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África y China, un idilio bajo presión 

An African couple wearing masks walk in the African Village part of Guangzhou, Guangdong province, China, 29 April 2020.

EFE

Nairobi —

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Nada escapa al terremoto de la pandemia. Ni siquiera la idílica relación de África y China, que lejos de las habituales loas mutuas que se dedican sus líderes, soporta una tensión inusual bajo la sombra del coronavirus.

Antes de la pandemia, las aguas de las relaciones chino-africanas discurrían mansas por los valles de la geopolítica internacional, donde África es una esfera de influencia cada vez más china, en detrimento de la tradicional hegemonía de Estados Unidos y Europa.

Pekín alardeaba de una “amistad contra viento y marea” con el continente y blandía su retórica del “beneficio mutuo”, mientras la élite africana entonaba elogios al oído del gigante asiático, como cuando el mandatario zimbabuense Robert Mugabe describió en 2015 al presidente chino, Xi Jinping, como una “persona enviada por Dios”.

Había muy poco espacio para la discordia en ese aparente idilio. África evitaba cualquier atisbo de crítica contra su poderoso aliado y China no sólo se erigía en su primer socio comercial y principal acreedor bilateral, sino que cerraba los ojos ante cualquier fechoría y hacía de caja de resonancia de sus quejas ante Occidente.

Sin embargo, la pandemia ha tensado durante los últimos meses la “luna de miel” que disfrutaban ambos bloques.

AFRICANOS MALTRATADOS EN CHINA

Las alarmas saltaron en abril, cuando empezaron a correr como la pólvora por redes sociales vídeos de ciudadanos africanos maltratados en China, que luchaba a brazo partido para doblegar el brote de coronavirus originado allí antes propagarse por el mundo.

Las imágenes provenían de la ciudad meridional de Guangzhou, conocida como la “Pequeña África” por albergar a miles de inmigrantes africanos, donde las autoridades identificaron al continente como fuente de numerosos casos de coronavirus importados.

La población china temió entonces que estuvieran infectados todos los africanos en la ciudad, donde cundió el resentimiento y la desconfianza.

“De ahora en adelante, no se permite a las personas negras entrar en este restaurante”, rezaba un cártel de un McDonald's de Guangzhou en un vídeo viral. Otras imágenes mostraban a africanos en la calle tras ser desalojados de casas y hoteles por miedo al virus.

Etiquetas como “Racismo en China” o “China debe dar explicaciones” inundaron las redes sociales, una presión que acabó por sacudir las cancillerías africanas, algunas de las cuales llamaron a consultas a embajadores chinos.

“Ninguna excusa puede justificar la discriminación y el prejuicio”, llegó a denunciar el Ministerio de Asuntos Exteriores de Kenia, mientras el presidente de la Comisión de la Unión Africana (UA), Moussa Faki Mahamat, se declaró “extremadamente preocupado”.

Como comenta a Efe el columnista y experto keniano en relaciones internacionales Adhere Cavince, “nada parecido había sucedido antes en la interacción de China y África”, es decir, una crisis “diplomática” en la que ambos bloques airean sus trapos sucios.

“Esto puede haber creado una cierta fricción en la relación, pero no creo que sea algo que vaya a cambiar en esencia la forma de relacionarse de África y China”, matiza Cavince.

Lejos de China, en el propio continente, el coronavirus ha puesto a prueba los vulnerables sistema de salud de sus países, aunque, de momento, no se han cumplido los vaticinios más pesimistas, que casi abocaban a África a una especie de apocalipsis sanitario.

Hasta la fecha, África sigue siendo la región menos castigada del planeta, pues ha confirmado más de 8.300 muertes, 316.000 contagios y 152.000 curaciones en una población de unos 1.300 millones de habitantes, gracias a la rápida intervención de los gobiernos africanos, que, nada más ver asomar las orejas del lobo de la pandemia, aplicaron drásticas medidas para frenar la enfermedad.

LA DEUDA, LASTRE PARA COMBATIR LA PANDEMIA

La crisis ha colocado al continente ante un doble reto: destinar recursos a la protección de la salud de sus ciudadanos y minimizar el impacto económico de confinamientos, toques de queda y cierres fronterizos impuestos para contener la expansión de la COVID-19.

