El conservador Neves disputará la presidencia de Brasil a Dilma Rousseff en la segunda vuelta
La actual presidenta y candidata a la reelección por el Partido de los Trabajadores (PT), Dilma Rousseff, ha sido la candidata más votada en la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, celebrada este domingo, con un 41,08 por ciento de los votos, por delante del candidato del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB, conservador), Aécio Neves, que ha logrado un 34,2 por ciento de apoyo, según datos oficiales difundidos por el Tribunal Superior Electoral correspondientes a más del 90 por ciento del escrutinio.
En base a estos resultados, publicados por el organismo electoral a través de su página web, la candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB), Marina Silva, ha quedado en tercer lugar con un 21,14 por ciento de las papeletas.
La votación ha sido la séptima elección presidencial desde el fin del Gobierno militar en 1985, y debido a que ningún candidato ha obtenido más del 50 por ciento de los votos válidos en la primera ronda, habrá una segunda vuelta el 26 de octubre.
La debacle de Marina Silva
La ecologista y exministra de Medio Ambiente con el PT Marina Silva se convirtió en candidata del PSB en agosto pasado, tras la muerte en un accidente aéreo del anterior abanderado de ese partido, Eduardo Campos.
En parte gracias al profundo impacto emocional causado por la muerte de Campos, irrumpió con fuerza en los sondeos de opinión, que hasta hace dos semanas llegaban a darla como favorita para derrotar a Rousseff en una entonces hipotética segunda vuelta.
Bajo la idea del 'Estado mínimo', Silva presentó las propuestas económicas más liberales durante la campaña con el objetivo de seducir a los mercados. En su campaña, prometió reducir el gasto público, limitar la acción de la poderosa banca estatal y otorgarle al Banco Central plena independencia, similar a la que existe en Estados Unidos.
Sin embargo, la candidata del Partido Socialista Brasileño (PSB) perdió respaldo en la recta final de la campaña; su discurso cayó en serias contradicciones que no supo explicar y el apoyo que le había dado el electorado se fue evaporando con el correr de los días.
Silva encarnaba la otra cara de la moneda que ofrecía Rousseff, quien defendió en su campaña el papel de “regulador” y “bombero” de la actividad económica asumido por el Estado, que subsidia a los más pobres y a las industrias en problemas, como la automovilística o la construcción, mediante rebajas tributarias o créditos públicos.