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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

La batalla de los libreros del Sena ante los Juegos Olímpicos de París: “Va a ser una masacre”

Una grúa levanta la instalación para una prueba de natación previa a los Juegos Olímpicos de París, en la orilla del Sena.

Amado Herrero

París —

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Los bouquinistes, libreros instalados en pequeños puestos a orillas del río Sena, forman parte del paisaje de París desde el siglo XIX. Sus cajas tienen el mismo color verde oscuro que los otros iconos del mobiliario urbano de la ciudad: las columnas Morris –que anuncian los últimos espectáculos culturales–, las fuentes Wallace con sus cuatro cariátides y las entradas de metro diseñadas por Hector Guimard. Estos pequeños comercios acompañan los paseos a lo largo de los muelles del río y atraen a turistas y parisinos con todo tipo de productos culturales, desde incunables de los grandes autores franceses hasta souvenirs, pasando por cómics, mapas, curiosidades o portadas históricas de revistas como Paris Match o Miroir du Cyclisme.

Sin embargo, los pequeños puestos de los bouquinistes, considerados como la mayor librería al aire libre del mundo, podrían desaparecer el próximo verano. Al menos, provisionalmente.

El pasado julio, la Prefectura de Policía de París les comunicó mediante una carta que la retirada de sus puestos es “indispensable” para garantizar la seguridad de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, que tendrá lugar el 26 de julio de 2024 y que, por primera vez en la historia, no se celebrará en un estadio.

Las autoridades se apoyan en un artículo del Código de Seguridad Interior francés, que prevé un perímetro en el que “el acceso y la circulación de las personas estén regulados” para garantizar la seguridad de un “lugar o acontecimiento expuesto a un riesgo de actos terroristas”.

“El reglamento que nos ha enviado la Prefectura para la ceremonia de apertura estipula siete días para retirar 600 cajas, algo inimaginable”, ha denunciado Jérôme Callais, presidente de la Association Culturelle des Bouquinistes de París en los micrófonos de la radio pública France Info. Unos 600 puestos de un total de 900 tendrían que ser trasladados.

“Va a ser una masacre: 200, 300, 400 puestos podrían quedar destruidos y habrá que reconstruirlos”, añade. Callais estima en más de 1,5 millones de euros.

Va a ser una masacre: 200, 300, 400 puestos podrían quedar destruidos y habrá que reconstruirlos

Respuesta del Ayuntamiento

En realidad, las preocupaciones van más allá de la ceremonia. El mes pasado, durante una reunión entre representantes del Ayuntamiento y de los libreros, el consistorio les informó también de que durante los Juegos Olímpicos el acceso a los muelles estará muy restringido.

Varias pruebas tendrán lugar en el tramo del río que atraviesa la ciudad. De hecho, la recuperación del río para las pruebas acuáticas ha sido una de las grandes apuestas de la alcaldesa Anne Hidalgo (este fin de semana una prueba del mundial de Triatlón se disputó por primera vez dentro y alrededor del Sena).

El Ayuntamiento ha tratado de calmar las inquietudes de los libreros ofreciéndose a “hacerse cargo de la retirada, renovación y reinstalación de los puestos”. En un comunicado de prensa, subrayó su apoyo a los libreros asegurando que su actividad “forma parte de la identidad de la ciudad y de los muelles del Sena”. Y, sin poner en cuestión la decisión de la Prefectura, la corporación municipal ha intentado proponer soluciones.

De hecho, la renovación de los puestos podría ser un legado suplementario de los Juegos, que ayude además a la candidatura para hacer de los bouquinistes patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, según comentan algunos.

Las autoridades han sugerido la creación de un espacio provisional, un village littéraire, que podría ubicarse durante las Olimpiadas en la plaza de la Bastilla, cerca del río pero no en los muelles. A un año de los Juegos, en un contexto de rivalidad entre la alcaldesa de la capital, el presidente de la República y el comité organizador por el liderazgo del evento, la polémica alrededor de un símbolo de la ciudad es un tema delicado. Especialmente cuando medios de comunicación de todo el mundo se han hecho eco de la noticia.

Pérdidas económicas

Aunque la venta ambulante de libros a orillas del Sena se remonta a más de 450 años, la instalación permanente data de 1859 (formó parte de los esfuerzos del barón Haussmann y Napoleón III para ordenar y homogeneizar la capital francesa).

Los bouquinistes no pagan alquiler a la ciudad pero son comerciantes independientes y su supervivencia está condicionada por sus ingresos. Por ello, perder varias semanas durante la temporada estival sería un duro golpe para sus finanzas. Recuerdan las dificultades a las que se han enfrentado estos últimos años: desde los disturbios en París cada sábado durante las protestas de los chalecos amarillos, hasta los confinamientos y el colapso del turismo durante la pandemia.

En el muelle de Célestins, frente a la Isla de San Luis, la propuesta del Ayuntamiento no convence a los libreros que se mantienen abiertos en agosto, a los que el traslado inquieta aún más que las semanas de trabajo perdidas. “La mayoría no quiere que se retiren los puestos”, explican, “algunos de ellos son muy frágiles y la renovación es un coste importante”.

La mayoría no quiere que se retiren los puestos, algunos de ellos son muy frágiles y la renovación es un coste importante

Mismas preocupaciones al otro lado del río, en la rive gauche, donde además del futuro de las famosas cajas verdes de madera, inquieta el almacenamiento de cientos de libros, en algunos casos ediciones valiosas y frágiles, a los que habría que encontrar un espacio alternativo. “Además estos puestos forman parte de la imagen de la ciudad, forman parte del paisaje, no son simples comercios”, señala uno de los libreros instalados a unos metros de la catedral de Notre Dame.

Una opción alternativa que los representantes discuten con las autoridades consistiría en dejar las cajas en su lugar durante la ceremonia y los Juegos, y que éstas fueran revisadas por los equipos de seguridad.

“Estarían precintadas y cerradas durante siete días antes de la ceremonia, y no podrían abrirse durante los Juegos”, explicaba Jérôme Callais en la misma entrevista: “Una solución que ha aceptado la inmensa mayoría de los libreros”.

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