El ruido por los conciertos en la Plaza de Toros enfrenta a los vecinos de Palma: “Prefiero la cultura a la tauromaquia”

El despacho de Joan Font es el altar de un melómano. En diez metros cuadrados se acumulan fotografías, discos y, sobre todo, libros relacionados con la música. De entre todos los géneros, el rock and roll y, de entre todas las bandas, los Beatles. John, Paul, George y Ringo ejercen de evangelistas en el santoral pagano de este informático mallorquín. Hay también tres guitarras en el despacho. Una es acústica y está desnuda sobre un soporte vertical. Las otras dos son eléctricas. Una, dentro de su funda. La otra –una Fender Stratocaster–, desmontada y dibujada en una gran lámina que adorna la pared donde se empotra un ordenador de sobremesa. Joan, además de amar la música, la toca. Esa pasión le viene, entre otras razones, por el barrio de Palma en el que se crio. 

“Yo vivía, de chaval, a cinco minutos de aquí y recuerdo bien”, dice el informático, “venir con mi padre a este piso, que era de mi tía, y quedarnos en el balcón escuchando a Joe Cocker”. Aquella noche de verano que rememora Joan –31 de julio de 2007– clásicos como Unchain My Heart resonaron al otro lado de las paredes neomudéjares que este vecino ve desde la ventana de la habitación desde donde teletrabaja. Es el Coliseo Balear, la plaza de toros de Palma.

Aunque durante el último año una promotora ha intentado recuperar el esplendor cultural de un edificio que está a punto de cumplir cien años –lo hará en 2029–, Cort –el nombre que recibe el ayuntamiento de la capital de les Illes Balears– ha dejado en suspenso el permiso para organizar allí conciertos. La decisión se tomó a finales de noviembre. El motivo, el exceso de decibelios. Todo arrancó con las denuncias de varios vecinos. Argumentaban en sus escritos unas molestias que otros residentes del barrio, como Joan, no han percibido. 

“Fíjate, a mí me molestaba más por la mañana”, explica el melómano, “cuando los técnicos se ponen a hacer pruebas para ver hasta dónde puede llegar el sonido, que cuando empezaba el concierto en sí. Y los promotores no sólo han programado música. Ha habido mercadillos, actividades para niños, cuando lo inauguraron hubo un pasacalles por todo el barrio, le estaban dando otro aire al barrio… Aquí siempre hubo conciertos importantes: el peaje a pagar es un poco de ruido, pero sólo era un día a la semana. Y, al menos, es cultura: prefiero estos planes a la tauromaquia y a toda la gente que junta”.

La versión de los promotores

–Nosotros no colaboramos en nada que tenga que ver con el maltrato animal. Si te fijas, nuestro Instagram no tiene nada que ver con el perfil oficial de la plaza.

La advertencia la lanza, desde el otro lado de la línea telefónica, el responsable de “una empresa con cuatro empleados y muchos colaboradores externos que, por cese de actividad, está a punto de liquidación”. Es Tomeu Font –que no guarda ningún tipo de parentesco con el informático Joan Font: el primer apellido de ambos es muy frecuente en Mallorca–, el máximo responsable de Es Coliseu. Así bautizó la promotora con la que ha pretendido dotar a la plaza de toros de una programación, según cuenta, “estable y de calidad, con artistas nacionales e internacionales, y eventos abiertos a las familias del barrio”. 

“Nosotros no teníamos un contrato de alquiler firmado con los Balañá, los propietarios del recinto, sino un acuerdo de implantación de proyecto en distintas fases. Queríamos que la plaza fuera un elemento regenerador para el barrio y la cultura, un punto de encuentro e intercambio. Ahora, todo eso se ha caído y nuestra competencia se ha visto beneficiada”, dice Font, en referencia a shows como el que iban a ofrecer Fito Cabrales y sus Fitipaldis la próxima primavera, y se ha trasladado al gran recinto que gestiona en Calvià la promotora del Mallorca Live Festival:

–En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Ahora tendrán que buscar otra ubicación, fuera de la ciudad. Nosotros nos retiramos de la partida. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos.

