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Borrell liga el futuro del Nord Stream 2 a lo que haga Putin con Ucrania

El alto responsable de la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, en una imagen de archivo. EFE/EPA/JULIEN WARNAND

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

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No es una infraestructura. Algunos lo comparan con el pacto Ribbentrop-Molotov de 1939. Pero incluso los que rebajan el impacto del Nord Stream 2 no pueden negar las consecuencias geoestratégicas y geopolíticas de un gasoducto que conecta directamente Rusia con Alemania por el Báltico, regateando varias repúblicas ex soviéticas y dejando a Ucrania sin una de sus principales fuentes de ingresos: el gasoducto (también) de Gazprom que atraviesa su país para proporcionar gas al resto de Europa.

Y, todo ello, en un momento de crisis energética en el que el gigante energético ruso parece estar racionando el suministro de gas a la UE. La propia vicepresidenta de Competencia de la Comisión Europea, Margrethe Vestager decía este jueves: “Estamos mirando esto, es una prioridad. En un contexto de demanda creciente, la oferta es limitada. Es un comportamiento bastante raro. Hemos enviado preguntas y estamos esperando respuestas de Gazprom”.

Además, el gasoducto se encuentra en el punto de mira porque, pendiente de una autorización del regulador alemán, añade más ruido a la tensión entre Rusia, la UE, EEUU y la OTAN que se está abordando esta semana en varias reuniones en Ginebra, Bruselas y Viena.

“La infraestructura está terminada y está pendiente de la calificación del regulador alemán y después el regulador de la Unión Europea”, ha dicho este jueves el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, en la reunión de ministros de Defensa y Exteriores de la UE en Brest (Francia): “Determinarán si esta infraestructura puede o no funcionar dentro del sistema de suministro de gas a Europa. Por parte de la Comisión Europea, esta no es una infraestructura que consideremos prioritaria porque no contribuye a la estrategia para la energía y la autonomía de Europa. Pero la Comisión no puede prohibir una infraestructura si se ha construido de acuerdo con las reglas. Estamos en una economía de libre mercado, las personas pueden invertir su dinero. Y, ciertamente, el funcionamiento de esta infraestructura también dependerá del desarrollo de los acontecimientos en Ucrania y de la actitud de Rusia. No estamos pensando por un lado en imponer sanciones y, por otro, en abrir una infraestructura. Está relacionado con la situación militar en Ucrania, es obvio. Pero si todo va bien y desescalamos y no pasa nada, está en manos del regulador decidir si esta infraestructura puede funcionar o no. Y se pueden tener diferentes opiniones sobre el interés para la economía europea, para la autonomía estratégica europea, los suministros energéticos europeos.... Pero estamos en un espacio político sometido al Estado de derecho, y haremos lo que decidan los reguladores”.

Una posición expresada aún con más dureza este miércoles por la subsecretaria de Estado de EEUU, Wendy Sherman, tras la reunión del Consejo OTAN-Rusia: “Es un proyecto geopolítico ruso que socava la seguridad energética y la seguridad nacional de una parte importante de la comunidad euroatlántica. Y el secretario [de Estado] Blinken ha dicho: 'Es muy difícil ver que el gas fluya a través del gasoducto si Rusia renueva su agresión contra Ucrania'. Este es nuestro análisis de lo que puede suceder si Rusia toma una acción agresiva en lo que respecta a Ucrania”.

Pero Alemania no lo ve igual. La ministra de Defensa alemana, Christine Lambrecht, por su parte, ha descartado este jueves un vínculo entre el Nord Stream 2 y las diferencias con Moscú sobre Ucrania. “No deberíamos arrastrar (Nord Stream 2) a este conflicto”, dijo Lambrecht a la emisora RBB en una entrevista: “Necesitamos resolver este conflicto, y necesitamos resolverlo en conversaciones; esa es la oportunidad que tenemos en este momento, y deberíamos usarla en lugar de establecer un vínculo con proyectos que no tienen conexión con este conflicto”.

La construcción del gasoducto concluyó en septiembre tras muchas postergaciones y problemas legales. Pero la cúpula de Gazprom ahora espera el permiso legal definitivo de los reguladores alemanes –y después de los comunitarios– para comenzar a suministrar gas por la tubería. Ese permiso se ha convertido en un tema conflictivo en la nueva coalición de Gobierno alemana, agudizado por la amenaza de Putin a la soberanía ucraniana.

Ucrania teme que, al evitar su propia tubería de gas que conecta a Rusia y Europa, el nuevo gasoducto –que es parte de una estrategia más amplia de Rusia para cortar vínculos con las repúblicas postsoviéticas– se vea privada de los muy necesarios pagos por tarifas de transporte, que equivalen al 4% de su PIB.

Kiev también sostiene que el gasoducto incrementará el control y la participación de Rusia en el mercado de gas europeo, y por ello le dará a Putin la oportunidad de ahogar a Europa. El gasoducto tiene una capacidad anual de 55.000 millones de metros cúbicos –más de la mitad de los 95.000 millones de metros cúbicos de gas que los alemanes consumieron en 2019–.

Ucrania ha encontrado aliados a su causa en Polonia, los países bálticos, más tarde en Italia, el Reino Unido y, decisivamente, la Comisión Europea. Todos han señalado los cortes rusos en el suministro de gas en 2006 y enero de 2009, y a las recientes amenazas de Putin a Moldavia, para argumentar que Rusia no tendrá reparos en cerrar las llaves de gas para asegurarse ventajas geoestratégicas.

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