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El odio y la mentira ponen el gobierno de Brasil al alcance de la ultraderecha

Jair Bolsonaro, tras emitir su voto este domingo en Brasil

Víctor David López

Brasil —

Solo un vuelco electoral in extremis evitará que el ultraderechista Jair Bolsonaro alcance la presidencia de Brasil este domingo. Fernando Haddad, el profesor, exministro de Educación y exalcalde de São Paulo que Luiz Inácio Lula da Silva eligió para sustituirle al frente de la candidatura sigue lejos en las encuestas (algunas marcan un 54% a 46%, otras marcan 61% frente a 39%).

A Haddad le va a faltar tiempo porque la estrategia del Partido de los Trabajadores fue suicida desde el primer momento. La apuesta Lula, encarcelado desde abril, tenía todas las papeletas para ser anulada y el país es demasiado grande como para que un suplente lo pueda dominar en unas semanas.

Haddad representa la pulcritud y el discernimiento frente a las acometidas de Bolsonaro. Mientras el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) va luchando por cada voto para intentar recortar la diferencia, su adversario del Partido Social Liberal suma nuevas amenazas a la lista. Viéndose ya ganador sobre la futura oposición, Bolsonaro ha declarado: “Si se quieren quedar, van a tener que colocarse bajo nuestras leyes. O se van de aquí o van para la cárcel”. También avisa de “una limpieza nunca vista en la historia de Brasil”, en la que barrerá del mapa “a esos delincuentes rojos de Brasil”. Al mismo tiempo, se filtraba un vídeo de hace unos meses en el que su hijo, Eduardo Bolsonaro, afirmaba con total tranquilidad que para cerrar el Tribunal Supremo solo haría falta un soldado y un cabo.

Las claves de la estrategia Bolsonaro

La exitosa estrategia electoral de Bolsonaro para estas elecciones presidenciales de 2018 –casi 50 millones de votos en la primera vuelta– será estudiada en el futuro. Tiene varias claves entre las que destacan el odio, las mentiras y las cadenas de whatsapp, algunas de ellas bajo investigación judicial, tras una publicación del periódico Folha de São Paulo que citaba a un conglomerado de empresas que supuestamente estaría financiando la difusión de fake news contra Haddad, lo cual supondría financiación ilegal, ya que las aportaciones económicas de empresas para las campañas electorales están prohibidas.

Contactado por este periódico, el Tribunal Superior Electoral confirmó que “las denuncias de difusión de fake news están siendo tratadas y conforme sean concretadas serán debidamente procesadas según las vías previstas por la ley, respetándose los plazos legales para el derecho a defensa”.

La justicia tiene sus tiempos, pero los días pasan y la segunda vuelta de las elecciones pasará sin que se hayan tomado decisiones. Sobre la más preocupante, la de esta posible caja b de la candidatura de Jair Bolsonaro, el TSE afirma: “El ministro del TSE Jorge Mussi abrió una acción de investigación judicial electoral por supuesto abuso de poder económico y uso indebido de los medios de comunicación al día siguiente de la tramitación de las denuncias. Tres días después, instauró dos nuevas acciones sobre el caso, determinando la notificación de los representados para que presentaran defensa en un plazo de cinco días”.

La defensa de la candidatura de Bolsonaro ya ha llegado. Niega los hechos, declara que no necesita el dinero de ninguna empresa para inundar los teléfonos móviles porque tiene millones de seguidores en redes sociales e intuye que lo que busca el Partido de los Trabajadores es “preparar preventivamente un arma política para poder destituir al candidato Jair Messias Bolsonaro, en el caso de que gane la segunda vuelta de las elecciones”.

El primer secreto de su más que probable triunfo es, por lo tanto, haber sabido ver antes y mejor que nadie el poder de internet en unas elecciones. Hace años que entabló contacto directo y unidireccional con sus seguidores. Contaba con muy poco tiempo de propaganda televisiva en la primera vuelta, pero no le importó lo más mínimo: dominaba la red.

“Hay un discurso de odio y de intolerancia que en este escenario se siente legitimado y correspondido con todos los preconceptos que plantea la candidatura de Bolsonaro”, asegura Sandra Carvalho, coordinadora de la ONG Justiça Global, en conversación con eldiario.es. Su compañera Daniela Fichino concreta que, en realidad, Bolsonaro no necesita ninguna labia, ninguna habilidad verbal, su estrategia “uniformiza el lenguaje de la política y el debate se plantea a través de memes, no con la argumentación y la discusión de ideas. Los memes condensan una idea política y con eso se pierde el argumento en sí y el factor verdad”.