En 2026, iban a venir Hombres G, Sergio Dalma, con La Gossa Sorda hicimos sold out poco después de anunciarlo. Eran conciertos con público en grada, unas 7.000 entradas a la venta. Por suerte hemos podido cancelarlos sin perder dinero, pero no podíamos seguir arriesgándonos.

“Estos eran los planes que fuimos a presentar”, continúa el promotor, “hace justo un año, al equipo de gobierno del Ajuntament de Palma”. “Nos dijeron que les parecía una idea muy buena para devolverle la vida a un edificio emblemático. El problema es que hay tres vecinos que no están a favor de nuestro proyecto… pero tampoco de ninguna actividad [que se realice] en la plaza, cuando es un espacio privado al que se le tiene que dar uso. Sus denuncias, siguiendo el modelo del Santiago Bernabéu, han impedido que sigamos adelante”, argumenta Font.

–En 2023, cerró Sa Possessió, un local, a las afueras de Palma, que también gestionaban, por exceso de ruido. ¿Les ha podido perjudicar?

–Por desgracia, la Administración pone multas a todo tipo de locales de ocio nocturno, es su forma de financiarse. ¿Que nos ha podido perjudicar? No lo sé, pero lo dudo, la verdad.

Una vecina: “No se puede leer ni ver la televisión”

Medio centenar de personas se reunieron la tarde del viernes –19 de diciembre– en Can Alonso, el casal de barri que más cerca queda de la plaza de toros, a apenas tres calles. Convocaba la Associació Veïnal Coliseu, el colectivo que representa a una barriada en la que viven más de 15.000 personas. Fuentes de esta asociación entienden que el calendario cultural “era positivo porque, entre otras cosas, incentivó el comercio y la restauración, adecentó la plaza, eliminando grafitis y restaurando el portón principal, y programó muchas actividades destinadas al público residente: la cultura daba vida a la barriada”. El mismo punto de vista lo comparte la Associació de Veïnats Arxiduc, que también tiene su sede a pocos minutos a pie del coso. Pero los directivos de la Associació Veïnal Coliseu –unos 160 miembros– querían reunir voces a favor y en contra de los conciertos, llegar a un entendimiento antes de Navidad.

Según la crónica que publicó Diario de Mallorca, hubo de todo en aquella asamblea. No falló una persona que, identificada como María, relató por qué había denunciado a Cort el ruido –según su testimonio, más de 90 db– que se colaba en su casa cada vez que un artista o un dj subían al escenario. “No se puede leer, no se puede ver la televisión, no se puede hacer nada (…) Para llevar adelante una denuncia contra una empresa como Es Coliseu hay que tener pruebas”, explicó María, cifrando en 15.000 euros el coste de las sonometrías que encargó para denunciar ante el Ajuntament de Palma. 

elDiario.es se puso en contacto con el servicio de prensa de Cort en reiteradas ocasiones para obtener su punto de vista sobre esta historia, pero no hubo respuesta concreta ni posibilidad de entrevistar a algún responsable político. En noviembre, el equipo de gobierno sí emitió un comunicado para anunciar la suspensión de las actividades musicales después de que la policía corroborara –con una sonometría propia– la veracidad de las denuncias vecinales. Aunque da la batalla por perdida, Tomeu Font, el responsable de Es Coliseu, se defiende:

–Siempre hemos cumplido con la normativa y hemos estado por debajo de los 100 db –que es lo que indica la licencia que tenemos–, pero es imposible que en casa de las personas que nos han denunciado, que se construyeron en su momento muy encima de la plaza, la música suene a un máximo de 35 db, que es lo que especifica la ordenanza municipal, cuando un televisor encendido puede alcanzar los 60 db. Hay ya tanta jurisprudencia al respecto que es muy difícil sacar proyectos open air, de música al aire libre. No hablo ya de un concierto, me refiero a un simple tardeo.

