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EEUU no ha dejado de ser el gran padrino de Kosovo

Hillary Clinton, en una visita al monasterio ortodoxo de Gracanica, en Kosovo, en 2010. Detrás de ella, el embajador Christopher Dell. Foto: Georgi Licovski, Efe.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Christopher Dell ya no es embajador de EEUU en Kosovo. En su currículum puede presumir de algo que no suele estar al alcance de todos los diplomáticos norteamericanos: elegir al presidente de un país. Ocurrió en abril de 2011 poco antes de que el Parlamento de Kosovo votara a favor de la candidatura de Atifete Jahjaga como nueva presidenta por 80 votos a favor sobre 100 diputados presentes.

Tal demostración de consenso era engañosa. El acuerdo se labró en una reunión del embajador con tres de los principales políticos del país: el primer ministro, Hashim Taci; el alcalde de la capital, Prístina, Isa Mustafá; y el expresidente Behgjet Pacolli.

Según el relato que hizo Pacolli de la reunión, Dell sacó un sobre en el que estaba el nombre de su candidata. Jahjaga era directora adjunta de la Policía de Kosovo con grado de general, pero no tenía ninguna experiencia política. Los partidos aceptaron su designación porque eso ayudaba a solucionar el bloqueo. A fin de cuentas, el cargo de jefe de Estado es básicamente protocolario. Y venía con la bendición del Departamento de Estado norteamericano.

“Atifete Jahjaga se despertó esta mañana sin saber que su vida iba a cambiar”, dijo Dell el día de la votación. “Estoy completamente convencido de que ella no buscaba este honor”. Como la idea fue suya, no se puede dudar de su palabra.

Tampoco era una novedad. En la elección de Pacolli en marzo de ese mismo año –su nombramiento fue después anulado por decisión del Tribunal Constitucional–, Dell también intervino. Antes de la tercera votación, Pacolli envió un sms a un asesor para que preguntara al embajador qué había que hacer.

Un periódico publicó capturas de las imágenes de los teléfonos móviles con los mensajes. ¿La reacción de Dell? Una carta abierta en la que acusaba a los periodistas de violar las leyes contra la interceptación de comunicaciones. Según Reporteros sin Fronteras, ese gesto reforzaba “la extendida noción de que los diplomáticos de EEUU y la UE juegan a ser dioses en Kosovo y creen que son intocables”.

Una mala influencia

Poco antes de que Dell abandonara la embajada, la periodista Flaca Surroi no escondía su alivio por su marcha ante un grupo de periodistas españoles hace unos meses. “El embajador se va por fin. Ha tenido una conducta muy contraproducente y ha sido una mala influencia”, dijo.

Surroi dirige el mayor grupo de comunicación de Kosovo y es probablemente la voz más independiente de la oposición al Gobierno. Sus medios, en prensa e Internet, no cesan de denunciar la corrupción propiciada por el Gobierno de Hashim Taci. No esconde su malestar por lo poco que han hecho EEUU y la UE por limpiar la política del país.

La influencia de EEUU en Kosovo es difícil de disimular. De entrada, se basa en un hecho evidente, reconocido por todos los políticos y periodistas kosovares. El país no sería independiente sin el apoyo que recibió de Washington. No hay muchos países del mundo que tengan un monumento dedicado a la OTAN en su capital, con el logo de la organización tallado en piedra, una estatua de Bill Clinton de 3,5 metros, y calles dedicadas a Clinton, George Bush y Bob Dole.

“Si no fuera por América, no seríamos libres”, dice el viceministro Petrit Selimi. “Vimos lo que pasó en Bosnia, donde la falta de acuerdo entre los países occidentales provocó tres años de bombardeos sobre Sarajevo”. El agradecimiento a EEUU por la independencia en la calle es sincero, pero los que más recelan del Gobierno destacan que su apoyo a Thaci ha sido constante y decisivo.

EEUU ha tutelado o sencillamente dirigido los principales pasos que ha dado la antigua provincia de Yugoslavia desde su independencia, de la que se cumplió en febrero el quinto aniversario. Surroi lamenta que Thaci haya tomado muchas decisiones “bajo la fuerte influencia del embajador Dell”. Es una lástima que ese control no llegara hasta el punto de exigir una mayor calidad democrática en las urnas.

En los últimos comicios de 2010, el censo electoral estaba compuesto por 1,7 millones de votantes. Sólo un año antes la cifra oficial de habitantes era inferior, 1,6 millones. Otras circunstancias eran aún más graves. El embajador norteamericano denunció esas irregularidades tras las elecciones, recuerda Surroi, pero tres semanas después aceptó el resultado.

Una base militar de 386 hectáreas

La demostración del poder norteamericano es evidente en Camp Bondsteel, la inmensa base militar cerca de Urosevac. Construida a partir de 1999 para albergar a 7.000 militares, cuenta con una superficie de 386 hectáreas y un perímetro de 11 kilómetros. Llegó a tener en 2001 a 6.400 habitantes, pero desde 2011 sólo cuenta con unos 700 soldados. Para el año fiscal de 2013, el Pentágono planea gastarse 247 millones de dólares en Kosovo. Es un destino bien considerado por las tropas, la mayoría de la Guardia Nacional: no hay ni mucho trabajo ni peligros aparentes. Y dispone de las instalaciones de rigor: Burger King, Taco Bell, Anthony's Pizza, cine, campo de fútbol, campo de béisbol, etcétera.

En 2002, Álvaro Gil-Robles, representante de derechos humanos del Consejo de Europa, descubrió algo que no está en los planos de todas las bases militares: un centro de detención al que calificó de “versión reducida de Guantánamo” con varios presos encerrados en lo que un abogado llamaría un limbo jurídico. Washington ha negado siempre que en esa base de Kosovo estuviera una de las prisiones secretas de la CIA.

En cualquier caso, la presencia política de EEUU ya no depende del número de soldados ni de sus funciones de trámite.

La influencia norteamericana –junto a la de la Unión Europea– ha sido beneficiosa en algunos aspectos. Un exlíder guerrillero como Thaci descubrió pronto que los trajes a la medida no eran el único requisito necesario para ser un jefe de Gobierno respetable. Aprendió pronto.

Kosovo no es una dictadura camuflada. Se guardan las formas. El partido de Thaci no lo controla todo. El alcalde de la capital pertenece al partido de Ibrahim Rugova, el histórico líder nacionalista que falleció en 2006.

Un cierto nivel de multipartidismo es tolerado, pero no parece que ningún partido de la oposición esté en condiciones de amenazar el dominio de Thaci.

El papel del embajador es también una buena coartada para no asumir responsabilidades. “Es cierto que a veces gente del Gobierno dice que hemos tomado una decisión porque lo quiere el embajador de EEUU, y resulta que no es cierto”, dice una fuente del Gobierno kosovar que pide anonimato. “La oposición también exagera el papel de EEUU”.

Es una forma, no muy convincente, de alegar que hay mucho de conspiración en todas las conversaciones sobre las presiones de la embajada. Al menos, hay algo que no se puede negar. Christopher Dell ya no está en el país ocupando su tiempo en elegir presidentes.

Miércoles: Kosovo, la amenaza de la corrupción y el poder de las organizaciones criminales.

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