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La gestión alemana de la pandemia ya no es un modelo y el poder de Merkel se resquebraja

La canciller alemana, Angela Merkel, en una videoconferencia con los presidentes de los landers.

Aldo Mas

Berlín —

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Este año pasará a la historia en Alemania. No solo porque el país de Angela Merkel, con ayuda de las vacunas, aspira a controlar en su territorio de una vez por todas la pandemia de la COVID-19. En realidad, 2021 es año de elecciones generales en Alemania. Y tras esa cita de electoral, Angela Merkel dejará de ocupar la Cancillería Federal como jefa del Gobierno. 

Durante los primeros meses de crisis por el coronavirus, el partido de Merkel, la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU), consiguió mantener el apoyo popular. En mayo de 2020 hubo encuestas que llegaron a situar al partido conservador con un 40% de la intención de voto, un registro muy próximo al 41,5% cosechado en las últimas elecciones generales, celebradas en 2017.

Ahora, sin embargo, hay sondeos que sitúan a los conservadores en un 32%. Ese dato es un mínimo histórico. Mucho de lo que explica la diferencia en estas encuestas se encuentra en la gestión de la pandemia.

Tras la declaración de pandemia, Alemania tuvo una respuesta que se consideró modélica. Un sistema sanitario robusto –pese a sus problemas por falta de personal, quejas laborales y el peso de los actores privados– capaz de realizar test PCR de forma masiva desde el primer momento sumado a la celeridad con la que Merkel y los líderes de los Länder acordaron poner en marcha duras restricciones para frenar la propagación del virus son factores que explican en buena medida por qué en el país la primera ola de contagios de la COVID-19 fue una experiencia muy alejada de los dramas vividos en lugares como Italia, Francia y España. 

En esa primera ola, el pasado 2 abril era el día en que más casos de coronavirus se registraban en Alemania, 6.554, según las cuentas del Instituto Robert Koch (RKI), la agencia federal de prevención y control de enfermedades. A partir de entonces, los casos comenzaron a bajar y sólo en octubre, después de una primavera y un verano en los que a muchos pareció que el virus ya no estaba ahí, las infecciones volvieron a subir.

Entonces parecía haber pasado una eternidad desde que comenzaran a relajarse las duras y exitosas medidas contra la propagación del virus de marzo y abril, entre las que figuran cierres temporales de escuelas, de industrias y comercios no esenciales y la hostelería. También entonces Merkel empezó a enfrentarse a una mayor resistencia de los presidentes de los Länder alemanes. Son ellos quienes tienen las competencias de sectores clave para implementar medidas anti-COVID-19 como, por ejemplo, la educación.

Tras el éxito de la primera ola, el fracaso de la segunda

Argumentos escuchados en otros países como 'salvar la Navidad', momento álgido de ventas para los comerciantes, llevaron a Merkel a decidirse a favor de lo que aquí se llamó “confinamiento light”. Este no implicó medidas como las que frenaron la primera ola e incluía abundantes excepciones que hacían posible la apertura de amplios sectores de la economía, salvo los afectados por los cierres temporales previstos para el mes de noviembre en gastronomía, la hostelería y el sector del tiempo libre (teatros, salas de cine y conciertos). 

Sin embargo, el “confinamiento light” acabó en fracaso. En lugar de aplanar la curva de los casos diarios, la incidencia se mantuvo en un nivel estable y elevado de infecciones que casi triplicaba los de los peores días de la primera ola. “El confinamiento light fue un error, las restricciones no fueron lo suficientemente lejos”, ha reconocido Winfried Kretschmann, político de Los Verdes que preside el Land de Baden-Württemberg (suroeste germano). 

Las unidades de cuidados intensivos se asomaron a la saturación y se multiplicó el número de fallecimientos. Hasta el pasado mes de octubre, Alemania había conseguido mantener las cifras de muertes a un nivel reducido respecto a los países de su entorno.

Sin embargo, a finales de diciembre el número de muertos diarios ya superaba el millar. Alemania supera ya las 72.000 muertes desde que comenzó la pandemia y se ha estimado que unas 20.000 de ellas se registraron sólo en el último mes de 2020.

Tal vez la mayor prueba de que el “confinamiento light” fue un fracaso es que, a mitad de diciembre, se volvieran a cerrar escuelas y comercios no esenciales. Comenzó entonces un “confinamiento duro” con medidas como las de marzo y abril de 2020. Salvo en casos aislados se ha prescindido de toques de queda en el país, pero los cierres se han prolongado durante casi tres meses.

La población, más favorable a eliminar las restricciones

En este contexto, el debate público, donde se venía registrando un claro apoyo a las decisiones de las autoridades, ha cambiado. Así, el centro de estudios de opinión Forschungsgruppe Wahlen dice que hasta un 56% de los alemanes quería ver en marzo un aligeramiento de las restricciones, aún apoyadas por un 40% de la población. 