Según el Banco Mundial (BM), las economías de África subsahariana se contraerán este año un 5,1 %, una caída que pone a la región a las puertas de su primera recesión en un cuarto de siglo.

Con ese sombrío horizonte, varios líderes africanos han expresado su preocupación porque, en palabras del primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, “los países africanos estaban gastando más en el pago de sus deudas que en atención sanitaria” en mayo pasado.

“En África, buscamos la ayuda de los países desarrollados, incluida China”, subrayó Abiy, premio Nobel de la Paz de 2019.

El G20 (grupo de las veinte economías más poderosas del mundo) dio en abril un respiro a los países más pobres, muchos de ellos africanos, al anunciar una moratoria al pago de los servicios de su deuda hasta finales de 2020 (unos 20.000 millones de dólares).

China, miembro del G20, apoyó esa medida, pero sin aclarar sus intenciones respecto a África como primer prestamista bilateral del continente, que le debe a Pekín al menos 152.000 millones de dólares, según datos de la Universidad John Hopkins (EE. UU.).

Pekín ha facilitado esos créditos en la última década como parte de su Iniciativa de la Franja y la Ruta global, que ha permitido la construcción de infraestructuras en todo el continente y ha incrementado la influencia internacional del gigante asiático.

UNA GOTA EN UN OCÉANO

Tras semanas de declaraciones vagas, el presidente chino dio el pasado 17 de junio una pista más concreta de sus pretensiones sobre la deuda de África, en un discurso dictado ante líderes africanos durante una cumbre virtual de solidaridad bilateral por la pandemia.

“En el marco del FOCAC (Foro de Cooperación China-África), China cancelará la deuda de países africanos relevantes en forma de préstamos gubernamentales sin intereses que vencen a fines de 2020”, aseveró Xi, sin precisar las naciones beneficiarias.

El gobernante chino tampoco mencionó que ese tipo de créditos abarcaron menos del cinco por ciento del total de 2000 a 2018, según un estudio de la Iniciativa de Investigación China África (CARI), de ahí que la quita pueda suponer una mera gota en un océano.

En el continente han sonado voces muy críticas con Pekín, como la de la exvicepresidenta para África del BM y exministra nigeriana Obiageli Ezekwesili, que exige una “condonación completa” de la deuda con China como “compensación” por el impacto del coronavirus.

Sin embargo, opina Cavince, esa idea “no es buena a largo plazo, porque se crea una narrativa de un continente que no puede ser responsable de sus propias obligaciones contractuales”.

En cualquier caso, “la frustración de África con las duras posiciones de China acerca del alivio/perdón de la deuda podría dañar más los cimientos de la relación”, advierte a Efe la directora del Programa de China en el Centro Stimson de Washington, Yun Sun.

LA “DIPLOMACIA DE LA MASCARILLA”

Para contrarrestar esas inquietudes, China ha potenciado la llamada “diplomacia de la mascarilla”, dentro de una campaña en la que se muestra como un generoso líder en sanidad global capaz de vencer al coronavirus, frente a las acusaciones de Estados Unidos, que culpa a Pekín de la propagación mundial de la COVID-19.

El 31 de mayo, el presidente de Sudáfrica y jefe de turno de la Unión Africana, Cyril Ramaphosa, aseguró que China se comprometió a enviar cada mes a África 80 millones de mascarillas, 30 millones de test de detección y 10.000 ventiladores para combatir la pandemia.

Xi ha prometido también que, si China desarrolla una vacuna contra la enfermedad, “los países africanos estarán entre los primeros en beneficiarse”.

“Quizás China emerja como un 'salvador de África' cuando remita la crisis, aunque Europa y EE. UU. también estarán pendientes”, señala a Efe Patrick Mbataru, profesor de Política Pública en la Universidad Kenyatta de Nairobi.

En un escenario pos-COVID-19, Cavince cree que la “prioridad” de China en el continente “virará de las infraestructuras a gran escala”, que promueve la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a una “cooperación en los sistemas de salud pública”.

Aunque algunos observadores se han apresurado a declarar el fin de la “luna de miel” chino-africana a la luz de las tensiones vividas por el coronavirus, este experto considera que es “demasiado pronto” para dar por roto el idilio.

“China y África -concluye- ni siquiera han alcanzado el punto álgido en sus relaciones, aunque hay un bache (...) acentuado por esta pandemia”.

Pedro Alonso

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