–En el caso de la plaza de toros de Palma, ¿cuál sería la solución? ¿Reformarla? ¿Cubrirla? El Ayuntamiento pidió a Es Coliseu un estudio de impacto acústico. ¿Se presentó?

–No porque los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones. Piensa, también, que nuestra promotora había cerrado una veintena de fechas, había más de trescientos días sin ningún tipo de molestia.

–¿Y en qué estado os encontrasteis la plaza cuando empezasteis a organizar los primeros conciertos, el pasado marzo?

–En mínimos…

Los ingenieros a los que hemos consultado nos han dicho que es inviable cualquier tipo de intervención. No sólo por el coste, que sería inmenso, sino porque se trata de un edificio que está catalogado y no se le pueden hacer ese tipo de intervenciones

A siete alturas de la plaza

Si la plaza de toros no estuviera rodeada por unos solares amplísimos –que albergan, en parte, los corrales donde se guardan las reses antes de la lidia–, Sebastià Salas vería, desde el séptimo piso en el que vive, el gris del tendido, el amarillo del albero. Este treintañero –directivo de empresa– se mudó al barrio al final de la pandemia y, desde su balcón, confiesa que más de una vez piensa en el futuro “de un recinto brutalmente grande, que no se puede desaprovechar”. 

“Si no”, dice Sebastià, “corremos el riesgo de que, aunque se trate de un edificio catalogado, nos pase lo mismo que ocurrió con el Lluís Sitjar, el antiguo estadio del Mallorca. Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado. Cuando empezó este proyecto de Es Coliseu noté que había mucho runrún entre vecinos que no sabían qué ocurriría, pensando en épocas pasadas”.

–Aquella fiesta de reguetón que se permitió celebrar en la plaza en junio de 2021 fue un despropósito: se contagiaron estudiantes de Secundaria y propagaron el covid por toda España.

–¡Pero no podemos ilegalizar el ocio! –responde Sebastià– No puede ser que todo lo que nos guste tenga que ir hacia la prohibición. A mí no me gusta el reguetón, pero si un día montan allí un concierto de reguetón me aguanto, ya vendrán Oques Grasses o Leiva, que me gustan más. Me sabe mal que en Palma, que ya es la séptima ciudad de España en población, parece que sólo se organizan actividades de avenidas hacia dentro. Las barriadas están muertas y cualquier proyecto cultural o de ocio se acaba tumbando. Creo que sería un error repetir el modelo de ciudades dormitorio que alimentan centros económicos, como ocurre en los modelos de Barcelona y Madrid.

Podemos debatir sobre los decibelios, pero si los conciertos se acababan antes de medianoche… A mí no me han molestado

El ruido de la calle

Rosa pasea a sus perros. Alejandro estira las piernas en chándal. Toni sorbe un café mientras hace scroll con el móvil en la terraza de un bar. Gema carga una bolsa de supermercado entre los brazos de la que asoma una barra de pan. Rafa y Reme vuelven a la oficina después del almuerzo. Los seis viven o trabajan en las cercanías de la plaza de toros. Los seis –en diferentes grados– están a favor de que la circunferencia que imaginó y ornamentó Gaspar Bennàzar i Moner –el arquitecto municipal que trazó las cuadrículas del ensanche palmesano– tenga usos culturales.

La escala de grises iría desde Rosa –“Soy antitaurina”–, que lleva más de tres décadas residiendo en la zona y rememora, con nostalgia, los recitales de Miguel Ríos o Víctor Manuel y Ana Belén, a Reme, que considera que los conciertos “pueden ser molestos para los vecinos” y apuesta porque el Coliseo Balear “acabe siendo público” para convertirse, “por ejemplo, en un museo”.