Entretanto, grandes empresas del sector comercial como Media Markt Saturn –la gran cadena de tiendas de electrónica en Alemania– luchan en los tribunales para lograr las aperturas que les negaba la política. Esta compañía no es una excepción, pues desde el sector comercial se amenaza con “la mayor ola de denuncias que se haya visto”, según un portavoz del bufete de abogados de Fráncfort (oeste) Nieding + Barth, representante de centenares de comerciantes deseosos de abrir de sus negocios.

“En otros países la vida comercial ha permanecido abierta, sólo cerrando donde la incidencia era muy alta. Pero aquí, en Alemania, los comercios han estado cerrados y ahora hay prisa por volver a vender”, explica a elDiario.es Nils Diederich, politólogo y profesor de la Universidad Libre de Berlín.

Que la población dé muestras de haber perdido la paciencia frente a las medidas anti-coronavirus es algo que se explica también por el lento proceso de vacunación. La inmunización, que comenzó a finales de diciembre, no avanza al ritmo que se esperaba. De ahí que el diario Bild, el periódico más leído del país, aluda constantemente al proceso de inmunización como una “debacle”. 

Debido a la escasez de vacunas, problemas logísticos y en parte también a las reticencias generadas por la mala prensa que se ha dado en Alemania a la vacuna de AstraZeneca, el país se aproxima estos días a un porcentaje de vacunación del 6% de la población con al menos una dosis (en España esa medida roza el 7%). 

El país de Merkel aún está lejos de los países líderes de la UE en términos de inmunización contra la COVID-19, es decir Malta y Dinamarca. Y todavía más de países como Reino Unido, donde más del 35% de la población ha recibido al menos una dosis, y Estados Unidos, donde es casi el 20%.

Partidos políticos pensando en su electorado

Esta situación no ha pasado desapercibida en los Länder germanos, pues los presidentes de los estados federados también han querido ofrecer perspectivas de apertura a sus economías locales después de unos cierres de hasta tres meses para los sectores más afectados. En general, ese deseo está presente en toda la clase política del país. 

“Todos los partidos políticos piensan ahora, en un año como este 2021, en su electorado”, señala Diederich, que alude a las elecciones regionales de este domingo en Baden-Wurtemberg y Renania Palatinado y a las elecciones generales del 26 de septiembre. También ese día, coincidiendo con las generales, se vota en los Länder de Turingia, Mecklemburgo-Pomerania Occidental y la ciudad-estado que es Berlín.

Con todo ese poder en juego, el aumento de las reivindicaciones de diversos sectores económicos y tras haber podido constatar la “fatiga pandémica” de la población en forma de sondeos favorables al fin de las restricciones, Merkel volvía a ceder hace unos días en su política contra la COVID-19. Tras una reunión con los presidentes regionales que se prolongó el pasado miércoles casi diez horas, la jefa del Gobierno alemán presentó un plan de aperturas.

Hasta el pasado miércoles, Merkel defendía que lo mejor era “reabrir” la economía del país una vez la incidencia de los Länder estuviera de manera estable por debajo de los 35 nuevos casos por cada 100.000 habitantes en siete días. La presión procedente de varios sectores, pero también de los Länder, independientemente de quién los gobierne, ha llevado a la canciller a aceptar que la referencia ahora sea 100 nuevos casos por 100.000 habitantes en una semana. Según el último acuerdo entre Merkel y los estados federados, por debajo de ese 100, ya será posible relajar algunas de las restricciones.

“La presión sobre Merkel de todos los grupos de interés, de los comercios y del resto de sectores que han estado cerrados es muy grande”, señala Diederich, el politólogo de la Universidad Libre de Berlín. “El plan de aperturas que se ha aprobado es una tentativa para encontrar tranquilidad en un paisaje político y social cada vez más intranquilo”. 

A su entender, Merkel podría haber defendido hasta el final su línea dura para mantener más medidas anti-coronavirus. La canciller, que ha dejado claro que no será candidata a la reelección como jefa del Gobierno alemán en las próximas elecciones generales, vive con la pandemia sus últimos meses en la Cancillería Federal.

Merkel, dispuesta a alcanzar compromisos, está velando por el futuro de la CDU. Haber mantenido su línea dura hubiera sido impopular, algo poco atractivo en un año con tantas citas con las urnas. “Probablemente lo mejor hubiera sido aguantar a que la incidencia estuviera por debajo de 30 nuevos casos por 100.000 habitantes en una semana, pero ese coraje no lo ha tenido nadie, porque todos los políticos tienen la mente puesta en las elecciones, ya sean regionales o generales”, concluye Diederich.

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