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“Donald Trump es perfectamente funcional para los sectores más dogmáticos del poder político en Cuba”

Carlos Manuel Álvarez salió de Cuba hace tres años y vive actualmente en Ciudad de México.

Javier Biosca Azcoiti

Carlos Manuel Álvarez (1989) pertenece a una generación joven de cubanos desencantados con una revolución que no conocieron. Una revolución que creen que ha sido “prostituida por el poder político”. Estudio Periodismo en la Universidad de la Habana y ha escrito para grandes medios internacionales como BBC, The New York Times, Al Jazeera y The Washington Post, entre otros. En 2016 fundó la revista cubana independiente El Estornudo.

Con 'Los caídos' (Narrativa Sexto Piso), Álvarez se estrena en el mundo novelístico. El periodismo se mueve sobre el terreno y tiene que ser muy explícito, dice. Pero la novela le ha permitido meterse dentro del problema, en lo subterráneo de las cosas. 'Los caídos' es un retrato sentimental de la Cuba actual a través de la voz de los diferentes miembros de una misma familia. un enfrentamiento por la visión de país de las diferentes generaciones.

Arranca la novela con una cita de Philip Roth: “Todos tenemos un hogar, y siempre es ahí donde las cosas van mal” ¿Cómo se aplica sobre tu relación con la Cuba actual?

No tengo un sentimiento sostenido sobre Cuba. Puede ser a veces un lugar donde yo siento un entorno familiar, y otras un lugar completamente áspero y con el que estoy en disputa. No es un sitio cómodo. Esa es una de las razones por las que probablemente haya terminado pasando buena parte del tiempo fuera de Cuba. La relación con el país de uno debería ser siempre una relación de sentimientos encontrados. Esa me parece la relación más saludable con el país de uno.

Áspero e incómodo, tal y como lo siente uno de los principales personajes de la novela, Diego, el hijo desencantado con una revolución que no conoció y unos valores que percibe como una gran mentira ¿Se ve reflejado en él?

La relación con Cuba fluctúa. Cuando salí de Cuba, esa relación de aspereza y de conflicto estaba muy latente y era muy visceral. Después, la distancia me ha permitido ubicar las cosas en su sitio y tomarme las cosas de un modo mucho menos dramático y más reposado.

Hay un componente importante de Diego en lo que yo he experimentado en diferentes momentos, como ese resentimiento y esa reacción de rabia y de molestia con el estado de las cosas. De los personajes de la novela él es el más cercano a lo que sería mi alter ego en algún momento de mi vida. Pero luego, poco a poco, es curioso porque uno también va distribuyendo sus fuerzas y sus ideas y le va colocando un poco a cada personaje. Aunque los otros parezcan más diferentes, también hay zonas donde nos conocemos mutuamente.

¿Quedan en Cuba más tipos como Armando, esos socialistas convencidos comprometidos con la revolución y el régimen e incorruptibles?

Quedan, quedan. Puede parecer un personaje completamente inverosímil teniendo en cuenta el estado de cosas, pero siguen quedando sujetos así. Uno tendería a preguntarse cómo es posible que queden sujetos así cuando no hay absolutamente nada que indique que uno deba seguir manteniendo esas condiciones de esa manera.

La revolución se ha ido a pique y es un país que no tiene absolutamente nada que ver con lo que ellos están pensando, pero al final sujetos de este tipo tampoco tienen una relación directa con la realidad. Ellos siguen pensando así independientemente de lo que suceda. Yo lo veo como una cuestión meramente de fe, como una religión. No importa lo que esté pasando alrededor porque estas convicciones van a seguir manteniéndose independientemente de lo que la realidad diga o niegue.

¿Están condenados a desaparecer o están transmitiendo sus convicciones de generación en generación?

En generaciones anteriores, esta posición sí parte de una convicción genuina. Equivocada o no, pero hay principios. A medida que nos acercamos a mi generación, esa convicción es simulada. Entramos en terrenos del oportunismo. Quienes piensen o actúen así en mi generación están mucho más en el terreno del disfraz y la mentira que en el terreno de la propia convicción y pureza.

¿Podrá la nueva Constitución de Cuba enganchar a los más jóvenes al proyecto de país y a la narrativa revolucionaria y socialista?

No hay tal cosa. El proceso constitucional, aunque parezca que está intentando eso, yo creo que a la larga busca todo lo contrario. Busca distraer más que cambiar. Es una cortina de humo y otra manera de que los cubanos sigan mirando a un sitio donde no está el verdadero conflicto de las cosas. Es una finta por parte del poder político.

¿Y dónde está ese conflicto?

El conflicto está en el corazón político de los sucesos. En el poder, en quien lo detenta y desde donde se rige la sociedad. El proceso constitucional ni ataca ni cuestiona eso. No cuestiona la existencia de un partido único, no cuestiona la ausencia de libertades civiles y por ahí hay una serie de cosas que son las que estructuralmente están mal en la sociedad cubana. El proceso constitucional sigue mirando a otra parte y no remueve ninguna de estas bases y ni si quiera las pone en cuestión. El proceso confirma que este corazón del asunto es el bastión que no se toca ni se mueve.

El proceso constituyente es prácticamente único en el mundo y dice mucho de la concepción de democracia existente actualmente en Cuba, ¿qué opinión le merece este proceso de participación ciudadana?