En la vida real, Bolsonaro –con el alta médica hace un mes tras la agresión que sufrió a principios de septiembre– se ha negado a acudir a los debates programados con Fernando Haddad. Es consciente de que explicando y detallando sus ideas ante la nación tiene poco que ganar y mucho que perder, y más aún liderando las encuestas.

Uno de los objetivos iniciales de la estrategia de Bolsonaro fue colocar en un dilema a los electores conservadores, mostrándose como única opción de voto. Por lo cual, antes que acabar con el Partido de los Trabajadores, tenía que acabar con el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), cuyo candidato era Alckmin, y con los partidos que forman el frente del centro, el más amplio de la política brasileña. Y lo consiguió. “Agradezco a Geraldo Alckmin que haya juntado a su lado a la flor y nata de lo peor que tiene Brasil”, dijo en el evento en el cual se presentaba oficialmente su candidatura.

Con la elección como vicepresidente de un general en la reserva, Hamilton Mourão, Bolsonaro se alejaba aún más de la política tradicional. Además, cuenta con otro grupo de generales en la sombra, liderados por Augusto Heleno y Oswaldo Ferreira, comandando las operaciones. Sabe que la imagen del Ejército sigue siendo buena ante un gran porcentaje de la población brasileña. Todo esto le otorgó un falso papel de outsider y luchador contra la corrupción, a pesar de llevar tres décadas de nula carrera política. Todos le atacarían, estaría en boca de todos, y conseguiría una sobreexposición que solo le beneficiaría.

Evangélicos, radicales, miedo y resentimiento

Bolsonaro ha sabido también captar los apoyos de los grandes líderes evangélicos, algo fundamental teniendo en cuenta el creciente poder económico y político de este grupo, que representa a una cuarta parte de la ciudadanía (la población total de Brasil ronda los 210 millones de habitantes). “Las iglesias evangélicas han sabido cumplir muy bien con su papel”, afirma Sandra Carvalho, reconociendo que la izquierda y los movimientos sociales han desatendido a sus bases.

Sus mensajes claros, básicos y repetitivos –incluyendo a sus enemigos recurrentes: activistas, colectivo LGTBI, indígenas, prensa y comunistas–, con discurso perversamente manipulado, son fácilmente contestados, pero esa contestación no alcanza a sus seguidores ni a buena parte de los electores.

La campaña “Para virar o jogo” (Para remontar el partido), centrada en la seguridad pública y lanzada por una decena de organizaciones no gubernamentales, explica una por una las argucias de Bolsonaro. Señalan, en el caso de su afán por la posesión de armas, que según la ley federal 10.826 de 2003, el ciudadano brasileño actualmente puede tener hasta seis armas de fuego. También subraya la campaña, para contextualizar, que la política de combate a las drogas en Brasil está generando más daños que el consumo en sí mismo.

Bolsonaro buscaba votantes moderados porque con los radicales ya contaba. Hace años que tiene la fidelidad de este grupo, que no es residual, ni mucho menos. Según el último estudio publicado por DataFolha, el 33% de los encuestados opina que el Gobierno tiene el derecho de prohibir partidos políticos, el 23% opina que el gobierno tiene derecho de censurar medios de comunicación, el 21% cree que puede cerrar el Congreso Nacional y el 16% ve legítimo torturar a sospechosos para obtener información.

Para los críticos con la izquierda y el PT, Bolsonaro ha ofrecido más belicosidad, explotando el tema de la corrupción y, al mismo tiempo, catalizando la indignación ciudadana.

“Ha sabido usar el miedo y el resentimiento de parte de la población para ganar votos. Además del uso descarado de mentiras para proponer soluciones simplistas para problemas complejos, como el de la seguridad”, comenta a eldiario.es el profesor Newton Bignotto, del departamento de Filosofía de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), autor del epílogo de una edición moderna del libro 'Como ganhar uma eleição', de Quinto Tulio Cicerón (año 64 a.C.), lanzado en Brasil por la editorial Bazar do Tempo. “Quiere participar de un juego en el que solo él puede salir vencedor y ganar unas elecciones para destruir los principios fundamentales de la democracia y las reglas del juego democrático”, añade.

Solo quedan unas horas para certificar el éxito de la estrategia electoral de Jair Bolsonaro y la extrema derecha que representa. Y si Fernando Haddad llegara a culminar una remontada en el último suspiro, el siguiente capítulo sería la no aceptación de la derrota por parte del ultraderechista y las denuncias de fraude, lo cual, al fin y al cabo, apuntalaría su táctica.

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