Casi todas las respuestas a la pregunta “¿causa más molestia una corrida de toros que un concierto?” van en la misma dirección. “En la corrida que hacen cada verano, como siempre hay manifestaciones antitaurinas, la Policía Nacional tiene que cortar esta avenida [dedicada, cómo no, al padre de la plaza, el arquitecto Bennàzar], con lo que representa para el tráfico. Además, los alrededores suelen estar más sucios al día siguiente”, dice Toni. “A mí, mucho más que los conciertos, lo que realmente me molestó fue un espectáculo de saltos de motos; ¿ese tipo de cosas se van a seguir haciendo ahí dentro?”, se pregunta Gema. “Si no se hace nada más que una o dos corridas al año”, pronostica Alejandro, “algún día ocurrirá en la plaza lo mismo que en la cárcel vieja: se llenará de okupas”.

Una bicoca inmobiliaria

A vista de Google Maps, el rectángulo del Coliseo Balear pueden detectarse sin necesidad de ampliar mucho el zoom sobre el ensanche de Palma. Rodeado por completo de edificios de alturas muy diferentes –desde las dos a las diez plantas–, aquella parcela es un respiro en medio de tanto cemento –por el que corre el aire, donde calienta el sol– y, a la vez, una bicoca inmobiliaria.

En marzo de 2023, Cort expropió a la familia Balañá –a cambio de 4,6 millones de euros– un pedazo del pastel: 6.000 metros cuadrados que, en teoría, se iban a destinar a plazas de aparcamiento, uno de los problemas de la barriada, agravada, según varios vecinos, por los eventos de la plaza. Aquella decisión la tomó una coalición de centroizquierda –PSIB, Més, Podem– a punto de terminar su segundo mandato consecutivo. La parcela, dos años después de que el PP recuperara la vara de mando, sigue intacto y, a la prensa, ha llegado otro tipo de intereses. Privados, pero relacionados con la agenda ultra del grupo político que sostiene, desde fuera del gobierno, las políticas del alcalde Jaime Martínez: Vox.

Beneficiándose de la alianza de la derecha y la ultraderecha para tumbar la ley de toros a la balear que impulsó el primer Govern Armengol, Francisco d’Agostino, el venezolano que, tras hacer fortuna con el petróleo de su país, está apostando fuerte para fomentar la tauromaquia en Mallorca. En verano, ofreció 5 millones de euros –poco más que la expropiación municipal–para quedarse con los terrenos –mucho más extensos que los del futuro parking– donde se encuentra la plaza. Los Balañá rechazaron la oferta de un empresario capaz de congregar en los festejos taurinos que ya ha organizado en otros pueblos de la isla a varias cabezas visibles de Vox en Mallorca y a alguno de los pocos políticos de la derecha regionalista que conservan poder, como Miquel Porquer, el alcalde de Muro.

En ese municipio de la Part Forana, la firma de D’Agostino –Balears Cambio de Tercio– está cerca de gestionar La Monumental, un pequeño coso, también histórico, que estaba abandonado. Pero este fanático de la tauromaquia –es íntimo de toreros como Enrique Ponce o Javier Conde igual que su padre lo fue de Luis Miguel Dominguín– sabe que la joya de la corona es el edificio neomudéjar situado en el ensanche de la capital balear. Frente a sus puertas, estos días se ven dos carteles. Antagónicos.

En el primer cartel, el logo de Coliseo Balear, la marca impulsada por Tomeu Font, anima a escanear un QR y conocer el calendario de conciertos de 2026: el enlace, después de todo lo ocurrido, no lleva a ninguna parte. En el segundo cartel se anuncia una novillada que se celebró durante el puente de la Inmaculada. Un festejo orientado al fomento de la afición taurina entre los jóvenes. En un descanso, dice el anuncio, se sirvió un almuerzo con productos típicos.

Tomeu Font prefiere no mojarse cuando escucha esta pregunta:

–¿Han influido otros intereses para decretar la suspensión de los conciertos?

–Lo desconozco. [silencio] No sé si alguien está ayudando a esas tres personas a denunciar por unos intereses ocultos y secretos. Sí me consta, sin embargo, que la propiedad no tiene intención de vender.