratino, más conocido como Fratin.

En virtud del protocolo incluido en las obras, los arqueólogos han comenzado a analizar los restos encontrados, se procederá a señalizar la zona -sin detener las obras- y se comunicará el hallazgo al Consell de Mallorca. El Ajuntament estudiará, además, la posibilidad de llevar a cabo una huella topográfica para que los peatones puedan contemplar el trazado de la muralla al pasar por la zona.

En concreto, las obras de renovación de la Plaça d'Espanya, adjudicadas por 2,5 millones de euros a la empresa Melchor Mascaró, arrancaron el pasado 9 de febrero y la previsión es que se prolonguen durante un año. Los trabajos se están ejecutando por sectores y permitirán, entre otras actuaciones, renovar un total de 8.100 metros cuadrados de baldosas por un nuevo pavimento, además de reparar la fuente que rodea la estatua del Rei Jaume I.

Ocho accesos y doce baluartes

La zona en la que se están efectuando los trabajos ocupa el lugar que hace más de cien años ocupaba la Porta Pintada, uno de los ocho accesos con los que contaba la muralla renacentista de Ciutat. A lo largo de un anillo de seis kilómetros, el recinto defensivo se encontraba ataviado con doce baluartes que, con el tiempo, serían reforzados con la construcción de un hornabeque -hoy, plaza de Es Fortí- y varios revellines.

La infraestructura recorría la mayor parte del perímetro de las actuales Avenidas, vía que circunvala el casco histórico de la capital balear y en cuyo subsuelo yacen las paredes inferiores del cinturón renacentista, quinto anillo defensivo –tras las murallas romanas e islámicas y sus respectivas ampliaciones– que vio la luz en Palma desde que el cónsul romano Cecilio Metelo fundase la ciudad en el año 123 a.C.

Construcción y derribo

La fortificación fue proyectada absorbiendo la mayor parte del trazado que desde el siglo XI ocupaba la muralla árabe, que, compuesta por una sucesión de muros verticales y torres cuadrangulares, presentaba un estado precario a pesar de los remiendos puntuales a los que había sido sometida y apenas ofrecía ya resistencia: había sido construida con sillares de marés y segmentos de tapia, material que había resultado eficaz para resistir los proyectiles lanzados por las catapultas, pero obsoleto ante los últimos avances registrados en la artillería, principalmente con la invención de los cañones.

La mayor parte de la muralla renacentista, considerada la infraestructura más colosal de cuantas han sido construidas en Palma, fue demolida al abrigo de las corrientes higienistas que dominaron Europa a finales del siglo XIX. Los partidarios del derribo, entre quienes se encontraba el ingeniero Eusebi Estada, sostenían que solo así la ciudad podría extenderse más allá de sus muros, encomendarse al desarrollo industrial y abrirse a la modernidad. Quienes se oponían al derrocamiento, entre ellos el también ingeniero Pere Garau, defendían que las murallas podían armonizar con la expansión de la capital balear, una postura que, en la actualidad, continúan compartiendo numerosos historiadores. 

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