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ANÁLISIS

El doble rasero occidental existe, pero sólo Rusia es culpable de la guerra en Ucrania

Centro de acogida para refugiados ucranianos en la Universidad de Szczecin, en Polonia.

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Rusia prosigue su invasión y ocupación de Ucrania, vulnerando una legislación internacional vigente desde hace décadas en contra de la invasión territorial de otro país y dejando tras su paso pruebas de los crímenes de guerra cometidos contra la población civil

Muchos analistas han aprovechado este momento tan terrible para criticar la larga historia del militarismo, el cambio de régimen y el imperialismo de Occidente. Por ejemplo, algunos han trazado paralelismos erróneos entre la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999 y la actual invasión de Ucrania por parte de Putin.

Estas voces afirman que Occidente no puede ni debe criticar o responder a la agresión rusa porque carece de la autoridad moral para hacerlo.

Resulta fácil señalar la hipocresía de Occidente en el trato que da a la invasión rusa de un Estado soberano, ya que Estados Unidos y la OTAN tienen una larga lista de cambios de régimen y guerras libradas en su nombre, como en Irak, Libia y Yemen.

Mientras el mundo acoge con los brazos abiertos a los refugiados ucranianos, es fácil criticar el doble rasero que se observa al comparar esta actitud con en el trato hostil a los refugiados de Libia, Siria y otros países no europeos. Este sesgo se hace patente en los medios de comunicación y en el discurso de las élites políticas, que acogen calurosamente a los refugiados ucranianos, pero no a otros. 

Según confirma empíricamente mi investigación, Occidente lleva a cabo muchas intervenciones militares perjudiciales contra Estados soberanos, intervenciones que no han hecho más que aumentar en frecuencia e intensidad desde 2001. También es cierto que a la comunidad internacional le sigue importando más la situación de los ciudadanos occidentales que la de otros.

Sin embargo, el reconocimiento de estos errores en la política exterior occidental no debe tapar las atrocidades actuales: las ambiciones imperialistas de Rusia y su legado de agresiones no provocadas en los países vecinos. Aunque el doble rasero es evidente, debería hacernos más contrarios al imperialismo ruso en Ucrania y a sus destructivas consecuencias. 

Además, aunque tanto la UE como la OTAN se comporten como imperios, se han convertido en “imperios por invitación” cuando se trata de nuevas adhesiones de Estados. Por el contrario, el imperialismo ruso se basa por completo en la coerción y la dominación, y en estos momentos es el único responsable de las muertes en Ucrania.

Sentimiento antiamericano

Mi investigación en coautoría con el Proyecto de Intervención Militar revela un aumento drástico de las intervenciones militares de Estados Unidos en el extranjero, tanto en frecuencia como en niveles de hostilidad contra los países objetivo, especialmente después de la Guerra Fría. Estas intervenciones suelen tener consecuencias desastrosas para ambos Estados.

Por tanto, no es de extrañar que en los últimos años muchos públicos nacionales e internacionales vean el poder y la influencia de Estados Unidos como una amenaza creciente para la seguridad y la paz mundiales. 

Las intervenciones militares de Estados Unidos perjudican tanto a los ciudadanos extranjeros como a los nacionales, y disminuyen la seguridad de Estados Unidos, lo que debilita las justificaciones y los resultados tanto humanitarios como basados en los intereses. En lugar de difundir la democracia, estas intervenciones tienden a transformar los Estados objetivo en democracias no liberales, en el mejor de los casos. Promueven los sentimientos antiamericanos y la violencia civil y el retroceso. En última instancia, rara vez contribuyen a los resultados humanitarios a largo plazo para los que están sobre el terreno. 

Por lo tanto, hay fuertes razones empíricas para criticar el historial militar de Estados Unidos en el extranjero y las hipocresías de la política exterior de Occidente. Sin embargo, es importante distinguir el “imperio por invitación” impulsado por los miembros de la OTAN y de la esfera transatlántica del dominio regional de Rusia por la coacción y la fuerza.

Rusia está cometiendo crímenes contra la humanidad contra la población de Ucrania como potencia invasora revisionista con ambiciones imperialistas a través de su historia y de sus políticas contemporáneas en Chechenia, Georgia y Crimea.

El propio historial imperialista de Occidente sólo debería hacernos más proclives a reconocer y condenar esta realidad. El oscuro legado de Occidente en el ámbito internacional no es una excusa para tolerar las demandas imperialistas de Rusia de una esfera de influencia privilegiada en la actualidad.

