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ANÁLISIS

En qué consiste la nueva fase de la guerra en Ucrania y por qué no se vislumbra la salida

Restos de vehículos militares rusos en Trostyanets, en la región de Sumy, Ucrania.

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¿Cómo termina la guerra en Ucrania? La respuesta, por el momento, no es nada evidente y por eso mismo las dos partes están preparándose para una prueba de fuerza en el Donbás después de que Rusia se viera obligada a abandonar su intento de tomar Kiev.

La actual actividad militar de Rusia parece respaldar unos objetivos de guerra que, de hecho, son menos ambiciosos: la intención ahora es apoderarse de la totalidad de las provincias de Donetsk y Lugansk, reclamadas por las autodenominadas repúblicas separatistas que Vladímir Putin reconoció justo antes de que estallara la guerra.

Los satélites detectaron el viernes un convoy militar ruso de 12 kilómetros de largo a unos 80 kilómetros al este de Járkov y con Izium como probable destino, una estampa que recuerda a las primeras imágenes de esta guerra. Las fuerzas rusas llevan varios días tratando de avanzar desde Izium hacia el sur y hasta Slaviansk pero por el momento no han logrado grandes avances.

Según Tracey German, profesora del departamento de estudios de defensa en el King's College de Londres, Rusia podría haber aumentado el número de batallones en el este de Ucrania “de 30 a 40 en los últimos días”. En su opinión, tener como objetivo un solo frente haría “más fácil de alcanzar para Putin algo que podría ser presentado como una victoria”.

En Occidente se estima que Rusia puede duplicar o hasta triplicar sus fuerzas en el Donbás, lo que supondría un cambio significativo a favor de Moscú. Rusia ya ha aumentado la intensidad de las operaciones preliminares, bombardeando las líneas de suministro más directas de las fuerzas ucranianas atrincheradas en la zona.

Según el gobernador de la región, un ataque ruso destruyó este fin de semana el aeropuerto de Dnipró, la ciudad más importante detrás de las líneas defensivas. Reducir la capacidad de maniobra de Ucrania también fue el objetivo del cruel ataque con misiles que Rusia lanzó este viernes contra la estación de tren de Kramatorsk, en el que murieron más de 50 personas.

Grandes bajas para Moscú

El problema para Moscú es hasta qué punto sus ya maltrechas fuerzas podrán cumplir con la tarea. Según una estimación de servicios de inteligencia occidentales difundida este lunes, entre 37 y 38 de los batallones rusos han pasado a ser “no efectivos en combate” tras haber sido expulsados de los alrededores de Kiev, Chernígov y Sumy. Eso deja a Moscú con una fuerza de combate efectiva de unos 90 batallones. A pleno rendimiento, cada batallón debería contar con unos 800 soldados.

En otra parte del este ucraniano, las fuerzas rusas están cada vez más cerca de asegurarse el control de Mariúpol. Este domingo dividieron la ciudad en dos, según el Instituto de Estudios de la Guerra, con un alto coste para los atacantes y uno mucho mayor para sus habitantes. 

Hay decenas de miles de muertos”, dijo el lunes el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, durante un discurso ante el Parlamento de Corea del Sur. Pero la cruda lucha por la ciudad portuaria le ha demostrado una vez más a Moscú que no puede seguir tomando núcleos de población ucranianos sin sufrir grandes bajas en sus propias fuerzas.

Cansar a Rusia

Para Ucrania el problema de la fase actual es grave, aunque ya no sufra una amenaza existencial. Kiev ha demostrado su eficacia usando armas antitanque occidentales para contraatacar a unas fuerzas mecanizadas rusas al límite, pero las fuerzas ucranianas también son víctimas del desgaste y en la zona sur y este del país han hecho retroceder poco o nada a los rusos.

El primer objetivo ucraniano será tratar de frenar el avance ruso para evitar que sus fuerzas sean rodeadas en el Donbás y, en su lugar, cansar a Rusia hasta llevarla a un estancamiento, con las dos partes cada vez más exhaustas después de lo que van a ser más de dos meses de lucha.

Pero la situación actual dejaría a Ucrania en gran medida aislada del mar, y Rusia tendría una conexión por tierra entre Donetsk y Crimea. Tal vez Ucrania no se haya desmilitarizado, como exigía Putin, pero su economía ha sido arrasada, con una contracción del 45% para el PIB de este año, según las estimaciones del Banco Mundial.

Con la esperanza de transformar el estancamiento en victoria, el presidente Zelenski ha pedido una y otra vez a Occidente que entregue más y mejores armas. Lo que le han ofrecido hasta ahora, al menos públicamente, no alcanza para alterar el equilibro militar. Entre esos materiales figuran una docena de tanques T-72 de la República Checa, 10 drones Switchblade 600 de Estados Unidos y 120 blindados de Reino Unido.

Juego de equilibrios

La pregunta para Occidente, en cuyo nombre en la práctica Ucrania está luchando la guerra, es si aumenta o no el suministro militar con la pretensión de que Kiev pudiera cambiar el rumbo del conflicto en tierra, obligar a las fuerzas rusas a salir de Jersón, cerca de la desembocadura del río Dniéper en el sur, y hacer retroceder a los invasores rusos en otras partes del Donbás.

La negativa a que los miembros del bloque oriental de la OTAN suministren a Ucrania aviones de combate de diseño ruso sugiere que a Estados Unidos le preocupa provocar a un Kremlin imprevisible además de alterar el equilibrio demasiado lejos. Un punto de inflexión podría ser permitir que Polonia entregue a Kiev unos 100 tanques T-72 rusos de su arsenal.

Tal vez sea un juego de equilibrios difícil de lograr. ¿Quieren los aliados occidentales de Ucrania lanzar un ataque limitado contra Putin que evite represalias? ¿Entregar justo las armas que harían falta para volver a las posiciones anteriores a los combates que empezaron el 24 de febrero? Si Ucrania estuviera en una posición militar más firme, Kiev podría pretender recuperar los territorios del Donbás ocupados desde 2014, donde posiblemente la defensa de Moscú sea más feroz.

Traducción de Francisco de Zárate

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