Actualmente estoy completamente fuera del país y no estoy tomando el pulso a este proceso, pero teniendo en cuenta que he vivido consultas anteriores y sabiendo cómo funciona, entra en el terreno de la apariencia de participación ciudadana ¿Pero luego qué se hace con lo que allí se dice? ¿A dónde llega? No hay ningún mecanismo de transparencia que uno pueda seguir. Eso se pierde completamente en la zona oscura, en el hueco negro que el poder en Cuba pone de por medio entre la gente y ellos.

Ha informado mucho sobre Cuba como periodista, pero esta novela, dentro de la ficción, tiene una clara función informativa ¿Ha encontrado en la novela una forma diferente, y quizá más libre, de informar sobre Cuba con elementos que el periodismo no permite? Sentimientos como el cansancio, la esperanza, etc.

No es más libre, sino que la novela supone mover la escritura en otra dirección. Yo visualizo las crónicas que he hecho hasta el momento como algo que se mueve sobre el terreno de manera horizontal, es decir, intentas contar y captar un entorno y tienes que explicarlo.

En la novela, sin embargo, la escritura va en sentido vertical. Como corresponde a una caída, la novela profundiza y no se mueve sobre el terreno, sino hacia lo subterráneo. Es un poco ir al interior del desastre, al corazón de ese conflicto que se desarrolla en Cuba, pero sin tener necesariamente la exigencia de tener que contar de forma explícita las causas o el porqué. Me interesa saber qué deformación ha generado eso en estos personajes, pero no explicar, al menos de forma explícita, de dónde viene este conflicto y este desastre. Esas causas están difuminadas en la novela, se pueden percibir.

En pleno proceso de apertura internacional y desbloqueo llega Trump y acaba con todo ¿Qué efectos tendrá su política sobre Cuba y la política exterior de la isla?

Yo creía firmemente en ese proceso de reapertura y de relaciones diplomáticas más o menos civilizadas. De todas maneras, eso no se puede ver de un modo unilateral. Hay una idea, que a mí no me interesa y que desde Cuba se plantea mucho, y es que pareciera que todo está en manos de Obama o en manos de Trump, pero las cosas no funcionan así.

Antes de que Trump tomara el poder y detuviera este proceso de acercamiento ya internamente en Cuba había miedo en el poder político. En algún momento les pareció que habían ido demasiado lejos, aunque con esto estoy especulando. Luego te sale un tipo como Trump en Estados Unidos, que es perfectamente funcional a las zonas más ortodoxas, dogmáticas y estalinistas del poder político en Cuba. Independientemente de Trump, esas zonas ortodoxas y el estalinismo férreo de una buena parte del Gobierno en Cuba ya estaba actuando por su cuenta en pos de reventar este acercamiento.

¿En qué coinciden esos sectores más dogmáticos y estalinistas con Trump?

En el sentido del extremismo, del nacionalismo, del proteccionismo... todos esos elementos son muy comunes. Ambos tienen una política de aislacionismo y excepcionalidad, una política de entenderse a uno mismo como un estado de excepción y mesiánico y ninguno quiere un acercamiento. Y ahí ambas partes dialogan bastante bien. Internamente funcionan de manera similar en sus contextos.

Parece que ni EEUU ni Cuba han superado realmente la Guerra Fría y su discurso es propio de los 60 ¿por qué?

Es una estrategia para sacar rédito político. Es una estrategia que le funciona a la parte más radical del poder en Cuba y le funciona a la parte de la política americana hacia Cuba tanto en el Congreso como en el Senado de EEUU. Los políticos cubano-americanos en EEUU tienen un peso decisivo y son los que rigen a través de Trump la política exterior con Cuba. Eso tiene un peso iumportantísimo en la vida de los cubanos. Todo se trata del rédito político. De Cuba como un instrumento.

¿Qué papel tiene ahí el enfrentamiento ideológico?

Se sigue explotando de un modo instrumental, pero siento que al final estas políticas, si bien ahora siguen teniendo un peso importante, están condenadas a revertirse. Creo que la narrativa que abrió el acercamiento de 2014, la brecha que abrió, no la va a cerrar esta narrativa. El acercamiento es un curso mucho más natural y que a la larga va a terminar imponiéndose.

Este enfrentamiento ideológico, en los cubanos, cada vez es más laxo y menos polarizado, aunque a nivel visible haya grupos que sigan manteniendo esta narrativa. Pero de una manera real, quien conozca a los cubanos tanto de dentro como de fuera, sabe que las cosas ya no se expresan así y que el curso real del país está mucho más cerca al acercamiento que a una política tirante

¿Qué significa tener el antimperialismo consagrado en la Constitución?

Ya no significa absolutamente nada. No es un país antimperialista. Es letra muerta. Hay un divorcio en Cuba, y creo que eso es uno de los problemas más importantes, entre el lenguaje y la realidad. El lenguaje del poder y las palabras que utilizan. Hay una subversión completa de los significados de esas palabras y un secuestro de conceptos como izquierda y antimperialismo. La misma palabra revolución está completamente prostituida, es decir, quieren decir una cosa y no lo que estrictamente dicen. En Cuba no hay ningún rastro de antimperialismo. Al contrario, es un país cada vez más 'proyanqui', para mi pesar, también lo digo.

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