Reconocer la incoherencia de Occidente en la defensa de los derechos humanos y la soberanía no invalida esas normas y principios en sí mismos, sino que es una acusación a los actores influyentes que los cooptan cínicamente cuando son estratégicamente útiles y los dejan de lado cuando no, como suele hacer Rusia. Para contrarrestar el doble rasero, debemos entender por qué Occidente defiende de forma incoherente los derechos humanos en algunos casos, pero no en otros.

Mi otra línea de investigación muestra incoherencias flagrantes en las intervenciones militares humanitarias, una práctica en la que las intervenciones militares de terceros intentan detener los abusos de los derechos humanos contra ciudadanos extranjeros, a menudo cooptados por agendas geopolíticas.

Doble rasero en intervenciones humanitarias

Mi investigación sobre la brecha de selectividad en las intervenciones militares humanitarias pone de manifiesto el fuerte sesgo occidental en las intervenciones militares humanitarias, y señala que la comunidad internacional y sus normas siguen interpretando que las vidas occidentales merecen una mayor protección que las no occidentales.

He argumentado que el lugar donde se produce el conflicto es el factor principal para que Occidente dé prioridad a las preocupaciones humanitarias, suplantando incluso el poder explicativo de los intereses nacionales, los vínculos económicos y los abusos de los derechos humanos sobre el terreno.

Mi investigación muestra que un conflicto violento interno fuera de la esfera occidental tiene una baja probabilidad de intervención humanitaria de terceros, mientras que la violencia dentro de la esfera occidental tiene la probabilidad de intervención más alta. 

El paso de una región de violencia no occidental a una occidental aumenta las probabilidades de intervención humanitaria en un 400%, manteniendo todo lo demás constante. Con estas cifras, considere qué otros sesgos regionales pueden estar en juego más allá de las brechas de intervención humanitaria. Este sesgo regional altera las opciones políticas y, en última instancia, las elecciones políticas de los actores externos en tiempos de crisis.

La variación regional también puede servir como indicador de la capacidad de los recursos institucionales y del reparto de los mismos, de las posibilidades de éxito de las misiones e incluso de las identidades estatales, de forma similar al concepto de buena o mala vecindad acuñado por Robert Keohane. Sin embargo, en última instancia, este sesgo regional divide el mundo en grupos de personas que son más dignas de protección que otras.

Así, según mi investigación, es comprensible por qué Ucrania está recibiendo una oleada de apoyo occidental (aunque no una intervención militar directa) durante su grave crisis humanitaria. También es comprensible por qué otras regiones del mundo que sufren violencia patrocinada por el Estado o una invasión externa no lo hacen. 

El doble rasero es claro y sonoro en los datos y la historia. Sin embargo, la respuesta no pasa por castigar a las víctimas de las agresiones de Estados por la complicidad de la comunidad internacional en normas de comportamiento hipócritas, a menudo impulsadas por la búsqueda de intereses geopolíticos. La solución es concienciar y profundizar en las causas de estos dobles raseros, ya sean debidos a la geopolítica, a los prejuicios regionales o a otros factores, y luego reducir la brecha. 

Derechos humanos del pueblo ucraniano

Así, mi investigación sobre las intervenciones militares y humanitarias de Estados Unidos pretende limitar el abuso de las normas humanitarias para obtener beneficios geopolíticos, al tiempo que deja espacio para la intervención humanitaria contra los crímenes contra la humanidad como último recurso.

Podemos oponernos al imperialismo occidental, a las guerras de construcción del imperio, a la agresión y al cambio de régimen, al tiempo que promovemos políticas que protejan a los ciudadanos extranjeros de los invasores o de los crímenes patrocinados por el Estado. Podemos criticar el doble rasero occidental del militarismo al tiempo que apoyamos la soberanía de Ucrania y los derechos humanos del pueblo ucraniano en la actualidad, al tiempo que condenamos en los términos más duros el actual legado de dominación y conquista regional de Rusia, oculto bajo el velo de una esfera privilegiada de interés geopolítico. 

El problema no radica en los principios internacionales de soberanía estatal, autodeterminación o normas humanitarias, sino en la aplicación incoherente de estos principios por parte de actores poderosos de todo el mundo. No hagamos de Ucrania el mártir en el altar de la política del poder.

La doctora Sidita Kushi es profesora adjunta de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Bridgewater y fellow no residente en el Centro de Estudios Estratégicos (CSS) de la Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia de la Universidad Tufts.

Este artículo fue publicado originalmente en inglés por el medio paneuropeo Euractiv.

Traducción de Emma Reverter

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